LECTURAS Y
REFLEXIÓN DE LA PALABRA DE DIOS DE TODOS LOS DÍAS

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Día 4 Novena a Santa Luisa de Marillac

mayo 3

  1. ORACIÓN para todos los días

Padre Misericordioso, de infinita bondad,
que en la vida de Santa Luisa de Marillac nos has mostrado un ejemplo radiante de caridad y servicio, te pedimos que, inspirados por su devoción y fortaleza, podamos vivir con la misma entrega y amor hacia los más necesitados. Que su legado de compasión y acción continúe iluminando nuestros pasos en la búsqueda de la justicia y la paz, y que, al igual que ella, encontremos en cada acto de bondad una vía hacia la santidad. Concédenos la gracia de seguir su ejemplo, sirviendo a Ti en nuestros hermanos y hermanas con humildad y alegría, y que, a través de nuestras obras, se refleje en el mundo la luz de tu amor. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén.

  • ORACIÓN de abandono

(Obras Completas, Marillac, pág. 673)

Te adoro, ¡oh mi buen Dios! y reconozco haber recibido de ti mi

conservación; y por el amor que te debo, me abandono enteramente a las disposiciones de tu Santa Voluntad; y aunque llena de flaquezas y de motivos de humillación por mis pecados, me confío a tu misericordia y te suplico, por el amor que tienes a tus criaturas, la asistencia de tu Espíritu Santo, para el total cumplimiento del designio que, desde toda la eternidad, ha tenido tu Santa Voluntad sobre mi alma y sobre todas las que han sido redimidas por la sangre de Jesucristo tu Único hijo.

Padre nuestro, Ave María y gloría.

DÍA 4
LA HUMILDAD EN EL SERVICIO

Signo: Una toalla

1. Introducción:

En la escuela de Jesús y de Santa Luisa de Marillac, el servicio auténtico nace de un corazón humilde. No basta con hacer el bien; es necesario hacerlo desde la pequeñez, imitando a Cristo que, siendo Señor y Maestro, se ciñó una toalla para lavar los pies de sus discípulos. Hoy, como signo, colocamos una toalla sencilla como símbolo de servicio humilde.

2. Texto Bíblico:

Juan 13, 12-15
«Cuando acabó de lavarles los pies, se puso el manto, volvió a la mesa y les dijo: ¿Comprenden lo que he hecho con ustedes? Ustedes me llaman Maestro y Señor, y dicen bien, porque lo soy. Pues si yo, el Señor y el Maestro, les he lavado los pies, también ustedes deben lavarse los pies unos a otros.»

3. Escrito de Santa Luisa de Marillac:

«Póngase ante la vista de sus faltas, sin excusarlas, porque, en realidad, nada puede ser causa del mal que hacemos sino nosotros mismos. Confiese esta verdad ante Dios, excite en su corazón un gran amor por nuestra querida hermana, y mirando a la misericordiosa justicia de nuestro buen Dios, arrójese a sus pies y pídale perdón por sus sequedades hacia ella y por toda la pena que le ha causado, prometiéndole, con la gracia de Dios, amarla como Jesucristo mismo quiere, dándole pruebas del cuidado que debe tener de ella y abrácela con ese sentimiento verdadero en el corazón.»

«¿No ven ustedes que sus almas no pueden estar en paz y que esta es la causa de que no participen de la santa paz que el Hijo de Dios trajo a los que tienen buena voluntad, ni tampoco de la que dejó a sus santos Apóstoles al subirse al Cielo?»
(Carta a Sor Bárbara y Sor Luisa, Richelieu, 26 de octubre de 1639, C.15)

4. Reflexión:

Santa Luisa nos enseña que la humildad es la clave para un servicio fecundo. No se trata solo de «hacer cosas» por los demás: es necesario reconocer nuestras faltas, pedir perdón, reconciliarnos y servir desde la pequeñez.

En su carta, invita a Sor Bárbara y Sor Luisa a mirar sus propias fallas sin excusas, a abrazar a la otra con amor verdadero, y a buscar la paz que solo llega cuando vivimos en humildad. El servicio humilde no busca aplausos ni reconocimientos, sino que nace de un corazón que se sabe necesitado de misericordia.

Jesús, lavando los pies a sus discípulos, nos deja el ejemplo supremo: el Señor de todo se hace el servidor de todos. Así también nosotros estamos llamados a ser servidores humildes, empezando por nuestras propias comunidades, familias y ambientes.

La toalla que usamos hoy nos recuerda que el verdadero grande es el que sirve. Cuando nos humillamos por amor, Cristo se refleja en nuestras obras.

5. Preguntas para la reflexión:

  • ¿Reconozco mis faltas con humildad o busco justificarme?
  • ¿Sirvo a los demás como Jesús me sirve a mí?
  • ¿Cómo puedo crecer en el espíritu de servicio humilde?

6. Oración

Señor Jesús,
Maestro humilde,
que no dudaste en lavar los pies de tus discípulos,
hazme servidor humilde de mis hermanos.

Dame el valor de reconocer mis faltas,
de pedir perdón y de amar sin orgullo.

Que no busque ser servido, sino servir,
y que, en cada acto de amor humilde,
te haga presente en el mundo.

Santa Luisa de Marillac,
modelo de humildad y servicio,
enséñanos a lavar los pies de nuestros hermanos.
Amén.

  • ORACIÓN al Espíritu Santo

(Obras completas, Marillac. pág. 827)

Espíritu Santo, Amor del Padre y del Hijo, ven a purificar y embellecer mi alma para que sea agradable a mi Salvador y que yo pueda recibirle para gloria suya y mi salvación. Con todo mi corazón te deseo ¡oh Pan de los Ángeles, no mires mi indignidad que me aleja de ti, sino tu Amor que tantas veces me ha invitado a acercarme. Te ruego que te des todo a mí, Oh Dios mío! y que tu preciosísimo Cuerpo, tu Alma santa y tu gloriosa Divinidad a quien adoro en este Santísimo Sacramento, tomen entera posesión de mi misma.

¡Oh dulce Jesús, oh buen Jesús, mi Dios y mi Todo! Ten piedad de todas las almas rescatadas con tu preciosísima Sangre, hiérelas fuertemente con un dardo de tu Amor para tornarlas agradecidas al Amor que te ha hecho darte a nosotros en este Santísimo Sacramento, por el cual te ofrezco la gloria que tienes desde toda la eternidad en ti mismo, todas las gracias de que has colmado a la Santísima Virgen y a los Santos y la gloria que ellos te tributarán eternamente por ese mismo Amor.

  • ORACIÓN a la Santísima Virgen María

de Santa Luisa de Marillac

Santísima Virgen, creo y confieso tu Santa e Inmaculada Concepción, pura y sin mancha. ¡Purísima Virgen!, por tu pureza virginal, tu Inmaculada Concepción y tu gloriosa cualidad de Madre Dios, alcánzame de tu amado Hijo: la humildad, la caridad, una gran pureza de corazón, cuerpo y espíritu, la perseverancia en mi vocación, el don de oración, una santa vida y una buena muerte.

  • GOZOS

Oh Santa Luisa, llena de bondad,
en tu alma resplandece la caridad.
Con tu vida nos enseñas a vivir,
sirviendo a los pobres, sin cesar de sonreír.
Tu corazón, puro y generoso,
se entregó a Cristo, fiel y amoroso.
En el servicio hallaste tu vocación,
uniendo en tu pecho fe y compasión.

2.
En el rostro del hermano sufriente,
te encontraste con Cristo presente.
Cada paso tuyo, marcado por amor,
fue un eco de esperanza, un reflejo del Señor.
La cruz, tu guía y tu inspiración,
te enseñó a abrazar la redención.
Con humildad y fortaleza interior,
fuiste luz en el camino del Salvador.

3.
Tu vida consagrada al servicio fiel,
se convirtió en un canto de gloria y de bien.
Con manos abiertas y corazón ardiente,
destejiste el egoísmo, hilando la gente.
Como una madre, diste todo por amor,
sembrando en los corazones un rayo de ardor.
A los más pobres, a los más necesitados,
les diste esperanza con gestos sagrados.

4.
En la Pascua de Cristo, tu fe resplandece,
como testigo de un amor que nunca perece.
Tú, Santa Luisa, caminaste en su luz,
hacia la vida eterna, hacia el cielo en cruz.
Que tu vida de servicio, llena de pasión,
nos inspire a vivir con toda devoción.
En cada acción y en cada oración,
sigamos tu huella con un mismo corazón

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Detalles

Fecha:
mayo 3
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