San Francisco Regis Clet (1748-1820) sacerdote de la Congregación de la Misión.

LOS PRIMEROS AÑOS

En el sureste de Francia se encuentra la ciudad de Grenoble, contaba en el siglo XVIII con unos 700 habitantes. Grenoble se halla situada en un cuadro montañoso donde confluyen tres valles. Hace más de 2000 años era una aldea gala que recibió el nombre del emperador Graciano, Gracianópolis.

La familia Clet residía en Varces, población vecina a Grenoble, no eran ni pobres ni ricos, podríamos decir que tenían lo necesarios para vivir… la familia Bourquy, radicaba en Grenoble, se dedicaba al comercio de telas en la ciudad… sin poder decir que eran ricos, gracias a su esfuerzo, tenían lo necesario para vivir con holgura y satisfacción[4]. Cesáreo encuentra trabajo en la familia Bounrquy, donde conoce a Claudina con la que al cierto tiempo contrae matrimonio, formando una familia de quince hijos (ocho mujeres y siete hombres), siendo el décimo entre sus hermanos, Francisco Regis Clet nace un 19 de agosto de 1748 en la ciudad de Grenoble.

Al día siguiente de su nacimiento es bautizado con nombre del Santo Francisco Regis, que tanto recordaban en aquella ciudad y en aquel tiempo, Jesuita y que dio la vida con celo apostólico luchando contra el protestantismo. Fue canonizado al mismo tiempo que San Vicente de Paúl, en 1737[6]. Cabe resaltar que La familia Clet Bourquy era muy católica y de parte de las dos descendencias estaba marcada por familiares consagrados a Dios. Cesáreo Clet tenía un hermano canónigo, de la colegiata en San Luis en Grenoble. Y por parte de Claudina Bourquy, una tía era monja en el Carmelo de Grenoble.

A los 12 años, Francisco Regis Clet, hace su primera comunión, un 20 de mayo de 1760, en la parroquia de San Luis de Grenoble, donde también había sido bautizado. Poco se sabe de su infancia pero gracias a los biógrafos podemos contar, no con mucha certeza, con algunos datos de sus estudios. Cursa los estudios en el Colegio Real (dirigido por sacerdotes diocesanos). También es educado en los oratorios (sin duda en el seminario menor de San Martín de la Miseria, cerca de la ciudad)…[7]

EN BÚSQUEDA DE SU REALIZACIÓN
Francisco Regis Clet, como toda persona, busca su realización en la vida en un ambiente de, sino de muchas opciones de trabajos, sí en medio de una diversidad de carismas religiosos eclesiales: Diocesanos, Franciscanos menores, Jesuitas, Dominicos y los Lazaristas[8]. Es interesante que Francisco Regis se inclinara por los Lazaristas. A ciencia cierta no sabemos que lo condujo a tomar esta decisión, pudo haber sido la emoción de viajar por muchas tierras llevando la buena noticia del evangelio. Y aunque no hubiera sido de esta manera, de lo que sí estamos seguros, es de que, Dios lo llamó y él respondió con mucha decisión y alegría.

No nos cabe la menor duda, que era una persona dotada de muchas capacidades intelectuales ya que todos apreciarían posteriormente la seguridad de su doctrina y la rectitud de su juicio. A continuación las fechas importantes en su formación en la Congregación de la Misión.

El 16 de marzo de 1769, Francisco Regis entra al noviciado de la Misión, en Lyon. Casa de los Lazaristas, fundada en 1669, situada en el barrio de Fourvier. El 18 de marzo de 1771, en esta misma casa, es admitido a pronunciar los votos simples en presencia del superior de la casa, el P. Audifred. Al año siguiente recibe las órdenes menores(4 de abril), el subdiaconado (13 de junio) y por fin, el diaconado(19 de diciembre). El 27 de marzo de 1773 es un gran día para Francisco Regis: recibe de manos de Mons. Bron, obispo auxiliar y vicario general del arzobispado de Lyon, la orden sacerdotal, en la iglesia del seminario de San Carlos. Algunos días más tarde, celebra su primera misa en el santuario de Nuestra Señora de Valfleury, cerca de Saint-Etienne[9].

UNA VIDA CONSAGRADA PARA LA MISIÓN
SACERDOTE PARA LA MISIÓN
Después de haber coronado sus estudios al ser ordenado sacerdote, siete meses después (septiembre de 1773), a su regreso de Lyon es destinado al Seminario Mayor de Annecy en la provincia de Saboya para integrar el grupo de misioneros encargados de la enseñanza y formación de futuros sacerdotes[10]. Le fue encomendada la enseñanza de la teología moral, su trabajo fue impecable y sus conocimientos, frutos de la intelectualidad, se hacían notar grandemente. Tan reconocida personalidad que dentro del mismo clero diocesano era lo ordinario designarle por el mote afectuoso de “biblioteca viviente”.

Quince años en el seminario donde cada vez se imponía con una autoridad moral y una catequesis fuerte. A tal punto que el obispo, Mons. Biord, lo contempla como nuevo superior del seminario. En este tiempo le toca vivir dos golpes muy fuertes: la muerte de su padre el 15 de julio de 1783, y cuatro años más tarde la muerte de su madre. Sumándose la muerte de Mons. Biord el 4 de marzo de 1785, a quien, a petición del clero diocesano, Francisco Regis Clet pronuncia el elogio fúnebre.

De igual manera, la congregación de la Misión, lamenta el fallecimiento del superior general el P. Jaquier en 1788. Se convoca a una Asamblea General en Paris, para elegir al nuevo Superior General, en el mes de mayo de ese mismo año. Cada provincia de la Congregación tenía que reunirse, bajo la presidencia del Visitador, acudiendo todos los superiores, más un delegado por cada casa. La casa de Annecy pertenecía a la provincia de Lyon. Y aunque el P. Clet no había ido como delegado a su Asamblea Provincial, fue sin embargo elegido por ella para representar a aquella Provincia en la Asamblea General de Paris.[11]. El P. Cayla de la Garde es elegido Superior General en el mes de junio de 1788.
El nuevo Superior General nombra a Francisco Regis Clet, por su capacidad humana en el seminario de Annecy, como director del Seminario Interno de la Congregación. Quince años permaneció en la diócesis de San Francisco de Sales y ahora se encuentra en el corazón mismo de la Congregación de la Misión…[12].

Nombrado director del Seminario, Francisco Regis aplicó una forma idéntica a la del Seminario de Paris, donde instruía a sus alumnos de una manera espiritual, intelectual y pastoral, a los jóvenes que le habían sido encomendados. Iniciándoles en las prácticas y costumbres de la congregación, haciéndoles entrar en contacto con los grandes autores espirituales, en particular con San Francisco de Sales. Pero tiempos difíciles se aproximaban y ya se hacían sentir.

EL COMIENZO DE LA REVOLUCIÓN
La Revolución Francesa fue un proceso social y político que se desarrolló en Francia entre 1789 y 1799 cuyas principales consecuencias fueron la abolición de la monarquía absoluta y la proclamación de la República, eliminando las bases económicas y sociales del Antiguo Régimen.

Si bien la organización política de Francia osciló entre república, imperio y monarquía durante 75 años después de que la Primera República cayera tras el golpe de Estado de Napoleón Bonaparte, lo cierto es que la revolución marcó el final definitivo del absolutismo y dio a luz a un nuevo régimen donde la burguesía, y en algunas ocasiones las masas populares, se convirtieron en la fuerza política dominante en el país[13].
El rey Luis XV en el año 1771, tenia la intención de limitar los poderes del parlamento, lo que algunos vieron como una necesidad pero otros no, esto generaba un ambiente tenso. Pero el rey muere y es sucedido por su nieto Luis XVI en el año de 1774. Luis XVI que tan solo tenía 20 años “y ante la oposición encrespada de los parlamentarios y del clero, que hacían prevalecer sus derechos, Luis XVI anuló las medidas de su abuelo[14]”

Dejándose llevar por su sentimiento apasionado por las colonias que Francia había perdido, en el tiempo que su abuelo reinaba, Luis XVI apoyó a los sublevados de aquellas regiones con un cuerpo de expedicionario. Causando la derrota a Inglaterra “quienes tuvieron que reconocer la independencia americana con el tratado de Versalles de 1783… la declaración de los “derechos del hombre” que fue proclamada por el joven estado americano inspirará mas tarde una declaración semejante, a la de la Revolución Francesa[15].”

Por lo general se dice que la Revolución Francesa empezó el 14 de julio de 1789, pero los sucesos comienzan dos días antes, el 12 de julio de 1789, la gota que derramó el vaso: el rey Luis XVI despide a su ministro, un banquero suizo Neker, lo que provoca una cólera a nivel popular. Generando una crisis social y política: “el depósito de armas es objeto de pillaje, es asaltado el ayuntamiento, el amotinamiento se apodera del París, aquí y allí se declaran incendios[16].” Acontecimientos que nos indican una nueva crisis política donde nuevamente se tomarán las armas.

Acontecimientos que afectan duramente a la Congregación de la Misión ya que “en la madrugada del 13 julio, es saqueada la casa Madre de la Congregación de la Misión, las puertas de la casa de San Lázaro son derribadas y es victima de bandas de pillos que, durante 15 horas demasiado largas, devastan todo lo que encuentran a su paso, entre otras la habitación tan venerada de San Vicente de Paúl, los padres tuvieron que huir, algunos semidesnudos, para evitar ser ultrajados. Nada se libró del saqueo ni siquiera los libros…”[17]

“Liberan a los pobres locos que cuida la casa, luego van al refectorio, se hacen servir de comer y de beber… rompen puertas y ventanas. Arrojan al exterior los 40000 volúmenes de la biblioteca. Algunos se envenenan con las drogas de la farmacia y otros invaden las bodegas…”[18]

Luego de los terribles hechos, todas las personas se dedican a poner en orden las cosas destrozadas. Al igual que en la casa de San Lázaro, los padres, hermanos y los seminaristas que se habían dispersado, regresan nuevamente a poner en orden la casa y rescatar lo que se podía de documentos y libros. “Francisco Regis Clet no duda en volver a tomar el programa de formación de los jóvenes seminaristas.[19]” Ante estos lamentables sucesos era preciso escuchar, del sucesor de San Vicente, palabra que animaran ante tales perdidas materiales “señores y muy queridos hermanos deduzcamos de este horrendo acontecimiento la inestabilidad de las cosas humanas y abramos nuestras almas a los sentimientos que la religión debe inspirar a los damnificados. Sumisos a las ordenes de una providencia misericordiosa, asumamos con alegría la perdida de nuestros bienes y suspiremos con mayor ardor por la Patria bienaventurada, que debe poner fin a nuestros males y recompensar nuestros trabajos…”[20]

Cabe mencionar que El P. Cayla fue elegido diputado del clero en la Asamblea Nacional. Donde había varios miembros de la Congregación de la Misión, esto fue fundamental para que los diputados votaran por la abolición de los privilegios. Pero como era de esperarse, esto traería graves consecuencias: las casas de la Congregación de la Misión en Francia todas fueron suprimidas, veinte miembros suyos fueron guillotinados o fusilados, o bien murieron en la cárcel, o en las gabarras de Rochefort. Tres de ellos han sido beatificados, Luis José François y Juan enrique Gruyer, masacrados en el seminario de San Fermín el 3 de septiembre de 1792, y Pedro Renato Rogue guillotinado en Vannes el 3 de marzo de 1796.[21]

CHINA UN PAÍS EXTENSO Y DIFÍCIL
CONTEXTO DE CHINA
¿Pero qué pasaba en esos momentos en este imperio?

La misión en la que desempeñaría nuestro santo su trabajo apostólico se encontraba enmarcada por el Hoang Ho (río amarillo), y el Yan-tse-ki-ang (río azul) Las carreteras eran rocosas por lo que la mayoría de las personas se transportaban en balsas a través de estos grandes ríos.

En cuanto a la religión, en China se profesaban desde hacía ya muchos siglos el budismo, el confusionismo y el taoísmo, tan parecidas que muchos los practicaban de manera simultánea.

Un aspecto que no puede pasar desapercibido es el político, ya que los misioneros llegados a tierras orientales desempeñaban cargos muy cercanos a los emperadores, relacionados con la ciencia, astronomía, medicina, relojería, música. Este sistema de evangelización comenzó en el siglo XIV cuando aún dominaba en el imperio la dinastía Ming. Fueron los jesuitas quienes implantaron este sistema, muy efectivo, ya que lograron cautivar con su ciencia a los emperadores ganándose su confianza y protección.

En el siglo XVII se adueñan del gobierno chino los tártaros de Manchuria, cuya dinastía duró por muchos años en el poder (1644-1912). Las políticas entre los misioneros y emperadores tendrían un gran cambio. Los problemas surgieron por la controversia de los ritos chinos. Como era de esperarse, los jesuitas tomaron la posición más liberal. Pero en 1742 intervino el Papa Clemente XIV, dando un fallo desfavorable para los ritos chinos. El emperador en turno, Kang-Si, no ocultó su ira a pesar de la simpatía que en su momento llego a tener por los misioneros.

Los siglos venideros serán de persecuciones y sufrimientos para los misioneros católicos. La Congregación de la Misión en China tiene una gran tradición misionera, comenzada por dos grandes misioneros italianos, los padres Luis Appiani y Juan Müllener, seguidos tiempo después por el padre Teodoric Pedrini[22] con otros cinco misioneros, entre ellos otro misionero de la C.M., el P. Biasi. Vinieron más tarde los misioneros franceses con el cometido de reemplazar a los jesuitas que habían sido suprimidos. La tarea de estos misioneros no fue nada fácil, ya que tuvieron que adoptar las características principales de esta cultura, desde la vestimenta hasta el lenguaje con sus innumerables caracteres. Algunos de los misioneros vicentinos formaron parte de la comitiva del emperador ocupando cargos de astrónomos, físicos y relojeros.

El sistema político estaba organizado de la siguiente manera: el emperador tenía sus virreyes, que eran los que tenían la autoridad después de él, aunque no podían ejecutar sentencias de muerte sin el consentimiento del Emperador. Luego estaban los mandarines que eran funcionarios encargados de gobernar una ciudad o de aplicar la justicia; los mandarines tenían a su cargo a los satélites que eran los que aplicaban las ordenes de los mandarines (nosotros los conocemos como policías).

Los tiempos traían grandes acontecimientos tanto en Francia como en el vasto imperio oriental, y a Francisco le tocó vivirlos. No fue un hombre alejado de la realidad, fue un hombre de su tiempo.[23]

LA EVANGELIZACIÓN EN CHINA
HASTA LA LLEGADA DEL P. CLET.
Es importante profundizar en que la evangelización, en este país tan extenso, tuvo su origen gracias a unos monjes persas que llegaron a china en le siglo VI. Marcados por la doctrina de Nestorio, un patriarca de Constantinopla. Este cristianismo, de origen y organizaciones monacales, se extendió más allá de China, llegando hasta Indonesia. Pero este cristianismo, cuyas relaciones con Persia se cortan con la presencia del Islam en Asia central, es también objeto, en los siglos siguientes, del desfavor y aun la persecución que gravan sobre el budismo[24].

En el siglo XIII, es enviado a Europa un monje llamado Rabban Sauma, por el mismo Khan mongol de Persia. Este monje visita al rey de Francia, al rey de Inglaterra y al Papa llegando a un acuerdo ecuménico: ínter comunión entre las iglesias nestorianas y católicas.

En 1245 el Papa manda a un franciscano en embajada ante el gran Khan y en 1253 el rey Luis, envía a otro franciscano Guillermo de Rubrouck, para estudiar las disposiciones de los mongoles. En 1289 el Papa Nicolás IV manda a Juan de Montecorvino, quien es bien recibido por el gran Khan, a pesar de la rivalidad de los cristianos nestorianos, logra construir una iglesia con una pequeña cristiandad. El Papa Clemente V envía a siete franciscanos que ha consagrado obispos como refuerzos y con el favor del emperador se organizan comunidades cristianas en las grandes ciudades. En 1338 por la petición del mismo emperador, hubo otro envío de 32 franciscanos más.

En el año 1368, se derrumba la dinastía mongol y los cristianos latinos y nestorianos dejan de gozar de ciertos privilegios. En el siglo XVI, los jesuitas institución recién creada, envía al extremo oriente a Francisco Javier quien después de llevar la Buena Nueva a Japón busca penetrar a China pero no lo logra. En 1582, dos Jesuitas italianos: Mateo Ricci y Miguel Ruggeri, sus conocimientos de matemáticas y de geografía les resultaron muy útiles ya que, los Jesuitas por su preparación intelectual se hicieron indispensables para el emperador quien les asignó un cargo oficial, como matemáticos, astrónomos e ingenieros.

Los Franciscanos y los Dominicos lograron penetrar también en China, donde la Congregación de Propaganda Fide, les confío extensas regiones para evangelizar.

Entre los misioneros que envío la congregación romana, figuraban dos misioneros de la C. M., P. Appianini y su alumno, un sacerdote alemán llamado Juan Müllener.

El padre Pedrini sale de Canarias en 1703 y desembarca en Macao a principios de 1710, o sea 8 años después de dejar Italia. Por sus talentos para la música, el emperador lo llamó a la corte de Pekín. Estos primeros Sacerdotes de la Misión formaron en Sechuán y en Macao a varias decenas de jóvenes, que llegaron a sacerdotes. Muchos padres Paúles chinos, que serían excelentes misioneros.

Con la disolución de la Compañía de Jesús, había que preparar su reemplazo, el Rey de Francia que en parte financiaba las misiones de Pekín, pensó en un primer lugar en los Benedictinos y en los Oratorianos. Y después en un segundo momento acudió al padre Jacquier, Superior General de la C. M., quien ante la insistencia del Rey terminó aceptando la oferta. El Rey propuso esta solución a Pío VI quien dio su conformidad con la solicitud el 7 de diciembre de 1783.

El P. Jacquier propuso a tres Misioneros: P. Nicolás Raux, quien tenía estudios de astronomía, geografía, botánica e historia natural; P. Juan José Ghislain especializado en matemáticas y física; y el Hermano Carlos París relojero, mecánico y tornero. Salieron de Brest el 2 de marzo de 1784, y llegaron a Pekín el 29 de abril de 1795.

El segundo equipo misionero desembarca en Macao el 21 de septiembre de 1788; el P. Hanna, irlandés, se quedó en Macao, para enseñar en el seminario de San José, fundado por los sacerdotes de la Misión Portugueses y el P. Aubin, francés, sale ocultamente de Hu-Kuang en donde se entregó de lleno con los sacerdotes chinos, al servicio de los cristianos de la región de Ku-Cheng.

Un nuevo envío de tres misioneros se prepara, dos diáconos: Pesne y Lamiot y un sacerdote[25]. El P. Clet ya había pedido ir a misiones, pero en ese entonces era más útil su presencia en la formación en el Seminario Interno. Pero, en una realidad que se tornaba oscura para Francia, el P. Clet renueva su petición, la cual es tomada en cuenta y como el mismo Clet dice: Al fin mis deseos han sido escuchados… la providencia me destina a trabajar por la salvación de los infieles… [26] Llega a Lorient de donde saldrá la embarcación hacia el país asiático el 10 de abril de 1791 y llega a Macao el 15 de octubre del mismo año.[27]

LA BUENA NUEVA EN TIERRA ASIÁTICA
Desde que los portugueses limpiaron las costas de chinas, en 1557 de los piratas, los misioneros podían pasar a China por Macao. Apenas se sabe que fue en Macao donde el equipo de misioneros al que pertenecía Regis Clet, se quedó por unos meses para el estudio de la lengua China.

Luego cada uno de los misioneros toma un camino diferente de acuerdo a las necesidades que las provincias establecidas presentaban: el P. El P. Lamiot irá a reforzar el equipo de los Padres Vicentinos de Pekín. El P. Pesné se unirá a su hermano de comunidad, P. Aubin, que está desde el año anterior en Hu-Kuang (provincia de la que es capital U-Chang-Fu, actual Wuhan). En cuanto al P. Clet, va destinado a Kiang-sig, norte de Kuang-Tung… Clandestinamente, se encaminarán cada cual hacia su misión… acompañados de un guía cristiano… El cual se las arreglaba para que su compañero tuviera que hablar lo menos posible[28].

Setecientos u ochocientos kilómetros debieron de recorrer para llegar Nang-Chang-Fu, capital de la provincia de Kiang-si.

En esta Provincia el P. Clet debe de reemplazar al Jesuita P. Yang. Preso y luego liberado gracias a la intervención de los padres Vicentinos, hubo de quedarse en Pekín y trabajar con el P. Raux. Su residencia principal estaría en Cheú-Chang-Lu-kia, no lejos de la subprefectura de Ling-Kiang, unos cien Kilómetros al sur de Nantchang.

Comienza su trabajo visitando los pequeños grupos de cristianos dispersos en esta región de gran extensión. Su recorrido lo hace caminando y con la vestimenta propia de este lugar, incluyendo el calzado el cual lo expresa en una de sus cartas: el calzado está hecho de manera que, sin hebillas ni lazos, se ajusta al pie sin cansarlo; son de tela, hasta la suela, que sin embargo es tan firme y dura que un par dura tres meses recorriendo y trepando por nuestras montañas que son muy pedregosas…[29]

La forma de dormir, cuenta él, no es como el colchón blando; una tabla en la que se extiende una ligera capa de paja cubierta de una estera y un tapete, luego una manta más o menos caliente en la que nos envolvemos, eso es nuestra cama…[30]

La Provincia de Kiang-Si, donde ejerce su ministerio Regis Clet, es una región muy poblada y a la vez muy pobre. Conocida, entre los mismos chinos, con una reputación de tacañería. Su principal industria es la fabricación de porcelana y por esto mismo muy famosa en toda China.

Un problema que tuvo que afrontar fue el lenguaje, F. Regis Clet llega a China cuando tenía 43 años, él mismo siente que a esa edad es muy tarde para ponerse a estudiar una lengua nueva. Seis años después de su llegada a China, escribe a su hermano el Cartujo: la lengua china es indescifrable. Los caracteres que la forman no están destinados a expresar los sonidos, sino los pensamientos, de donde sale ese número prodigioso de caracteres. Yo llegué demasiado viejo a China para adquirir un conocimiento aceptable…[31]

Su trabajo en esta provincia fue de tan solo de un año, en donde, como él mismo cuenta: bauticé a cien adultos bastante bien instruidos. Habría podido bautizar más pero no me parecieron bastante bien instruidos…[32]

Luego el P. Raux, superior de los padres Vicentinos en China, pide al P. Clet que vaya a la provincia vecina, Hu-Kuang, donde se encontrara con los Padres Aubin y Pesné, cuya salud esta muy resentida. La residencia esta cerca de ku-Chen, donde será también residencia, años más tarde, de Juan Gabriel Perboyre.

Pero la compañía de Francisco Regis Clet sólo será por corto tiempo ya que el P. Aubin, es llamado por el Obispo de Chensí. En el viaje, el P. Aubin, es detenido y llevado a prisión donde morirá, a lo que se cree que por envenenamiento. Luego el P. Pesné, morirá de agotamiento. Es así como, en 1795, queda nuevamente solo el P. Clet.

El trabajo del P. Clet se ve entorpecido por una guerra civil. Una facción rebelde al poder imperial tártaro. Es la facción del Nenúfar Blanco, heredera lejana de la secta multisecular de los Gorros Amarillos. Sus adeptos se declaran en contra de Imperio. El mismo P. Clet lo describe en una de sus cartas: hace dos años y medio que no puedo hacer excursiones distantes, a causa de una guerra civil… Estos rebeldes que queman todo los lugares por donde pasan y asesinan a cuantos no quieren tomar partido por ellos…[33]

Le tocaría a este misionero que ocultarse ya que los rebeldes llegan hasta su residencia, la cual es saqueada de arriba a bajo. Ahora se hace llamar Pei-Lin-Kiao. La guerra se agudiza hasta en la ciudad de Pekín lograron penetrar estos facciosos; pero faltos de disciplina, fueron vencidos, y presos y decapitados sus jefes.[34]

Lamentablemente las personas que no profesaban la misma fe y que ven con recelo a los cristianos, acusaron a los católicos de hacer causa común con los rebeldes y que pronto se levantarían en contra del Imperio chino. El mandarín del lugar (el gobernador) llama a los cristianos a que declaren, ellos responden diciendo: sería una locura por su parte revolucionarse, y sería sin duda correr hacia la muerte… siendo un grupo pequeño…[35]

Algunos calumniadores fueron decapitados y ningún cristiano llevado a la prisión. El trabajo del P. Clet empieza pero con un ritmo muy fuerte, tanto que a menudo le produce fatiga: confesiones de 9 a 10 horas al día, si no tiene que ir a administrar a los enfermos y para ello camina varias leguas, siempre preocupado de no llegar a tiempo. Tanto era su trabajo que, a través de una carta, el superior de Pekín, el P. Raux le invita a moderar su celo apostólico.

De esta manera trabajó por la salvación de las almas y la conversión de los paganos, recorriendo largas distancias hasta que se da una nueva persecución. El P. Clet recibió, de 1795 a 1820, el refuerzo de ocho Vicentinos chinos quienes son:

Ø En 1795, el P. José Ly de 40 años, converso de origen musulmán.
Ø En 1799, el P. Juan Chang de 30 años, nacido en Pekín y de padres cristianos.
Ø En 1800 el P. Juventino Chang, quien muere en 1803, asistido por el P. Clet.
Ø En 1804 el P. Pablo Sog de 30 años, colaboró con el P. Clet hasta 1820, detenido en 1852 y muere en 1854.
Ø En 1808, el P. Ignacio Ho de 27 años, natural de Pekín.
Ø En 1808 el P. Francisco Chen, quien fue compañero del P. Clet en la cárcel. Fue desterrado en Turkestán, murió el 1825, masacrado por los rebeldes musulmanes.
Ø En 1809 el P. Antonio Cheng, luego fue enviado a Kiang- Si, donde murió en 1835.
Ø En 1817 el P. Estanislao Ngai natural de Hupé, admirador de las virtudes del P. Clet y los sucedió en la administración de la misión. Muere en 1849.
Ø También se benefició del hermano Pablo Wang, procurador de la misión de Pekín y que velaba también por los intereses de la misión de Hu-Kuang.

TIEMPOS DIFÍCILES
PERSECUCIÓN
Todos los misioneros estaban repartidos en varias provincias y los Vicentinos no eran la excepción. La mayoría de los misioneros entraron ilegalmente en China. Por esta misma razón deben cuidarse de no ser descubiertos, encarcelados o expulsados ya sea por los mandarines o por los rebeldes.

Un comienzo de persecución se perfiló en 1805, buscando a un ladrón, la policía arresta a un cristiano chino, portador de una carta de la provincia de Jiangnan, destinada a los misioneros…[36] es mal interpretada por los mandarines, ponen al emperador en contra de todos los extranjeros. Se pone vigilancia a los misioneros de la capital, otros son exiliados, los cristianos son obligados a abjurar de su fe con amenazas y torturas.[37] Por lo pronto la región donde se encuentra Regis Clet está fuera de estos brutales hechos.

De igual manera pasa en 1811, cuando es arrestado un sacerdote misionero chino, llevaba una carta que detallaba los poderes espirituales recibidos de su Obispo, el vicario apostólico de Chan-Si, para ciertos distritos y en las que son enumeradas las diferentes misiones.[38] Los mandarines, suspicaces, vieron ahí un plan de los europeos para sustituir a los gobernadores de las ciudades por hombres de su elección. Un edicto imperial les ordena renunciar a su religión antes del fin de año bajo la pena de persecución.[39] Se pretendió ver en ello un vasto complot contra el poder imperial.[40] A causa de esta situación Francisco Regis Clet, los misioneros y todos los cristianos tuvieron que esconderse.

Tal parece que las cosas se van complicando cada vez más para los misioneros que desgastan su vida por llevar la buena noticia. El 14 de mayo de 1818, surge otra persecución a causa de cierta superstición ante un fenómeno climático: unas densas tinieblas cundieron de repente la ciudad y sus alrededores, acompañada de un fuerte viento sureste y de lluvias torrenciales… el cielo se puso rojo, y la atmósfera estaba infectada[41]. Con todo el terror que este acontecimiento provocó, el emperador consulta con sus oráculos, estos acusan a los cristianos como origen de esas amenazas del cielo. Los consejeros del emperador opinan que la persecución debe de comenzar contra los que confiesan una tal religión[42].

Es de esta manera como comienza una nueva y despiadada persecución en contra de los cristianos. Francisco Regis Clet, quien ya tenia 71 años de edad, evoca el arresto del P. Chen, su cohermano chino: Nuestra cruz es la captura del Padre Chen. Ha sido vendido por un nuevo Judas por 20,000 denarios… Él ha sido enviado a Wuhan con 15 o 18 cristianos apresados, casi al mismo tiempo…[43]. Ante esta situación que cada vez se complicaba mas y más F. R. Clet junto con otros cristianos, durante 4 meses, viven en escondite en escondite. Luego toma la decisión de ir a la provincia de Ho-Nan donde tendrá más seguridad y en donde pueda colaborar más en la misión.

Un mal “cristiano”, el que había vendido al padre Chen. Este no le permitía reposar ningún momento al P. Clet quien se había refugiado en casa de unos amigos cristianos cerca de Nan-Yang-Foun. Clet había dicho que aunque confiaba en ellos, él se sentía inquieto, y no quería comprometerlos. Ellos, por su parte, estaban tomando medidas para protegerlo.[44]

Sin embargo, avisado por un sueño, sale de la casa disfrazado de mercader quiere buscar la huida. Pero es demasiado tarde. La casa esta vigilada por la policía, guiados por el traidor…[45] El padre Clet al salir de la casa se encuentra con una tropa que rápidamente lo cerca.[46] Él viendo que no podía escapar, se presentó con la calma de siempre. Lo cargaron de cadenas y tomaron presos a los demás de la casa.[47]

LA VIDA, HASTA LAS ÚLTIMAS CONSECUENCIAS
CAUTIVERIO, JUICIO Y MARTIRIO DEL MISIONERO:
El arresto había tenido lugar en el pequeño pueblo de Kin-Kis-Kan, a unos cuatro Kilómetros de Nan-Yang-Fu, en Ho-nan. Luego es llevado a la ciudad más cercana en donde compadeció ante el Mandarín Mayor o Local, quien lo trató con la más dura crueldad que pudo. Le hizo recibir 30 azotes con una gruesa correa de cuero hasta el punto de quedarle la cara ensangrentada, mientras él sigue de rodillas sobre cadenas de hierro…[48]

A los diez días después de su captura es trasladado a la provincia de Khai-Fong-Fu, que queda a más de 200 kilómetros de distancia. Nuevamente fue interrogado, por las autoridades del lugar, de sus actividades y lugares donde había residido. Clet tuvo el cuidado de no comprometer a sus hermanos de comunidad y a los cristianos con sus declaraciones.

En este lugar duró más o menos un mes, el mismo Regis Clet relata lo duro que fue su estancia en este lugar. Llegada la noche en los días largos y cortos, hay que acostarse y poner una pierna en una traba hasta el amanecer del día siguiente. Esta traba está formada por dos planchas de dos pulgadas de espesor, que el carcelero cierra con candado… no es la pierna trabada la que sufre, excepto de frío… es la otra pierna que no se puede extender cuando se quiere y esto, le confieso, es muy incómodo.[49]

Los mandarines se enteraron que la residencia del P. Clet estaba en Hu-Kuang, donde había tenido la mayor parte de su actividad. Toman la decisión de trasladarlo a este lugar, específicamente a la provincia de U-Tchang-Fu, para que fuese nuevamente interrogado y finalmente juzgado. La distancia que recorrieron fue de 500 kilómetros de distancia, viaje que duró veinte días. El P. Clet viajaba como los grandes criminales, encerrado en una jaula de madera, con los hierros en los pies, las esposas en las manos, y las cadenas al cuello. Por la noche paraban en una cárcel.[50]

El mismo P. Clet cuenta su lamentable estado: me hallaba entonces en un pobre estado, una gran delgadez, larga barba que hormigueaba de piojos, con una camisa bastante sucia sobre un pantalón del mismo calibre…[51] Por este mismo estado no es aceptado en la cárcel que lo habían designado y lo llevaron a otra que para fortuna de este hombre de Dios, se encuentra con un hermano de comunidad, el P. Chen y un grupo de diez cristianos.

En este lugar, goza el P. Clet y los demás presos, de buen trato y de mucha libertad son asistidos por el P. Tchin, que en secreto visita a los cristianos de los lugares circunvecinos de esta ciudad, el P. Chen y yo hemos recibido la santa comunión de las manos del P. Tching,, y al medio día hemos celebrado un pequeño festín…[52]

Las cosas se complican cuando, los mandarines encuentran en la residencia de la misión del P. Clet, tres cartas escritas por el superior de Pekín, el P. Lamiot. Este es arrestado y llevado a ante el tribunal de U-Tchang-Fu, que junto con P. Clet y el P. Chen, serán juzgados por el mandarín mayor. Ante un tribunal que, poniéndolos de rodillas, los interroga. Aunque el P. Lamiot no había podido ver al P. Clet antes de los interrogatorios, estos ya se habían puesto de acuerdo en las preguntas y las respuestas que debían de dar; recibí de él la carta más emocionante; me pedía perdón por haberme comprometido… añadía una serie de preguntas y respuestas que yo debía de dar…[53]

Era notable el cambio de su aspecto físico, ante el paso del tiempo y sobre todo, por el maltrato que de los mandarines había recibido. Y lo describe el mismo superior de los Vicentinos: después de hacernos arrodillar a los tres, me preguntaron si conocía al P. Clet. Tespondí que le conocía, aunque su rostro estuviera desfigurado que no le reconocía ninguno de sus rasgos, pero estaba seguro que era él…[54]

Terminados los interrogatorios, la declaración del tribunal fue: el P. Lamiot es declarado inocente, pero tiene que salir de China. Él parte por Macao. El P. Chen es condenado al exilio en el oeste chino, en Tartaria, donde posteriormente morirá.[55]

El mandarín mayor consternado, del P. Clet, por la manera responder no solo a las preguntas sino también a los castigos que se le habían impuesto estando él en la cárcel. Redacta un reporte, al emperador, favorable al P. Clet. Este no se hace ninguna ilusión: no cuento con la clemencia del emperador, me preparo para morir. Espero este término, gracias a Dios, con paciencia y tranquilidad.[56]

El mandarín mayor (o sea el gobernador) recibe del Emperador, en la noche del 17 de febrero de 1820, la carta de sentencia del misionero Regis Clet. Inmediatamente una cuadrilla de soldados es enviada a la prisión que al verlos el P. Clet les pregunta: ¿me volverán a traer aquí? Ante el silencio del soldado para contestar el P. Chen les dice que los cristianos y que, sobre todo, los sacerdotes, no temen a la muerte… (el P. Clet) pidió a los soldados que le concedieran unos minutos. Se arrodilló y pidió al P. Chen que le diera una ultima absolución, el P. Chen lo hizo… quiso luego que se pusiera ropa nueva, que le P. Lamiot había enviado para que la llevara en el momento solemne que iba a presenciar ante Dios. Pero él rehusó ponérsela, diciendo que su vieja ropa bastaba para alguien que iba a la muerte como penitente. Quería practicar hasta el final la pobreza…[57]

La cuadrilla salió junto con el P. Clet y como era de noche no había tanta gente por las calles, al salir de la ciudad se dirigen a una cima llamada la Montaña Roja, por el color de la tierra, arcilla roja, ubicada al oeste de la ciudad, este lugar estaba reservado para las ejecuciones capitales. Se detienen en un poste que tiene un travesaño en al parte superior, esto le da la apariencia de una cruz. El P. Clet se puso de rodillas, con el permiso de los guardias, y oró por sus cristianos, por sus hermanos de congregación, por la iglesia de China y por sus verdugos.

Luego proceden a la ejecución, lo amarraron al poste con las manos por detrás del travesaño de la cruz y atadas a la espalda. Le ataron los pies, uno contra otro y al lado del poste pero recogidos de manera que no tocaran el suelo. Le pasaron por el cuello una soga anudado a un bastón. Girando con rapidez, el verdugo estrangulaba al condenado, pero el primer intento, la soga se rompió y fue necesaria otra soga (según la costumbre la soga se apretó tres veces dejando en las dos primeras que la victima se recupere). La tercera es la definitiva, el verdugo apretó con más fuerza, hasta que la victima exhaló su último aliento, vertiendo una ola pequeña de sangre, que inundó sus viejas ropas.
Es de esta manera como termina la vida de un misionero que, con sus acciones y sus palabras traducidas en una lengua que no era la materna, dió a conocer al Dios de la vida que fue descubierto por San Vicente en la persona de Jesús y por el que Regis Clet dió la vida, a sus 72 años, de los que ofreció 28 a la misión en china como un autentico apóstol.

Su cuerpo es sepultado en el cementerio de los condenados a muerte, luego recuperado por algunos cristianos que, conducidos por el catequista Francisco Fong, obtuvo, dando dinero a los soldados, el poder de recuperar como presiosas reliquias del mártir sus ropas manchadas de sangre, las cadenas que llevó, la soga que le estranguló, el bambú del mandarín que le había golpeado. Muchas de estas reliquias fueron remitidas a la Casa Madre en Paris por el P. Lamiot[58]. Lo entierran en el cementerio cristiano de la Montaña Roja en la que ya descansan otros misioneros. En donde se grabará la siguiente inscripción:

Aquí yacen los huesos del Venerable Siervo de Dios Francisco Regis Clet, de la Congregación de la Misión, Padre lleno de méritos de la iglesia de Hubei, quién llevó a cabo numerosos trabajos en la viña del Señor, y marcado por la vejez, mereció la corona del martirio el año del Señor 1820 el 14 de febrero.[59]

EL RECUERDO DEL SANTO MISIONERO
No es nada raro que a este gran misionero se le recuerde con tanta estima y veneración. Hasta el mismo J. G. Perboyre quien recorriendo el mismo camino de evangelización de F. Regis Clet, se encontró con testimonio de personas que recordaban con tanto cariño y veneración al Santo Misionero.

Pero tiempo antes de recorrer el camino en el país asiático, el P. Peboyre muestra a los seminaristas la túnica ensangrentada y la cuerda que estranguló al P. Clet, diciéndoles: ¡este es el hábito de un mártir, mirad las ropas del P. Clet y la soga con que le estrangularon! ¡Qué felicidad la nuestra, si tuviéramos un día la misma suerte![60]

Rodeaba al P. Clet tal reputación de santidad, que su tumba se convirtió en meta de una verdadera peregrinación. Cristianos y paganos iban, con total confianza, a pedir al santo mártir la liberación de sus males. Llegaban hasta arrancar flores y hierbas que habían brotado en su tumba y preparar remedios con ellas.[61] Cuando, en 1843 se le declaró venerable, junto al santo cohermano Juan Gabriel Perboyre, los superiores de la Congregación de la Misión quisieron que los restos mortales de los dos mártires fuesen llevados a País a la Capilla de la Casa Madre de la Congregación, y se dirigieron para ello al cohermano Obispo en China Mons. Delaplace., de la C. M.

Los cristianos chinos, conocedores de esta petición, enviaron una súplica a Mons. Delaplace conjurándolo a dejar en China las reliquias del P. Lieu (éste era el nombre chino de Clet)
En nombre de todos los cristianos de Hu-kouang le enviamos la presente súplica, para que nos conceda conservar entre nosotros el santo cuerpo del Venerable Clet, para eterna memoria de su martirio…
Le suplicamos igualmente considerar que si las reliquias de los santos que nos han dado ejemplos admirables no quedan en sus primitivos lugares, es de temer que con el pasar del tiempo se borren de la memoria. Pro lo mismo le dirigimos humildemente esta súplica, implorándole que tenga en cuenta el afecto de toda esta grey de fieles, y les deje el cuerpo de su antiguo pastor.[62]

No obstante la petición, el 23 de mayo de 1853, los restos de Clet fueron exhumados ante Mons. Delaplace, vicentino, y Mons. Spelta, sucesor de Mons. Rizzolati, y llevados primero a Ningpo y luego a París.

El 30 de enero de 1869, después de un largo y aventurado viaje, fueron recibidas con gran fiesta en París las reliquias del heroico mártir en la Casa Madre de la Misión.

El 6 de septiembre de 1878, en la sala de las reliquias de San Lázaro en la Casa Madre, el Obispo Auxiliar de París, Mons. Richard, después de un riguroso examen practicado por dos médicos, concluyó el reconocimiento canónico de los restos mortales del Venerable. Vueltos a París los restos mortales, se desarrolló su veneración de modo particular, y después de la Beatificación, se dedicó un altar en su memoria.

La figura de Clet ha quedado un poco a la sombra de su cohermano Juan Gabriel Perboyre: habiendo sido éste escogido como protector de nuestros seminarios, era más conocido, y por consiguiente más venerado. En todas las iglesias de la Congregación y de las Hijas de la Caridad, junto a las capillas y altares dedicados a Perboyre, está la imagen o el cuadro que representa a Clet al pie de un patíbulo en forma de Cruz y con una cuerda entre las manos, signo de su muerte por estrangulamiento.

En Grenoble junto al bautisterio, hay una gran lápida que recuerda a los fieles el bautismo de su conciudadano mártir por la fe.

En el archivo de la Casa Madre de París se conservan cartas que documentan algunas gracias obtenidas por intercesión del Santo: son diversas curaciones descritas a menudo por las Hijas de la Caridad, que, prestando servicio a los enfermos en los hospitales, o por situaciones personales en los casos más graves, se encomendaban a la intercesión del Beato Francisco Regis Clet y eran oídas en sus oraciones.

El arzobispo de Hankow, Mons. Dong Guang Ding (ya fallecido), afirmaba, en 1988, que el recuerdo de los mártires Clet y Perboyre permanecía vivo en la región.

En febrero de 1994 escribía: Al inicio de la revolución cultural, las estelas que se pusieron en China sobre las tumbas de Clet y de Perboyre fueron escondidas por los cristianos, por miedo de que fueran profanadas y rotas. Él las hizo buscar y se encontraron, la de Perboyre, entera, la Clet incompleta, sin la inscripción china, y las hizo poner con honor en el seminario patriótico regional de Wuhan, a fin de que los futuros sacerdotes dela región se acuerden de aquellos que fueron sus padres en la fe.[63] Los restos de Francisco Regis Clet fueron llevados a París y en el mes de diciembre de 1878 depositados en la capilla de la Casa Madre de los Vicentinos.

Fue declarado Beato el 27 de mayo de 1900 por León XIII y canonizado el 1 de Octubre del año 2000 por Juan Pablo II, junto con más de cien mártires de la fe católica en China.[64]

Notas Bibliográficas.
[4] C.M. Padres Vicentinos. San Francisco Regis Clet. Editorial Kimpres Ltda. Bogota, septiembre, 2000. p. 16.
[5] Vicentiana C. M. San Francisco Regis Clet (1748-1820). Curia General de la C. M., Roma (Italia), 2001. p. 32.
[6] Vicentiana C. M. San Francisco Regis Clet (1748-1820). Curia General de la C. M., Roma (Italia), 2001. p. 18.
[7] Ibid.
[8] C.M. Padres Vicentinos. San Francisco Regis Clet. Editorial Kimpres Ltda. Bogota, septiembre, 2000. p. 18.
[9] Vicentiana C. M. San Francisco Regis Clet (1748-1820). Curia General de la C. M., Roma (Italia), 2001. p. 19.
[10] C.M. Padres Vicentinos. San Francisco Regis Clet. Editorial Kimpres Ltda. Bogota, septiembre, 2000. p. 21.
[11] Andrés Silvestre, C. M. Francisco Regis Clet, Biografía y Correspondencia. Editorial CEME, Salamanca, 2000. p. 46.
[12] Vicentiana C. M. San Francisco Regis Clet (1748-1820). Curia General de la C. M., Roma (Italia), 2001. p. 20.
[13] De Wikipedia, la enciclopedia libre.
[14] Andrés Silvestre, C. M. Francisco Regis Clet, Biografía y Correspondencia. Editorial CEME, Salamanca, 2000. p. 31.
[15] Andrés Silvestre, C. M. Francisco Regis Clet, Biografía y Correspondencia. Editorial CEME, Salamanca, 2000. p. 23.
[16] Andrés Silvestre, C. M. Francisco Regis Clet, Biografía y Correspondencia. Editorial CEME, Salamanca, 2000. p. 32.
[17] Vicentiana C. M. San Francisco Regis Clet (1748-1820). Curia General de la C. M., Roma (Italia), 2001. p. 21.
[18] Andrés Silvestre, C. M. Francisco Regis Clet, Biografía y Correspondencia. Editorial CEME, Salamanca, 2000. p. 33 s.
[19] Vicentiana C. M. San Francisco Regis Clet (1748-1820). Curia General de la C. M., Roma (Italia), 2001. p. 21.
[20] C.M. Padres Vicentinos. San Francisco Regis Clet. Editorial Kimpres Ltda. Bogota, septiembre, 2000. p. 24.
[21] Andrés Silvestre, C. M. Francisco Regis Clet, Biografía y Correspondencia. Editorial CEME, Salamanca, 2000. p. 35.
[22] El P. Pedrini había nacido en 1670 en Fermo, una antigua y pequeña ciudad al sur de la Marche d´Acone. Había cursado sus estudios de Derecho y era doctor in utroque. Entró en al C.M., en 1698 a los 28 años de edad. En 1645, el Papa Inocencio X había condenado los Ritos chinos, pero los misioneros en China hacían todo para evitar aplicar este decreto. El Papa Clemente XI decido enviar un legado, el Obispo Charles de Tournon, que estudiara este caso y le diera solución directamente en la corte de Pekín con el Emperador Kangshi. El Papa, pensando que a este Emperador le gustaría tener en la corte a un músico experimentado, pidió que en esta expedición formara parte un sacerdote de la Misión que tenía de un gran talento musical. Se gana el favor de este monarca tanto por su habilidad musical como por la creación de instrumentos como el órgano, espinetas y violones como por su amabilidad. Tanta era la confianza del emperador hacia este misionero que le confío la educación musical de sus dos hijos. Muere el 10 de diciembre de 1746 a la edad de 77 años.
[23] www.FAMVI.or.com, SANTOS Y BEATOS. FRANCISCO REGIS CLET.
[24] Andrés Silvestre, C. M. Francisco Regis Clet, Biografía y Correspondencia. Editorial CEME, Salamanca, 2000. p. 41.
[25] Andrés Silvestre, C. M. Francisco Regis Clet, Biografía y Correspondencia. Editorial CEME, Salamanca, 2000. p. 41 ss.
[26] Carta n. 1.
[27] C.M. Padres Vicentinos. San Francisco Regis Clet. Editorial Kimpres Ltda. Bogota, septiembre, 2000. p. 26.
[28] Andrés Silvestre, C. M. Francisco Regis Clet, Biografía y Correspondencia. Editorial CEME, Salamanca, 2000. p. 52.
[29] Carta n. 12. Andrés Silvestre, C. M. Francisco Regis Clet, Biografía y Correspondencia. Editorial CEME, Salamanca, 2000. p. 191 s.
[30] Andrés Silvestre, C. M. Francisco Regis Clet. Op cit., p. 191 s.
[31] Ibid, p. 192.
[32]Carta n. 12. Andrés Silvestre, C. M. Francisco Regis Clet, Biografía y Correspondencia. Editorial CEME, Salamanca, 2000. p. 124.
[33] Ídem, p. 124.
[34] Andrés Silvestre, C. M. Francisco Regis Clet, Biografía y Correspondencia. Editorial CEME, Salamanca, 2000. p. 59.
[35] Carta n. 15. Andrés Silvestre, C. M. Francisco Regis Clet, Biografía y Correspondencia. Editorial CEME, Salamanca, 2000. p. 206.
[36] Vicentiana C. M. San Francisco Regis Clet (1748-1820). Curia General de la C. M., Roma (Italia), 2001. p. 27.
[37] Ibid.
[38] Vicentiana C. M. San Francisco Regis Clet (1748-1820). Curia General de la C. M., Roma (Italia), 2001. p. 28.
[39] Vicentiana C. M. San Francisco Regis Clet (1748-1820). Curia General de la C. M., Roma (Italia), 2001. p. 28.
[40] Andrés Silvestre, C. M. Francisco Regis Clet, Biografía y Correspondencia. Editorial CEME, Salamanca, 2000. p. 95.
[41] Andrés Silvestre, C. M. Francisco Regis Clet, Biografía y Correspondencia. Editorial CEME, Salamanca, 2000. p. 96.
[42] Vicentiana C. M. San Francisco Regis Clet (1748-1820). Curia General de la C. M., Roma (Italia), 2001. p. 28.
[43] Carta n. 63. Andrés Silvestre, C. M. Francisco Regis Clet, Biografía y Correspondencia. Editorial CEME, Salamanca, 2000. p. 334.
[44] Conferencia Latinoamericana de Provincias Vicnetinas (CLAPVI). No. 106, septiembre-diciembre 2000, p. 568.
[45] Andrés Silvestre, C. M. Francisco Regis Clet, Biografía y Correspondencia. Editorial CEME, Salamanca, 2000. p. 102.
[46] Vicentiana C. M. San Francisco Regis Clet (1748-1820). Curia General de la C. M., Roma (Italia), 2001. p. 28.
[47] Conferencia Latinoamericana de Provincias Vicnetinas (CLAPVI). No. 106, septiembre-diciembre 2000, p. 568.
[48] Andrés Silvestre, C. M. Francisco Regis Clet, Biografía y Correspondencia. Editorial CEME, Salamanca, 2000. p. 103.
[49] Carta n. 65. Andrés Silvestre, C. M. Francisco Regis Clet, Biografía y Correspondencia. Editorial CEME, Salamanca, 2000. p. 342.
[50] Andrés Silvestre, C. M. Francisco Regis Clet, Biografía y Correspondencia. Editorial CEME, Salamanca, 2000. p. 104 ss.
[51] Carta n. 65, Andrés Silvestre, C. M. Francisco Regis Clet, Biografía y Correspondencia. Editorial CEME, Salamanca, 2000. p. 341.
[52] Post-scriptum. Andrés Silvestre, C. M. Francisco Regis Clet, Biografía y Correspondencia. Editorial CEME, Salamanca, 2000. p. 344.
[53] Cf. Andrés Silvestre, C. M. Francisco Regis Clet, Biografía y Correspondencia. Editorial CEME, Salamanca, 2000. p. 107.
[54] Ibid. p. 107
[55] Vicentiana C. M. San Francisco Regis Clet (1748-1820). Curia General de la C. M., Roma (Italia), 2001. p. 31.
[56] Carta n. 67, Andrés Silvestre, C. M. Francisco Regis Clet, Biografía y Correspondencia. Editorial CEME, Salamanca, 2000. p. 350 s.
[57] Andrés Silvestre, C. M. Francisco Regis Clet, Biografía y Correspondencia. Editorial CEME, Salamanca, 2000. p. 123.
[58] Andrés Silvestre, C. M. Francisco Regis Clet, Biografía y Correspondencia. Editorial CEME, Salamanca, 2000. p. 124 s.
[59] Vicentiana C. M. San Francisco Regis Clet (1748-1820). Curia General de la C. M., Roma (Italia), 2001. p. 32.
[60] Cf. Andrés Silvestre, C. M. Francisco Regis Clet, Biografía y Correspondencia. Editorial CEME, Salamanca, 2000. p. 125.
[61] Andrés Silvestre, C. M. Francisco Regis Clet, Biografía y Correspondencia. Editorial CEME, Salamanca, 2000. p. 127.
[62] Cf. Annales de la Congrégation de la Misión, t. XXXIV, p. 306 ss. Vicentiana C. M. San Francisco Regis Clet (1748-1820). Curia General de la C. M., Roma (Italia), 2001. p. 60.
[63] Vicentiana C. M. San Francisco Regis Clet (1748-1820). Curia General de la C. M., Roma (Italia), 2001. p. 61 s.
[64] www.FAMVI.or.com, SANTOS Y BEATOS. FRANCISCO REGIS CLET.

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