“La gracia tiene sus momentos”, así le escribía San Vicente de Paúl al P. Bernardo Codoing, el 16 de marzo de 1644. Y la gracia del renacer del apostolado laical en la Iglesia tuvo su momento, cuando la Providencia inflamó el corazón del Señor De Paúl, llevándolo en 1617 a la fundación de la AIC, la más antigua Asociación laical femenina en la historia del Voluntariado. Qué intuitivo fue San Vicente al instituir y lanzar este voluntariado femenino al mundo de los pobres; pero no lo fue con los voluntariados mixtos, ni con los de solos hombres, que fueron ave de corto vuelo. La gracia de la Providencia, para el voluntariado masculino, tardó en llegar doscientos años más tarde, con un hidalgo joven de la sociedad francesa: Antonio Federico Ozanam.
Y refiriéndonos a él, precisamente, la Sociedad de San Vicente de Paúl celebró el pasado 22 de agosto, el 25º aniversario de su beatificación. Un santo moderno, precursor de la Doctrina Social de la Iglesia, ejemplo de hijo, padre, esposo, profesional y católico. Junto con la SSVP, la Iglesia Católica y la Familia Vicentina festejó esta importante conmemoración para la historia universal, la Iglesia y nosotros.
Vamos a tocar brevemente, algunas luces de su rica, como fascinante personalidad y santidad.
1. Ozanam…Un santo laico:
A lo largo de los siglos la Iglesia ha declarado santos y santas a muchos hombres y mujeres; pero, si revisamos el santoral, comprobamos que un gran número de ellos son religiosos y religiosas, sacerdotes, obispos, fundadores de comunidades religiosas. En el pasado muchos pensaron que, para llevar una vida santa, había que optar por la vida religiosa, entrar en una comunidad, en un monasterio, retirarse del mundo. Hoy, sobre todo a partir del Concilio Vaticano II, se enfatiza que todos, según el propio estado de vida, podemos alcanzar la santidad: “Quedan, pues, invitados y aun obligados todos los fieles cristianos a buscar insistentemente la santidad y la perfección dentro del propio estado” (Lumen Gentium, 42).
Siendo Ozanam, un joven con una raigambre cristiana muy profunda, con gran cercanía al mundo sacerdotal, habiendo visto todas las capacidades que tenía, no faltaron personas que le aconsejaran optar por la vida sacerdotal, y hasta de pronto su hermano Alfonso, quien había escuchado la voz de Dios y llegado al sacerdocio. Federico siempre estuvo abierto a las mociones del Espíritu, comprendiendo así, que el llamado del Señor para él estaba en la santificación dentro del estado laical, como verdadero camino de santidad, entre los quehaceres de la vida ordinaria, en la familia, en la cátedra universitaria y entre de los pobres. Y allí, entre los avatares del mundo floreció en santidad.
2. Ozanam… un santo enamorado de los pobres:
Federico ejerció su misión en el campo de la academia, el derecho, la historia y la literatura, pero bien pronto comprendió, que su vida no se podía reducir al campo de la elucubración. En un proceso de búsqueda de la voluntad de Dios, vio que su misión había de ir mucho más allá, en expresión de San Vicente, era necesario pasar del “amor afectivo al amor efectivo”.
Dejemos que sea el Santo Padre Juan Pablo II, quien en su beatificación el 22 de agosto de 1997, en Notre Dame de París se expresara así: “…
Desde su juventud, tomó conciencia de que no bastaba hablar de la caridad y de la misión de la Iglesia en el mundo: esto debía traducirse en un compromiso efectivo de los cristianos al servicio de los pobres. Así, coincidía con la intuición de san Vicente: “Amemos a Dios, hermanos míos, amemos a Dios, pero que sea con el esfuerzo de nuestros brazos y con el sudor de nuestra frente” (San Vicente de Paúl, XI, 40). Para manifestarlo concretamente, a la edad de 20 años, con un grupo de amigos, creó las Conferencias de San Vicente de Paúl, cuya finalidad es la ayuda a los más pobres, con un espíritu de servicio y comunión…”
Ejerció con altura y generosidad su servicio a los pobres, teniendo, además, la santa intuición de que su obra no se limitara a su vida y al grupo de sus amigos, sino que se prolongara en el tiempo y el espacio. Las Conferencias de San Vicente de Paúl, fueron una semilla de mostaza, que ciertamente hoy es un árbol frondoso y fecundo, que da solaz a miles de pobres en el mundo.
3. Ozanam…un santo de la Familia Vicentina:
El espíritu de San Vicente de Paúl es de una riqueza exuberante, pues encontramos en nuestra familia una constelación de santos obispos, sacerdotes, hermanas, hermanos y seminaristas, en la geografía universal; y naturalmente no han faltado los laicos que, al decir verdad, son el mayor número de las huestes que van por el mundo, sirviendo a Cristo en la persona de los pobres.
Ozanam bebió de las fuentes incontaminadas del Evangelio, que le trasmitió San Vicente con su vida gastada en el servicio de los pobres, y con la sabia de su doctrina. En su corta vida se inflamó de este espíritu, lo bebió y lo transmitió a quienes como él se gastaron en el servicio de los pobres.
Algunos miembros de las Conferencias vicentinas como el mismo Federico están en los altares, y junto con él, Gianna Beretta Molla, Pier Giorgio Frassati o Ceferino Giménez Malla entre otros, mostrando al mundo que el espíritu de San Vicente de Paúl es una senda segura de santidad, pues en ella el Evangelio de Jesús es genuino porque, es el espíritu de las bienaventuranzas, que fortalece y dinamiza la propia santificación, y la de los pobres que junto con el pan de cada día, se alimentan con el pan de vida, que los dignifica en su ser y quehacer.
Con alegre esperanza… Ahora al celebrar su memoria litúrgica el 9 de septiembre, como Familia Vicentina, cómo no unirnos todos, implorándole al Señor, siga enviando laicos comprometidos que, metidos de lleno en el tejido de la sociedad, transformen nuestra realidad desde dentro.
Que la anhelada canonización del Beato Federico Ozanam, confiando en el Señor no sea lejana, llegue a ser ejemplo, sobremanera para los laicos para que “…así alumbre su luz delante de los hombres, para que vean sus buenas obras, y glorifiquen a su Padre que está en los cielos”. Mt. 5, 16, haciendo que como él lo anhelaba, podamos “abrazar a todo el mundo con una red de caridad”.
Señor, has hecho del beato Federico Ozanam un testigo del Evangelio, maravillado con el misterio de la Iglesia. Has inspirado su lucha contra la miseria y la injusticia y le has dotado de una incansable generosidad al servicio de cualquier hombre que sufre. En familia, se reveló hijo, hermano, esposo y padre de excepción. En el mundo, su ardiente pasión por la verdad iluminó su pensamiento, su enseñanza y sus escritos. A nuestra Sociedad, que concibió como una red universal de caridad, infundió el espíritu de amor, audacia y humildad heredado de San Vicente de Paúl. En cada uno de los aspectos de su breve existencia, aparece su visión profética de la sociedad tanto como la evidencia de sus virtudes. Por estas múltiples dotes, te damos gracias, Señor, y solicitamos – si tal es tu voluntad – la gracia de un milagro, por su intercesión. ¡Que la Iglesia proclame su santidad, tan providencial para los tiempos presentes! Te lo rogamos por Nuestro Señor Jesucristo. Amén.