LECTURAS Y
REFLEXIÓN DE LA PALABRA DE DIOS DE TODOS LOS DÍAS

Reflexión del Evangelio de Domingo III Pascua
mayo 4

📖 Reflexión bíblica: Juan 21,1-19
El capítulo 21 del Evangelio de san Juan es considerado por muchos estudiosos como un epílogo teológico, añadido para dar una conclusión pastoral al testimonio de la resurrección. Esta escena no solo confirma que Cristo ha resucitado, sino que también restituye la vocación de Pedro y de la comunidad apostólica.
1. La pesca infructuosa y el amanecer de la fe
Los discípulos, liderados por Pedro, regresan a la actividad que conocían antes de seguir a Jesús: “Me voy a pescar”. Este detalle revela un cierto desconcierto, quizás una búsqueda de sentido tras la experiencia pascual. La pesca infructuosa simboliza el vacío del esfuerzo humano cuando está desconectado del mandato del Señor. La luz del amanecer marca el momento teológico del reconocimiento de Cristo resucitado: no en el poder, sino en la gratuidad del don.
2. El signo eucarístico y comunitario
Jesús, ya en la orilla, les ofrece pan y pescado sobre brasas, anticipando un eco del banquete eucarístico. Este gesto revela que el Resucitado no solo sacia el hambre física, sino que ofrece comunión y misión. La red llena de peces (153, número simbólico que algunos Padres de la Iglesia interpretan como la totalidad de las naciones del mundo conocido) representa la universalidad de la misión de la Iglesia: todos están llamados a la red del Reino.
3. La triple pregunta y la sanación del amor
Jesús dirige a Pedro una triple pregunta: “¿Me amas?”. Este diálogo no solo recuerda las tres negaciones de Pedro (Jn 18), sino que realiza un proceso de sanación interior y restitución vocacional. Jesús no humilla, sino que reconcilia. El verbo que Jesús utiliza en griego varía entre agapáō (amor total) y philéō (afecto fraterno), lo que refleja la pedagogía divina que desciende al nivel humano para elevarlo. Pedro responde desde la sinceridad de su corazón, y Jesús le confía una tarea profundamente pastoral: “Apacienta mis ovejas”. No basta con amar a Jesús; ese amor debe traducirse en servicio y cuidado de la comunidad.
4. El seguimiento hasta la cruz
La última frase, “Sígueme”, recuerda el inicio de la vocación de Pedro (Jn 1,43), pero ahora con un peso más profundo. Jesús le anuncia que su seguimiento implicará entrega total, incluso el martirio. El discipulado auténtico no es un privilegio, sino una participación en la cruz y en la gloria de Cristo.
🕊️ Clave espiritual
Este pasaje es un ícono del proceso de discipulado pascual: de la fragilidad a la misión, del fracaso al servicio, del miedo al amor. La resurrección no borra la historia humana, pero la transforma desde dentro. Jesús no busca discípulos perfectos, sino corazones disponibles a amar y pastorear en su nombre.