LECTURAS Y
REFLEXIÓN DE LA PALABRA DE DIOS DE TODOS LOS DÍAS

Reflexión del Domingo de Pentecostés
junio 8

📖 Contexto literario y teológico del pasaje
Este fragmento forma parte del relato de las apariciones de Jesús resucitado en el Evangelio de Juan. Nos encontramos en el mismo “primer día de la semana”, es decir, el domingo de la Resurrección. El texto tiene una clara estructura pascual: manifestación del Resucitado, envío misionero y efusión del Espíritu Santo. Aunque la Iglesia celebra Pentecostés cincuenta días después de la Pascua, el Cuarto Evangelio une estos acontecimientos en un mismo día, destacando que el don del Espíritu es fruto inmediato de la victoria de Cristo sobre la muerte.
🕊️ Versículo por versículo: Exégesis y claves teológicas
🔹 «Al anochecer de aquel día, el primero de la semana»
Juan no menciona aquí un nuevo día: es el mismo día de la resurrección (cf. Jn 20,1). El evangelista señala con énfasis “el primero de la semana”, porque para la comunidad cristiana representa el inicio de la nueva creación. La resurrección de Cristo inaugura una nueva era, y este primer día sustituye simbólicamente al sábado judío como el día sagrado por excelencia.
🔹 «Estaban los discípulos en una casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos»
El temor refleja una comunidad paralizada, desorientada, huérfana. Las puertas cerradas no son solo físicas, sino también simbólicas: la comunidad está encerrada en sí misma, sin horizonte. Este encierro expresa la ausencia del Espíritu, la falta de sentido y misión. Solo la presencia del Resucitado puede romper esa clausura.
🔹 «Y en esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo: “Paz a vosotros”»
Jesús resucitado no necesita que se abran las puertas; su entrada indica su nueva condición gloriosa. «Se puso en medio» tiene una connotación eclesial: Cristo se convierte en el centro de la comunidad, el que da cohesión, sentido y dirección. El saludo “Paz a vosotros” (eirēnē hymin) es mucho más que una fórmula: es el don mesiánico por excelencia (cf. Is 9,6), el cumplimiento de su promesa (cf. Jn 14,27). Esta paz no es ausencia de conflicto, sino plenitud, reconciliación, shalom: comunión con Dios, consigo mismo y con los demás.
🔹 «Y, diciendo esto, les enseñó las manos y el costado»
La identificación del Resucitado pasa por sus heridas. No es otro, es el mismo Crucificado. Las llagas glorificadas son signo del amor llevado hasta el extremo (Jn 13,1). Al mostrar sus heridas, Jesús revela que el poder del Espíritu no borra el sufrimiento, sino que lo trasciende y lo transforma. Las cicatrices son ahora fuente de vida, prueba de victoria, no de derrota.
🔹 «Los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor»
La alegría (gr. chara) es el fruto natural del encuentro con el Señor vivo. Esta experiencia de gozo no es emotiva o pasajera: es el cumplimiento de la promesa pascual (cf. Jn 16,20-22). Esta alegría es también condición para la misión: nadie puede anunciar el Evangelio desde la tristeza o la resignación. Solo quien ha visto al Señor puede decir al mundo: “Él vive”.
🔹 «Jesús repitió: “Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo”»
Jesús renueva el saludo, no por repetición retórica, sino para instituir un nuevo momento: la misión. Así como el Hijo fue enviado en obediencia al Padre (cf. Jn 3,17), ahora la comunidad de los discípulos es enviada. La misión no es una iniciativa humana, sino continuación de la misión del Verbo Encarnado, en comunión con la Trinidad.
El uso del verbo griego apostellō (“enviar”) recuerda que la Iglesia no es un fin en sí misma: nace para ser enviada, para salir, para anunciar.
🔹 «Y, dicho esto, sopló sobre ellos y les dijo: “Recibid el Espíritu Santo”»
Este gesto es profundamente teológico. El verbo griego enephysēsen (“sopló”) solo aparece aquí en todo el Nuevo Testamento, y remite directamente al Génesis 2,7, cuando Dios sopla aliento de vida sobre Adán. Jesús, el Nuevo Adán, comunica la vida nueva del Espíritu: es una nueva creación. Esta escena es el Pentecostés joánico: el Espíritu es don del Resucitado, enviado para dar vida y dinamismo a la comunidad creyente.
🔹 «A quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos»
Aquí el don del Espíritu se vincula directamente al ministerio del perdón. No se trata de un poder arbitrario, sino de una responsabilidad eclesial: la Iglesia, en comunión con Cristo, es portadora del perdón de Dios. Esta autoridad no es moralista ni jurídica, sino sacramental y pastoral. La Iglesia, por el Espíritu, es instrumento de reconciliación, especialmente a través del sacramento de la penitencia.
🧠 Conclusión teológica
Este breve pero denso pasaje encierra una de las grandes síntesis teológicas del Evangelio de Juan:
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El Resucitado comunica la paz.
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El Resucitado otorga su Espíritu.
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El Resucitado envía a la Iglesia como misionera del perdón.
Juan no separa Pascua, Espíritu y Misión: los tres se dan simultáneamente, porque el Espíritu es pascual, y la misión nace del encuentro con el Viviente.
✍️ Aplicación pastoral
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Cristo resucitado irrumpe en los miedos de la comunidad: ¿Qué puertas necesitamos abrir para dejar entrar al Señor?
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El don del Espíritu nos lanza a la misión: ¿Vivimos como enviados o como encerrados?
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El perdón es el rostro de Dios más urgente hoy: ¿Somos comunidad reconciliadora o una Iglesia que juzga desde fuera?
📜 «El Espíritu no es un lujo de la fe, es su aliento. Pentecostés no es un recuerdo, es una actualidad. Y el envío no es una tarea opcional, sino identidad bautismal.»