Por Andrés Felipe Rojas Saavedra, CM

Después de más de 30 años de propaganda engañosa y de malos testimonios, la teología de la Liberación quedó sepultada, silenciada y se volvió una secta perdida entre los religiosos y religiosas que guardaban en su corazón las añoranzas de una Iglesia del lado de Cristo presente en los pobres e interesado por su causa.

Leonardo Boff dijo alguna vez que, con la Teología de Liberación, la teología salió a las calles y se encontraba en las conversaciones de la gente del común. Pero hoy somos testigos como en América Latina se presenta una teología espiritualoide, ajena a la realidad, de espaldas a los pobres y con una visión de Jesucristo contraria a los Evangelios.

Tristemente la Teología de la Liberación en el pasado, y hoy también, fue y es considerada como una teología iluminada por el marxismo, la lucha de las clases y con tendencia bélica; preocupación que se manifiesta en la instrucción sobre la Teología de la Liberación del 6 de agosto de 1964, donde se presenta todos estos problemas descritos anteriormente. Pero la espiritualidad de la Teología de la Liberación y algunos aspectos fundamentales de su quehacer profético en América fue aprobada por la Congregación para la Doctrina de la fe, dos años más tarde en 1986, por el mismo Papa Juan Pablo II, que vió con buenos ojos un pensamiento que se pusiera del lado de la liberación del hombre, haciendo eco a que el Evangelio en sí mismo es liberador.

Por su puesto que dicho documento pone de frente unas directrices que son convenientes tener presentes para evitas desfaces y problemas con el magisterio y la doctrina social de la Iglesia.

El supuesto de que “toda teología es liberadora”, no es tan cierta en estos tiempos de grandes cambios y agitaciones; y más cuando de alguna manera, los “teólogos” o quienes hace sus veces, canonizan modelos políticos y económicos que esclavizan al hombre y la mujer modernos.

Hoy se requiere, más que nunca, una Iglesia que se ponga del lado de los pobres y marginados, y que promueva una praxis liberadora y un discurso profético que se oponga a todos esos principios que rigen el mundo de hoy y se oponen a la libertad del hombre.

En algunos lugares la Iglesia perdió el terreno en las universidades públicas, con los sindicatos, con los campesinos, los obreros y en ultimas se quedó anquilosada en los templos denunciando temas de menor importancia, es cierto y eso no hay que dudarlo que la actividad caritativa de la Iglesia sigue imponiéndose por encima de otras instituciones. Bancos de alimentos, pastoral social, programas de vivienda, centros de rehabilitación y otros son campos propios en que la Iglesia desarrolla su misión cristiana.

Muchas personas mandan a callar a los miembros de la Iglesia cuando asumen posiciones políticas, porque consideran que el campo social es ajeno al campo espiritual. Pero hay quienes consideramos que la iglesia debe ser apartidista pero nunca apolítica, deseamos que su posición del lado de los pobres sea más clara y evidente, y  no puede quedarse neutral ante políticas y principios que van contra de la clase obrera, campesina y pobre.

¿Dónde esta la Iglesia para frenar los vejámenes de las fuerzas armadas que están maltratando al vendedor ambulante? ¿Dónde está para pronunciarse en contra de políticos que están abiertamente a favor de la guerra y la muerte? ¿Dónde están los cristianos que no se rasgan las vestiduras por los centenares de muertos que dejan el conflicto armado en el país (Colombia- Venezuela- Nicaragua, etc.)?

Por eso es necesario resucitar aquella teología que en el pasado puso en marcha a los curas y monjas, no sólo para llevar la Comunión o para hacer misiones que cuenten cuantos católicos tienen los sacramentos, sino para denunciar los sistemas injustos, las leyes aberrantes y los principios que buscan imponerse en contra de la vida y la justicia.

Con esta nueva Teología de la Liberación, no sólo se pretende seguir acompañando al pobre en su realización personal y en la búsqueda mancomunada por rescatar su dignidad, sino rescatar al ser humano sumergido en un modo de vivir que lo ha vuelto esclavo de la tecnología, el dinero y el individualismo.

Estamos frente a un mundo cada vez más deshumano, que ha perdido el horizonte, que piensa en sí mismo olvidándose del prójimo y que pretenden entrar al Reino de Dios con buenas intenciones.

Algunos de los aspectos en los que debe trabajar el nuevo teólogo de la liberación:

  • En la transformación del hombre que es cada vez más indolente, indiferente, insensato, incapaz de entender que en quienes sufren esta el verdadero rostro de Cristo.
  • En la tierra y los animales que también requieren atención, en un mundo que se está yendo de bruces contra su casa común, pero esto sin olvidar que la naturaleza y los animales nunca podrán suplantar el puesto que le corresponde al ser Humano.
  • En el verdadero sentido de la vida, que se ha convertido en un valor relativo y que debe ser defendida desde la concepción hasta la muerte, sin importar su condición social, su raza, su género, etc. Nunca un cristiano podrá estar a favor de la pena de muerte o de la justificación de la guerra para el beneficio de otros.
  • En la lucha por la desigualdad, en la denuncia de aquellos que tienen y son incapaces de dar para que otros puedan vivir mejor.
  • En la denuncia categórica y sistemática de las políticas de muerte y los sistemas totalitaristas de derechas y de izquierdas que se imponen al hombre como ideales de sociedad.
  • En la visión de un Cristo milagroso, ajeno a la realidad del pobre, que ofrece prosperidad a quienes diezman, que exige un culto estricto y que esta más preocupado por los pecados morales que los sociales que afectan al hombre.
  • En la liberación del hombre del hedonismo, de la pansexualidad, del mercado humano, de la pornografía y del culto al cuerpo.
  • En última en la humanización y recuperación de los valores que una vez proclamó el mismo hombre para hacer de este mundo un lugar habitable.

Finalmente, el cristiano de hoy, encabezado por los laicos (la gran mayoría en la Iglesia) tendrá que ponerse en marcha por la recuperación social de aquellos que viven en las periferias de nuestras ciudades y preocuparse por la felicidad y el bienestar del hombre y la mujer. Hoy el laico tiene que convertirse en profeta y denunciar aquellos que se han sentado en la “cátedra de Moisés” y predican una cosa y hacen otra. Aquellos que se consagraron una vez a Dios dentro de la Iglesia deben recuperar su puesto en una sociedad que requiere el calor humano y espiritual de Dios en un mundo confuso y deshumanizado.

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Por P. Andrés Felipe Rojas, CM

Sacerdote Misionero de la Congregación de la Misión, Provincia de Colombia. Fundador y Director de Corazón de Paúl. Escritor de artículos de teología para varias paginas web, entre ellas Religión Digital. Autor de varias novenas y guiones litúrgicos. Actualmente párroco del Santo Cristo de Guaranda (Sucre)

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