Domingo del Buen Pastor, reflexión teológica y Bíblica.

Domingo del Buen Pastor, reflexión teológica y Bíblica.

En la revelación bíblica, la figura del Buen Pastor emerge no solo como una imagen consoladora, sino como una clave teológica de la identidad y misión de Jesucristo. Esta imagen está profundamente enraizada en las Escrituras y ha sido desarrollada a lo largo de la Tradición y del Magisterio de la Iglesia como un modelo esencial del ministerio pastoral. En tiempos de cambio y búsqueda de autenticidad eclesial, esta figura adquiere renovada relevancia.

1. Raíces Bíblicas del Buen Pastor

a. El Antiguo Testamento: Dios como Pastor de Israel

La metáfora del pastor está presente desde los primeros libros de la Biblia. Yahvé se presenta como el pastor fiel que guía a su pueblo a través del desierto:

“El Señor es mi pastor, nada me falta” (Sal 23,1).

Este salmo no solo expresa confianza, sino una realidad existencial: Israel vive y camina bajo la guía protectora de Dios. Igualmente, en Isaías 40,11, se dice:

“Como un pastor apacienta a su rebaño: recoge los corderos en sus brazos, los lleva en su pecho y guía con cuidado a las recién paridas”.

En contraste, los profetas denuncian con fuerza a los “pastores” infieles, es decir, a los reyes y líderes religiosos que explotan al pueblo:

“¡Ay de los pastores que destruyen y dispersan las ovejas de mi rebaño!” (Jer 23,1).

Ezequiel 34 desarrolla este tema con fuerza profética. Dios promete hacerse Él mismo pastor de su pueblo:

“Yo mismo buscaré mis ovejas y las cuidaré… estableceré sobre ellas un solo pastor que las apacentará: mi siervo David” (Ez 34,11.23).

Este texto es clave: anuncia una figura mesiánica que, como nuevo David, será el verdadero pastor.

b. El Nuevo Testamento: Cristo, el Buen Pastor

Este cumplimiento se revela plenamente en Cristo. En el Evangelio según san Juan, Jesús proclama:

“Yo soy el Buen Pastor. El buen pastor da su vida por las ovejas” (Jn 10,11).

Aquí Jesús se presenta como el cumplimiento de las promesas del Antiguo Testamento. No es un pastor asalariado que huye ante el peligro, sino aquel que entrega su vida libremente, anticipando su Pasión. Más aún, Jesús dice:

“Mis ovejas escuchan mi voz, yo las conozco y ellas me siguen” (Jn 10,27).

Este conocimiento no es meramente intelectual: es una relación íntima, personal, de amor redentor. Él conoce a cada oveja por su nombre (cf. Jn 10,3).

El Buen Pastor también es el que reúne al rebaño disperso:

“Tengo otras ovejas que no son de este redil; también a esas las tengo que traer” (Jn 10,16).

Aquí se vislumbra la misión universal de la Iglesia: pastorear a toda la humanidad, convocando a todos los pueblos hacia la comunión con Cristo.

2. El Buen Pastor como modelo del ministerio eclesial

Desde el inicio, la Iglesia ha entendido que los obispos y sacerdotes participan del ministerio pastoral de Cristo. El mismo Jesús, al resucitar, encomienda a Pedro:

“Apacienta mis ovejas” (Jn 21,17).

Este mandato es teológicamente fundamental: el ministerio petrino nace del amor a Cristo y se expresa en el cuidado del rebaño.

San Agustín, en su Sermón sobre los pastores, medita con fuerza:

“Con vosotros soy cristiano, para vosotros soy obispo… el peligro está en el oficio del pastor, la salvación en ser oveja”.

La Tradición católica ha desarrollado este modelo como clave del ministerio episcopal y sacerdotal: no se trata de un poder, sino de una misión de servicio sacrificado, al modo de Cristo. En el Catecismo de la Iglesia Católica, leemos:

“Los pastores deben guiar al rebaño confiado a ellos por Cristo como servidores del Señor, no como dueños del rebaño” (CIC 896).

3. Implicaciones espirituales y eclesiales

El Buen Pastor no solo es un modelo para los ministros ordenados, sino también una experiencia espiritual para todo creyente. Cada cristiano está llamado a escuchar la voz de Cristo, a seguirlo con confianza, y a reconocer que en medio de las oscuridades de la vida, Él no abandona:

“Aunque camine por cañadas oscuras, nada temo, porque tú vas conmigo” (Sal 23,4).

Además, en un mundo fragmentado, la figura del Buen Pastor nos recuerda el llamado a la unidad del rebaño. La Iglesia es una comunión guiada por Cristo, no una mera institución humana.

4. El Buen Pastor en la misión de la Iglesia hoy

En tiempos de crisis vocacional, secularización y desconfianza, la figura del Buen Pastor se presenta como una llamada urgente a la autenticidad pastoral: cercanía, escucha, misericordia, entrega, cruz. Los fieles esperan pastores que huelan a oveja (como ha dicho el Papa Francisco), no administradores lejanos.

Es también una invitación a toda la Iglesia a vivir la corresponsabilidad pastoral: los laicos también están llamados a participar en la misión de guiar, cuidar y reunir en nombre de Cristo.

Conclusión: León XIV, reflejo de un nuevo pastorado

En este horizonte bíblico y teológico se inscribe la llegada del Papa León XIV, elegido el 8 de mayo de 2025. Su testimonio de vida pastoral en América Latina, su cercanía a los más pobres, y su elección de nombre —en honor a León XIII, defensor de la justicia social— son señales de un deseo de renovar el ministerio petrino al estilo del Buen Pastor: humilde, firme en la verdad, abierto a los signos de los tiempos, y centrado en Cristo, el Pastor de las almas.

Que su pontificado sea ocasión para que toda la Iglesia redescubra la belleza y la exigencia del pastorado cristiano: amar hasta dar la vida, y guiar siempre hacia el Reino.

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