Autor: Andrés Felipe Rojas, CM

El Miércoles de Ceniza es un acontecimiento importante para nuestro pueblo católico, personas que nunca van a la Iglesia se acercan a los templos para ser marcados con ceniza, ya sea por superstición, por fe, o porque conocen el verdadero sentido de esta celebración, que marca el inicio del tiempo de la cuaresma.

En muchos lugares como Brasil o Colombia, el miércoles de ceniza esta antecedido por una serie de carnavales, una tradición cultural que implicaba pecar en estas fiestas paganas para luego entrar en un momento de reflexión y penitencia, palabras más, palabras menos como reza el dicho popular: el que peca y reza empata.

¿Qué de nuevo nos puede decir una tradición milenaria en nuestros días? (cfr. Daniel 9, 3)

Christian Jürgensen en 1820 clasificó los periodos prehistóricos, conforme al desarrollo técnico en el uso de algunos materiales, es así como la era de piedra, de bronce y de hierro fueron los nombres para dividir la historia de nuestros antepasados.

Hoy me atrevo a decir que vivimos en la era de la “ceniza”, una época marcada por el desarrollo técnico en todos los metales del mundo, pero infravalorando la vida humana; es como si hubiéramos encendido todo el universo con un gran incendio de inventos, contaminación, ingeniería, grandes construcciones, tecnologías, entre otros y estemos sacando de los escombros, un hombre hecho instrumento de trabajo, materializado, frágil, mediatizado y sin la capacidad de discernimiento, pues esa capacidad inherente la ha dejado en manos de los medios masivos de comunicación.

En gran parte del mundo occidental, la educación, la ciencia, el gobierno, la economía, el arte, la ética, etc. presumen ser demasiado fuertes, en los últimos años hemos sido testigos de cómo todo lo que antes en el universo era inexplicable, ha sido revelado; han creado un sistema económico y político que se considera sólido, y en general la población se cree emancipada de lo que antes consideraban tabú o esclavitud; pero paradójicamente el efecto búmeran se ha vuelto en contra del ser Humano, dudoso y preocupado, absorbido por lo que lo rodea y cuyo futuro parece cada vez más incierto.

Nunca antes, la sociedad ha vivido un grado de insatisfacción como en estos tiempos postmodernos, la crisis ha llevado a que las enfermedades psíquicas (depresión, estrés, etc.) infecten hasta a los más jóvenes. Si bien William Shakespeare decía que el mundo era un escenario y todos éramos actores, que la felicidad dependía de que tan bien asumíamos nuestro papel, la sociedad actual ha aprendido a ser demasiado superficial, encantada por la luz del consumismo y aceptando con vehemencia todo lo que pongan sobre su mesa.

Bien, hasta ahí el panorama de lo que hemos bautizado: la era de la ceniza.

Volver a Dios es un constante discernimiento espiritual, donde nos preguntamos ¿Por qué es necesario Dios? ¿Qué parte de mi humanidad dejé cuando me aparté de él? ¿qué tan humanos somos cuando olvidamos nuestra parte espiritual?

Hemos dicho que el hombre es fácilmente manipulable, también lo es en el campo espiritual, y es por eso que vemos en América Latina una creciente oferta en el campo religioso, muchos “empresarios de la fe” incursionan en el campo de las sectas para asegurar su imperio financiero; y tristemente ante un hombre susceptible y frágil cualquier muestra de seguridad y confianza lo hace inclinarse ante un Dios que asegura el futuro y el presente a partir de dadivas. Pero esta manipulación se puede presentar también en nuestra Iglesia Católica, cuando hay largas filas de personas para recibir la ceniza, pero la mayoría no tienen ni idea de lo que significa, lo hacen más por temor o por costumbre. que por convicciones sanas.

Realmente es necesario insistir en la fragilidad del hombre contemporáneo, que al igual que la ceniza se diluye fácilmente entre el agua (la sociedad líquida), corre el peligroso riesgo de ser diluido en la colectividad, de perder su singularidad y su lugar en el mundo, absorbido en el mundo laboral, social y financiero. Rescatar al ser humano de esa corriente de agua, deber ser el mensaje del día de mañana.

El Ayuno, la Caridad, la Penitencia y la oración, siguen hablando al mundo, pero de manera distinta.

  • El Ayuno nos está haciendo un llamado urgente a volver la mirada hacía los que ayunan, no por piedad sino por obligación; los pobres están reclamando, de alguna manera, el alimento que en nuestra sociedad se desperdicia por toneladas. Ayunar de carne, para comer pescado, no tiene ningún sentido, y más cuando el pescado es más costoso que otras carnes, y cuando no soy consciente del hambre de mi hermano que sufre.
  • La caridad, traducida como amor, es el legado perenne de Cristo que exige la renuncia del individualismo, para sentir con el otro, ser capaz de sentir compasión, dolor de entrañas, ante el que esta en la calle o quién sufre abuso de cualquier tipo, inclusive con el pobre que esta bajo el mismo techo que yo. El padre Ignacio Larrañaga decía que pobreza es carencia de… amor, dinero, compañía, etc. Cuando yo soy capaz de llenar un espacio en el otro, estoy haciendo caridad.
  • El sentido penitenciario de la cuaresma, no nos debe llevar a poner más cargas sobre las espaldas al hombre y la mujer de hoy, sino invitar a hacerse consciente de aquello que les está robando la paz y la libertad, para ocuparse en lo que verdaderamente importa: el hombre y su relación con su Creador y su prójimo. El hombre no puede huir de la cruz que asume cuando se pone del lado de la justicia, la caridad y la verdad, al contrarío debe ayudar a cargar a sus contemporáneos, la pesada cruz que implica la renuncia de los valores de este mundo, para vivir en sintonía con los valores del Reino de Dios.
  • Finalmente, la oración: en la sociedad del ruido, el silencio es importante, darme mi espacio para hablar con Dios, ese Padre que habla en el silencio, que se dirige al hombre, como lo hizo con Moisés en el monte Horeb (Ex. 3) y que se manifiesta en la brisa indetectable que percibió Elías (1 Re. 9, 3-15), o en lo alto de una montaña como lo hizo Jesús. Esas Teofanías son únicas, pero siempre repetibles, cada día en lo cotidiano de mi vida percibo como Dios me habla cuando dejo por un momento de preocuparme de las cosas que me rodean, para ocuparme en el aquí y el ahora de mi existencia. Es en últimas la oración es una evaluación desde el amor, ¿Qué tanto estoy amando y dejándome amar?

La ceniza me debe recordar la fragilidad que me hace fuerte en medio de una sociedad frágil y propensa a las caídas. Dijo san Pablo “en la flaqueza se muestra tu fortaleza” (cfr. 2 Cor. 12, 9)

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Por P. Andrés Felipe Rojas, CM

Sacerdote Misionero de la Congregación de la Misión, Provincia de Colombia. Fundador y Director de Corazón de Paúl. Escritor de artículos de teología para varias paginas web, entre ellas Religión Digital. Autor de varias novenas y guiones litúrgicos. Actualmente párroco del Santo Cristo de Guaranda (Sucre)

Un comentario en «El significado de la ceniza en nuestros días»

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