Por: Andrés Felipe Rojas Saavedra, CM

Una curiosa investigación que me llevó a comprender la figura de Pedro en el cuarto Evangelio y descubrir que en dicho Evangelio Pedro nunca traicionó a Jesús, te invitamos a leer este apasionado artículo escrito en forma de entrevista. 

Escudriñando la Palabra de Dios, no daré más que pataletas en un océano inmenso de investigación Bíblica, pero me atrevo a afirmar, en una lectura sosegada, lenta y reiterada, una hipótesis que me ha ido sonando en la cabeza desde hace mucho tiempo.

¿Por qué me interesé por esta investigación?

El Evangelio de Juan es uno de los más enigmáticos escritos del Nuevo Testamento, los discursos, los diálogos y los personajes se revisten de una trama singular, alguna vez afirme que nos encontrábamos frente, al quizá, más antiguo libro cristológico y no frente a un Evangelio.

En este cuarto Evangelio, el personaje que más me llaman la atención es Pedro, un protagonista, un convencido, un verdadero líder… me era imposible pensar que Juan compartiera con los Evangelios sinópticos (Marco, Mateo y Lucas) la renombrada y misteriosa tradición sobre la “negación petrina”

¿Qué curiosidad hay en los relatos de la pasión?

Algunos exégetas, han sostenido que una de las tradiciones orales más extendidas entre los primeros cristianos fue la pasión y muerte de Jesucristo, se trataría del primer relato escrito y como pasa con Marcos, el más extenso.

Sin duda los cuatro evangelistas tienen más puntos de encuentro en la Pasión que en los demás relatos, incluso al momento de utilizar el sincretismo veterotestamentario, es decir, juntos coinciden en asociar la pasión de Cristo con los grandes poemas del sirvo sufriente de profeta Isaías en los capítulos 42 y siguientes; cosa que no sucede en los relatos de la infancia de Lucas y Mateo que utilizan diferentes fuentes veterotestamentarias y ponen de protagonistas diferentes personajes (prometo tratar éste tema cerca a la navidad).

A medida que me adentraba en sórdida investigación, fui descubriendo varios elementos importantes, que solo pueden aparece en una investigación sosegada y detallada.

¿Qué me llevó a convencerme más de dicho hallazgo?

Sólo me faltaba una ficha en este inmenso rompecabezas mental, al proponer en el comedor mi hipótesis, salían varias refutaciones que me sirvieron para ir solidificando mis argumentos. ¿Qué novedad encontraba en el personaje «Pedro» a diferencia de los demás evangelios? Esa fue la verdadera clave incisiva para desarrollar el trabajo.

En los sinópticos se presenta constantemente el fracaso discipular, la necedad incluso de los más cercanos: sus discípulos; Ejemplo de esto lo encontramos en las confrontaciones que se dan luego de los tres anuncios de la pasión. Antes del primer anuncio, los tres presentan la llamada manifestación de fe petrina “Tú eres el Mesías” (Cfr. Mc 8, 29 y paralelos) que Mateo, a diferencia de los demás, pondrá en labios de Jesús la famosa misión de Pedro, la de atar y desatar en el cielo y en la tierra (Mt. 16, 9) conocida porque le valió a Pedro, ser el encargado del portón celestial.

Pero Jesús, al revelar su verdadera misión como Mesías, no al estilo político-militar, sino al estilo profético-marginal, los relatos se tornan oscuros y confusos alrededor de Pedro, aquel que sólo el Ev. De Mateo llamó “bienaventurado”, será llamado satanás, con las mismas palabras que fueron usadas para apartar al personaje siniestro de las tentaciones: “apártate de mí” o cómo algunos afirman “ponte detrás de mí”.

Pero en Juan no existe tal afirmación, Pedro nunca es llamado satanás, nunca es presentado de manera confusa, talvez la comunidad joánica tenía un cierto recelo o respeto por la persona de Pedro, que les sería imposible mostrarlo frágil o dudoso. Inclusive en el primer capítulo adquiere su nuevo nombre, que representaría además su misión entre la comunidad (cfr. Jn 1, 42), Cefas (=piedra) roca firme que es capaz de confirmar en la fe a sus hermanos y apacentar el rebaño (cfr. Lc 23, 22; Jn 21, 17).

En Juan no hay anuncios de la pasión, como vimos en los sinópticos, pero si un evento que algunos han llamado la “crisis de Galilea” cuando a consecuencia del discurso del Pan de Vida del capítulo 6, muchos deciden abandonar a Jesús, y el volviéndose a sus doce “fieles” les pregunta si también desean abandonarlo, Pedro en cabeza del grupo responde magistralmente “a quién iremos si sólo tú tienes Palabras de Vida eterna” (Jn. 6, 68) y cómo si fuera intencional Jesús revela al “diablo” entre sus discípulos, no se trata de Pedro, sino de Judas.

Alguno de mis queridos lectores podrá preguntarse sobre el episodio de “Jesús camina sobre el agua” que antecede el discurso del capítulo 6, el Evangelio de Mateo, presentan a Pedro caminando sobre las aguas, dudando y hundiéndose, por su falta de fe ¡Qué les parece! En el Evangelio de Juan esa parte es omitida.

¿Qué pude concluir frente a todo este material petrino comparado con los sinópticos?

Que es imposible, presentar a Pedro como un discípulo débil o temeroso, como sí lo hacen los sinópticos, de manera especial Mateo, que hace constantemente ahincó en la falta de fe de Pedro (tema que será para una próxima investigación)

Pedro no es un gran interlocutor en el cuarto Evangelio, su próxima aparición será en el llamado lavatorio de pies, donde ilustre diálogo es bien conocido por nosotros, Jesús vuelve afirmar la pureza de los apóstoles y la pena recae sobre aquél que aún no está limpio: Judas (cfr. Jn. 13, 10).

Nos vamos acercamos al corazón de esta investigación.

¿Cómo comprendí los versículos 36-38 del capítulo 13?

Sin duda éste era el gran meollo del asunto, Jesús les habla a sus discípulos de su partida terrena, unas expresiones confusas y misteriosas, que los discípulos tampoco entendían. Pedro pregunta ¿A dónde vas? Jesús le dice: a donde yo voy no podrás seguirme por ahora, lo harás más tarde. Pedro replica de una forma un poco acelerada: quiero seguirte ahora, daré mi vida por ti. Jesús le responde: ¿Qué darás la vida por mí? Te aseguro que antes de que cante el gallo, me negarás tres veces (Cfr. 13, 36).

Me permití expresar con mis propias palabras este diálogo, fiel a las traducciones católicas más comunes, ustedes mismos pueden acercarse al texto. La clave para entenderlo está en la razón de negar a Jesús en ese momento, y es precisamente, que Pedro no se puede adelantar a la muerte, ser testigo de Jesús en un momento crucial, de condena, podría llevar al arresto y muerte de los demás discípulos; el mismo Evangelio de Juan, presenta a un Jesús prisionero pero victorioso porque no ha dejado que ninguno de los que el Padre le ha confiado se perdiera, tal vez por eso la petición de Jesús frente a sus cautivadores: “dejen que éstos se vayan” (18, 8) Pedro hasta el último momento se ve dispuesto a pelear por su Maestro, capaz de desenvainar la espada y atacar a los sirvientes de los sumos sacerdotes.

En conclusión, en vez de una recriminación por la negación, parece que se tratase de una advertencia o petición de Jesús, para que Pedro no se adelantará a su sacrificio.

¿Qué me aportó el relato de la negación?

Cuando inicié esta investigación, comparé los otros Evangelios y me percaté que hay un dato somero, pero bastante diciente en los sinópticos, se trata del «llanto amargo de Pedro», un llanto que refleja el fracaso, el dolor y la pena por haber traicionado a Jesús. Aspecto que pareciese conocer Juan, pero que de manera intencional omite en su propio relato.

El relato de la negación se da, cómo en una película de nuestro tiempo, alternando escenas, mientras el lector avanza en los versículos 15 del capítulo 18, se va dando cuenta como el escritor sagrado va cambiando una y otra vez de escena y personajes, presenta a un Jesús erguido, majestuoso y firme confesando su misión ante Anás; y en otro plano presenta a Pedro, en la puerta, dialogando con los sirvientes y guardias al lado de una fogata. Mientras uno afirma sin vestigio de duda, el otro se presenta como un anónimo que desconoce su propio ser: no lo soy, a diferencia de Jesús que afirmó durante todo el Evangelio el famoso Ergo Sum (Yo Soy, titulo divino utilizado en el cuarto Evangelio)

La escena termina con el canto de un gallo, significa a mi modo de ver, el fin de la oscuridad, el gallo entona solemnemente el inicio de la mañana, cuando el Maestro se manifestará glorioso al mundo, levantado sobre el árbol de la cruz, atrayendo a todos hacía Él, afirmaciones que el mismo Juan utiliza para referirse a la controversial Hora de dicho Evangelio.

¿Qué me quedó de enseñanza?

Yo no soy más que un fanático de las Escrituras, como pueden ver no cite a ningún autor, me dedique a hacer una lectura personal, desconozco si alguien antes ha tratado dicha hipótesis, en lo que a mi concierne fue una pequeña investigación a partir de una reiterada lectura sobre los textos de la pasión de Jesús.

Algunos afirman que como Pedro negó tres veces a Jesús. Jesús resucitado, interrogará a Pedro tres veces sobre su amor, una forma de reparar la negación, o algo así. La verdad no soy amigo de esa interpretación, no me gusta. Primero el capítulo 21 de Juan es un apéndice, es decir un capítulo agregado posteriormente, razón por la cual tenemos dos conclusiones en dicho Evangelio, la que antecede al capítulo 21 y con la que finaliza dicho capítulo.

La razón por la que se escribió dicho capítulo, y esto unido a otros exégetas y expertos en la materia, es para explicar la muerte del discípulo amado, desconocido y que algunos han asociado con Juan, pero también para dar a entender el momento de confesión de Pedro, es decir su muerte.

Si bien en el capítulo 13, Jesús le dice a Pedro, “hombre no sea tan acelerado, espere que ya le va a llegar su hora” (coloquial), en el diálogo del capítulo 21, Jesús le recuerda que la hora de dar la vida por Él, ya ha llegado. Incluso el mismo evangelista lo manifiesta de forma literal, cuando dice: “lo decía indicando con qué muerte había de glorificar a Dios” (21, 19)

Dicho diálogo goza de una riqueza inigualable, personalmente es uno de mis textos favoritos, lo leo con tanta pasión que incluso me estremezco interiormente recreando dicha escena fascinante.

El relato está escrito en el original griego, lengua en la que están escritos los manuscritos más antiguos del Nuevo testamento. Jesús le pregunta a Pedro ¿Agapas me? (=me amas) la palabra Ágape era usada por los griegos para hablar de un amor más trascendente, más puro, más donativo, el amor de Dios a la humanidad. Pedro no responde con “Agapas se” sino con “Filo se” (=te quiero) Filo es un amor de hermanos, de familia, pero que no va más allá de entregar la vida por el otro. Así continua la segunda interrogación, pero el diálogo tiene un giro inesperado cuando Cristo pregunta por tercera vez “Filo me” y Pedro se entristece, no porque haya sido la tercera vez que le pregunta, sino porque le dice “filo me” y Pedro no responde con “agapas se” sino nuevamente le dice: “Señor tu lo sabes todo filo se

Jesús lo deja de interrogar y sigue con la profecía sobre su muerte, te atarán y te llevarán donde no quieras, concluye finalmente dicho relato con una solemne invitación: fecunda, llena de vida, elocuente, que encierra de manera grandiosa el primer llamado en el capítulo primero con las últimas palabras del Maestro, Jesús le dice a Pedro: ¡tú sígueme! Realmente espectacular…

Bueno espero que haya sido amena la lectura de ésta sustanciosa investigación, utilice un método de preguntas y respuestas que yo mismo fui formulando y respondiendo. Muchas gracias.

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Por P. Andrés Felipe Rojas, CM

Sacerdote Misionero de la Congregación de la Misión, Provincia de Colombia. Fundador y Director de Corazón de Paúl. Escritor de artículos de teología para varias paginas web, entre ellas Religión Digital. Autor de varias novenas y guiones litúrgicos. Actualmente párroco del Santo Cristo de Guaranda (Sucre)

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