LECTURAS Y
REFLEXIÓN DE LA PALABRA DE DIOS DE TODOS LOS DÍAS

Reflexión – Domingo del Tiempo Ordinario
agosto 3

🕊️ 1. Introducción teológica
Este pasaje del Evangelio de Lucas se sitúa en un contexto de enseñanzas morales dirigidas a la multitud. Jesús, en camino hacia Jerusalén, no solo enfrenta las tensiones religiosas de su tiempo, sino que también interviene en cuestiones existenciales profundas. En esta ocasión, rechaza involucrarse en un conflicto de herencia familiar para denunciar una enfermedad espiritual muy extendida: la codicia. La parábola del rico insensato no solo es una crítica social, sino también una advertencia escatológica: el alma humana está llamada a la eternidad, no a acumular en la temporalidad.
📖 2. Exégesis versículo a versículo
v.13:
«Maestro, dile a mi hermano que reparta conmigo la herencia.»
Una petición aparentemente justa, pero que revela una visión materialista de la justicia. Jesús no accede, porque su misión no es arbitrar disputas económicas, sino transformar los corazones.
v.14:
«¿Quién me ha constituido juez o árbitro entre vosotros?»
Jesús pone distancia entre su misión mesiánica y las estructuras de poder o herencia. No quiere reducir el Reino de Dios a una resolución de conflictos humanos sin conversión.
v.15:
«Guardaos de toda clase de codicia…»
Aquí aparece el núcleo ético del pasaje: la vida verdadera no se mide por los bienes acumulados. La codicia (πλεονεξία pleonexía) es una idolatría del tener, que esclaviza el alma.
v.16-17:
«Un hombre rico tuvo una gran cosecha… ¿Qué haré?»
El relato empieza con éxito económico, pero pronto se revela la ansiedad del acaparador. El rico no piensa en compartir, sino en almacenar. La acumulación no le da paz, sino preocupación.
v.18-19:
«Derribaré graneros… me diré: alma mía…»
La autosuficiencia es total. El rico dialoga solo consigo mismo; no aparece ni Dios, ni el prójimo. Cree tener el control de su alma, pero olvida que no es dueño de su vida.
v.20:
«Necio, esta noche te van a reclamar el alma…»
La intervención divina irrumpe con fuerza. Dios le llama “necio” (ἄφρων áphron, el insensato, el que no razona espiritualmente). Su muerte inminente pone al descubierto la inutilidad de sus planes.
v.21:
«Así es el que atesora para sí y no es rico ante Dios.»
El juicio final: no se condena la riqueza en sí, sino el haber vivido solo para uno mismo, sin abrirse a la trascendencia ni al prójimo.
🧠 3. Claves teológicas
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Jesús y el corazón humano: No quiere quedarse en disputas jurídicas, sino llegar al fondo del corazón. Él ofrece salvación, no meras soluciones temporales.
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La codicia como idolatría: El deseo de tener más puede desplazar a Dios del centro de la vida. La codicia es incompatible con el Reino.
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La insensatez del egoísmo: El rico de la parábola no es condenado por ser rico, sino por ser insolidario, ensimismado y autosuficiente. No reconoce a nadie fuera de sí mismo.
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La vida como don: Jesús enseña que la vida no depende de los bienes. El alma no se compra ni se asegura con graneros; es don de Dios y debe vivirse en relación con Él.
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Riqueza ante Dios: Ser rico ante Dios implica caridad, humildad, confianza en la Providencia y desapego interior. La verdadera riqueza es la comunión con Dios.
🙏 4. Aplicación pastoral
Este Evangelio interpela directamente nuestra cultura consumista. Nos invita a revisar el modo en que acumulamos, invertimos, gastamos y ahorramos. Nos pone frente a una verdad ineludible: la muerte llegará, y no podremos llevarnos nada.
Nos invita también a preguntarnos:
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¿En qué estoy invirtiendo mi vida?
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¿Qué valor doy al dinero, al trabajo, a mis posesiones?
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¿Soy generoso/a con quien necesita?
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¿Reconozco que mi alma es un don y no una propiedad?
En contextos donde la desigualdad crece, este mensaje es profundamente liberador y profético. Jesús no condena la riqueza, sino el haberla convertido en ídolo. Nos recuerda que la única seguridad es Dios mismo.
🙏 5. Oración final
Señor Jesús,
tú conoces mi corazón, mis miedos, mis deseos de control, mis apegos.
Hoy me miras con ternura y me adviertes:
“No pongas tu seguridad en los bienes del mundo,
porque tu alma no se compra con dinero.”
Hazme sabio, Señor,
enséñame a ser rico ante ti:
rico en amor, en generosidad, en fe, en confianza.
Líbrame de la codicia que cierra el corazón
y ayúdame a compartir lo que tengo
con alegría y gratitud.
Que nunca olvide que todo es don,
y que solo el amor permanece.
Amén.