LECTURAS Y
REFLEXIÓN DE LA PALABRA DE DIOS DE TODOS LOS DÍAS

Lectio Divina – Domingo del Tiempo Ordinario
agosto 3

📘 1. Lectura – ¿Qué dice el texto?
Evangelio (Lc 12,13-21):
Un hombre pide a Jesús que medie en un asunto de herencia, pero Jesús rechaza actuar como juez y aprovecha para advertir sobre los peligros de la codicia. Relata la parábola de un rico que acumula bienes sin medida, convencido de que su riqueza le garantiza seguridad y placer. Sin embargo, Dios le llama «necio», pues su vida le será exigida esa misma noche, y todo lo que acumuló no le servirá. Jesús concluye afirmando que quien solo atesora para sí, sin ser rico ante Dios, pierde lo esencial.
Primera Lectura (Eclesiastés 1,2; 2,21-23):
Qohélet proclama la vanidad de las cosas terrenales. Denuncia la injusticia de que alguien trabaje con sabiduría y esfuerzo para que otro, que no trabajó, herede sus bienes. Reflexiona sobre el sufrimiento del trabajo humano y la falta de descanso, concluyendo que también esto es vanidad.
Segunda Lectura (Col 3,1-5.9-11):
San Pablo exhorta a los cristianos a buscar los bienes de arriba y no los de la tierra. Recuerda que, al haber muerto con Cristo, ahora su verdadera vida está oculta en Dios. Llama a abandonar las actitudes terrenales como la codicia, la mentira, la impureza, y a revestirse del hombre nuevo, renovado en Cristo, donde ya no hay distinción entre razas o clases sociales, sino que Cristo es todo en todos.
Salmo 89:
Un canto de reflexión sobre la fragilidad de la vida humana y el paso del tiempo. El salmista pide a Dios sabiduría para contar bien los días, compasión en medio de la brevedad de la vida, y bendición sobre las obras humanas.
🧠 2. Meditación – ¿Qué me dice el texto?
Estas lecturas confrontan directamente el estilo de vida moderno basado en la acumulación, el consumo y la aparente seguridad que da el dinero. ¿Cuántas veces ponemos nuestras esperanzas en lo que poseemos, en nuestras cuentas, bienes o méritos humanos?
Jesús nos recuerda que la vida no depende de lo que poseemos, y que la muerte puede llegar en cualquier momento. ¿Qué sentido tienen entonces nuestros afanes desmedidos por acumular, si no buscamos ser ricos ante Dios?
San Pablo nos ofrece la alternativa: aspirar a lo alto, a una vida conforme al Evangelio. Esto implica dejar atrás viejos comportamientos —mentira, codicia, egoísmo— y vivir como criaturas nuevas, donde Cristo habita en todos sin distinción.
🙏 3. Oración – ¿Qué le digo a Dios?
Señor, a veces me pierdo en la búsqueda de seguridades terrenales. Me dejo llevar por el deseo de tener más, de controlar mi futuro, de asegurarme a través de las cosas.
Pero tu Palabra me confronta y me recuerda que nada de eso garantiza la vida.
Enséñame a vivir con el corazón puesto en el cielo, a reconocer que solo Tú eres mi verdadero tesoro.
Ayúdame a no vivir como un necio, sino como un discípulo sabio, generoso, y desprendido.
Amén.
🕯️ 4. Contemplación – ¿Cómo interiorizo el mensaje?
Visualiza al rico de la parábola. Está solo, calculando, planeando cómo expandir sus graneros. Se siente seguro. Pero al anochecer, Dios le habla y le recuerda que no puede controlar su vida.
Ahora imagínate a ti mismo/a delante de Dios. No tienes nada en tus manos. Solo está tu corazón. ¿Qué encuentra Él en ti?
Permanece en silencio. Escucha a Jesús que te dice: “No temas. Donde está tu tesoro, allí estará también tu corazón.”
🌅 5. Acción – ¿A qué me compromete el texto?
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Esta semana revisaré mis prioridades: ¿qué lugar ocupa Dios en mi vida frente al dinero, el trabajo o el éxito?
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Haré una obra de generosidad concreta: ayudar a alguien en necesidad, compartir bienes materiales o mi tiempo.
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Buscaré alimentar mi “riqueza espiritual” con oración, lectura bíblica o algún acto de servicio.
✨ Conclusión
Las lecturas de este domingo nos ofrecen una fuerte llamada a la conversión interior. Qohélet grita la vaciedad de una vida centrada en el trabajo y el éxito mundano. El Salmo reconoce la fugacidad del ser humano y pide sabiduría para vivir con sensatez. San Pablo nos muestra el camino del hombre nuevo en Cristo, y Jesús nos advierte sobre el peligro de poner nuestra seguridad en las riquezas, en lugar de hacerlo en Dios.
La clave de la verdadera plenitud no está en tener mucho, sino en ser rico ante Dios. Solo en Él hay una riqueza que no caduca, una vida que no termina, una alegría que nadie nos podrá quitar.