LECTURAS Y
REFLEXIÓN DE LA PALABRA DE DIOS DE TODOS LOS DÍAS

Reflexión IV Domingo de Pascua
mayo 11

✝️ Reflexión teológica sobre Juan 10,27-30
«Mis ovejas escuchan mi voz, y yo las conozco, y ellas me siguen; yo les doy la vida eterna» (Jn 10,27-30)
1. Cristología de comunión y revelación
Este fragmento del discurso joánico del Buen Pastor culmina en una afirmación de la unidad ontológica entre Jesús y el Padre: “Yo y el Padre somos uno” (Jn 10,30). No se trata de una unidad moral o funcional, sino de una unidad de esencia (hen esmen, en griego), lo cual se convierte en uno de los fundamentos bíblicos más claros de la doctrina trinitaria. Jesús se presenta como revelador definitivo del Padre, en línea con el prólogo joánico: «El que lo ha dado a conocer» (Jn 1,18).
El verbo “conocer” (ginṓskō) en el contexto bíblico implica una relación íntima, existencial y salvífica. Jesús no conoce a las ovejas como un líder conoce a sus súbditos, sino como Dios conoce a su criatura amada: es un conocimiento que implica elección, predilección y comunión.
2. Eclesiología de la escucha y el seguimiento
La identidad eclesial está aquí definida no por estructuras visibles sino por una actitud interior: escuchar y seguir. La comunidad de los discípulos es ante todo una comunidad acústica y obediencial. En un mundo saturado de voces, la Iglesia es aquella que ha aprendido a discernir la voz del Pastor, distinguiéndola de los falsos pastores o mercenarios (cf. Jn 10,5.12).
El seguimiento (akoloutheō) no es meramente moral, sino existencial: es caminar tras las huellas del Pastor hacia la vida eterna, lo cual presupone libertad, confianza y pertenencia.
3. Soteriología de la seguridad escatológica
Cristo afirma: «Yo les doy la vida eterna; no perecerán jamás y nadie las arrebatará de mi mano». La seguridad de la salvación no está fundamentada en méritos humanos, sino en la fidelidad irrevocable del Hijo, cuya mano poderosa es inseparable de la mano del Padre. Aquí resuena la teología de la elección y preservación: los discípulos no son simplemente los que eligen seguir, sino los que han sido confiados por el Padre al Hijo.
Esta promesa, lejos de generar presunción, genera confianza: la gracia no se arrebata, aunque sí puede ser libremente rechazada. El discípulo permanece seguro no por su fuerza, sino por el poder de la comunión trinitaria.
4. Trinidad en acto: el misterio de la unidad
La expresión final, «Yo y el Padre somos uno», no es un mero cierre poético, sino la clave hermenéutica de todo el pasaje. Jesús garantiza la seguridad de sus ovejas porque actúa en perfecta unidad con el Padre. La teología joánica no separa nunca cristología de trinitología. El que escucha a Jesús, escucha al Padre; el que ve a Jesús, ve al Padre (cf. Jn 14,9).
Este texto se convierte así en un pilar para la teología del Buen Pastor como imagen trinitaria: el Padre da las ovejas, el Hijo las conoce y guía, el Espíritu (aunque no nombrado aquí explícitamente) da la capacidad de escuchar y seguir.
🧩 Conclusión teológica
Juan 10,27-30 ofrece una rica síntesis de la identidad cristiana: ser conocidos por el Hijo, guiados por su voz, seguros en su mano, y participar de la vida eterna que nace de la comunión entre el Hijo y el Padre. Este pasaje no sólo alimenta la piedad de los fieles, sino que sustenta dogmáticamente las nociones fundamentales de la fe: Trinidad, Salvación, Iglesia, Escatología. En él se conjugan la ternura del Pastor y la firmeza de la Teología.