LECTURAS Y
REFLEXIÓN DE LA PALABRA DE DIOS DE TODOS LOS DÍAS

Lectio divina VI Domingo de Pascua
mayo 25

📖 Lectio Divina – V Domingo de Pascua
“El Espíritu Santo os lo enseñará todo” (Jn 14,26)
I. Lectio (¿Qué dice el texto?)
Primera Lectura – Hechos 15,1-2.22-29
En medio de una grave tensión doctrinal sobre la necesidad de la circuncisión, la comunidad apostólica discierne unida y en comunión. La decisión final —fruto de un proceso sinodal— es comunicada con claridad: “Hemos decidido el Espíritu Santo y nosotros”, afirmando así la primacía del Espíritu en el discernimiento eclesial, sin cargar a los nuevos creyentes con cargas pesadas.
➤ Se destaca aquí el primer gran concilio de la Iglesia (Concilio de Jerusalén), donde la unidad no es uniformidad, sino comunión en el Espíritu.
Salmo 66
Un canto universal que proclama la bendición de Dios sobre todos los pueblos. El salmista invita a reconocer que el Señor no es Dios de un solo pueblo, sino de toda la humanidad, y que su justicia y su salvación alcanzan los confines de la tierra.
➤ Este salmo se convierte en respuesta orante y misionera al texto de los Hechos: el Evangelio es para todos.
Segunda Lectura – Apocalipsis 21,10-14.21-23
La Jerusalén celestial desciende de lo alto. La ciudad, símbolo del Pueblo de Dios, se edifica sobre los apóstoles y las tribus de Israel. No necesita templo ni luz, porque el Cordero es su lámpara. Esta visión final revela el destino de la Iglesia: ser morada de la gloria de Dios.
➤ La Iglesia peregrina encuentra aquí la imagen de su vocación escatológica: ser signo visible de una comunión perfecta y luminosa, fundada en el Cordero.
Evangelio – Juan 14,23-29
En el discurso de despedida, Jesús promete la presencia interior de la Trinidad: “Vendremos a él y haremos morada en él”. Quien ama a Jesús, guarda su palabra, y en él habita Dios. Además, anuncia el envío del Paráclito, que enseñará y recordará sus enseñanzas. Termina con una paz no mundana, sino pascual: fruto de su victoria sobre la muerte.
➤ Este texto anticipa Pentecostés y la inhabitation trinitaria: Dios mora en el creyente que vive en el amor.
II. Meditatio (¿Qué me dice el texto a mí?)
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¿Reconozco en mi comunidad cristiana esa misma apertura al discernimiento del Espíritu Santo? ¿Somos Iglesia sinodal, como en los Hechos?
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¿Estoy dejando que el Espíritu me enseñe y me recuerde lo esencial del Evangelio, o me guío por criterios mundanos?
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¿Cómo vivo la paz que Cristo me deja? ¿Es una paz superficial o fruto de la presencia de Dios en mi interior?
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¿Acepto que el verdadero culto no es solo externo, sino que consiste en dejar que Dios haga morada en mí?
III. Oratio (¿Qué le digo al Señor desde este texto?)
Señor Jesús, que has prometido hacer morada en el corazón de quien te ama, enséñame a guardar tu Palabra con fidelidad.
Espíritu Santo, Defensor y Maestro interior, purifica mi mente de todo ruido, para que pueda escuchar tu voz y comprender la voluntad del Padre.
Padre bueno, tú que iluminas con tu gloria la Ciudad Santa, haz que tu Iglesia peregrina sea signo luminoso de tu presencia entre los hombres.
Que viva tu paz, no la que ofrece el mundo, sino aquella que brota de la confianza en tu amor eterno.
Amén.
IV. Contemplatio (¿Qué me lleva a vivir este texto?)
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Contemplo al Espíritu como quien guía suavemente a la Iglesia, en medio de crisis y decisiones.
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Me uno al corazón de Cristo que da la paz verdadera, no como ausencia de problemas, sino como presencia de Dios.
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Permanezco en adoración interior, sabiendo que soy templo de la Trinidad, morada de Dios que actúa en lo profundo de mi alma.
V. Actio (¿Qué me comprometo a vivir?)
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Discernir, orar y actuar en comunión con los demás: no decidir solo, sino al estilo de la Iglesia apostólica.
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Releer un pasaje del Evangelio cada día, pidiendo al Espíritu que me lo enseñe desde dentro.
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Buscar reconciliarme con quien he perdido la paz, siendo portador de esa paz que Cristo nos deja.
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Visitar a alguien que se siente excluido o alejado, llevándole la alegría del Evangelio.