CELEBRACIÓN DOMINICAL EN FAMILIA
Quinto Domingo de Cuaresma

Nota importante: lo que está en color rojo, son las indicaciones, no debe leerse en voz alta. 

El que dirige la celebración, los lectores y el salmista deben ensayar convenientemente los respectivos textos que se van a proclamar en la celebración familiar.

En el momento determinado, se congrega la familia en el lugar dispuesto para dar inicio a la celebración.

RITOS INICIALES

Canto

Todos se santiguan diciendo:

En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo

Todos responden:

Amén

Saludo

El que dirige la celebración saluda con estas o parecidas palabras:

Hermanos, Jesús, que nos llama a la conversión, esté con nuestra familia.

Todos responden:

Bendito seas por siempre, Señor

Acto Penitencial

El que dirige la celebración invita a los presentes al arrepentimiento diciendo:

Jesucristo intercede por nosotros y nos reconcilia con el Padre. Abramos nuestro espíritu al arrepentimiento, para recibir con corazón limpio la Palabra de Dios.

Se hace un momento de silencio

Después, todos hacen en común la confesión de los pecados:
Jesús mi Señor y redentor, yo me arrepiento de todos los pecados…

Oración

Terminado el acto penitencial el que dirige la celebración dice:

Oremos

Todos oran en silencio por un momento. Seguidamente, el que dirige la celebración, sin extender las manos, dice la oración colecta de este domingo:

Seguros de tu ayuda y caminando con fervor, te pedimos nos concedas, Señor Dios nuestro, vivir en el mismo amor que llevó a tu Hijo a entregarse a la muerte por la salvación del mundo. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo,
que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.

Todos responden:

Amén

LITURGIA DE LA PALABRA

El lector de la primera lectura, si ha sido posible tener la Sagrada Biblia, la toma con respeto, abre y lee el texto correspondiente, mientras los demás están sentados.

Primera Lectura:

Lectura de la profecía de Ezequiel (37,12-14)

ESTO dice el Señor Dios:
«Yo mismo abriré sus sepulcros, y los sacaré de ellos, pueblo mío, y los llevaré a la tierra de Israel.
Y cuando abra sus sepulcros
y los saque de ellos, pueblo mío, comprenderán que soy el Señor. Pondré mi espíritu en ustedes y vivirán; los estableceré en su tierra
y comprenderán que yo, el Señor,
lo digo y lo hago” – oráculo del Señor-».

Palabra de Dios, Te alabamos, Señor

Salmo responsorial: Sal 130(129),1-2.3-4.5-6ab.6c-8
V/. Del Señor viene la misericordia, la redención copiosa.

Desde lo hondo a ti grito, Señor; Señor, escucha mi voz;
estén tus oídos atentos a la voz de mi súplica. R.

Si llevas cuenta de los delitos, Señor,
¿quién podrá resistir?
Pero de ti procede el perdón, y así infundes temor. R.

Mi alma espera en el Señor, espera en su palabra;
mi alma aguarda al Señor, más que el centinela la aurora. Aguarde Israel al Señor,
como el centinela la aurora. R.

Porque del Señor viene la misericordia, la redención copiosa;
y él redimirá a Israel
de todos sus delitos. R.

Segunda Lectura

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos (8,8-11)

HERMANOS:

Los que están en la carne no pueden agradar a Dios. Pero ustedes no están en la carne, sino en el Espíritu, si es que el Espíritu de Dios habita en ustedes; en cambio, si alguien no posee el Espíritu de Cristo no es de Cristo.

Pero si Cristo está en ustedes, el cuerpo está muerto por el pecado, pero el espíritu vive por la justicia. Y si el Espíritu del que resucitó a Jesús de entre los muertos habita en ustedes, el que resucitó de entre los muertos a Cristo Jesús también dará vida a sus cuerpos mortales, por el mismo Espíritu que habita en ustedes.

Palabra de Dios, Te alabamos, Señor

El que va a leer el Evangelio, toma la Sagrada Escritura y, omitiendo el saludo, dice solamente:

Escuchen, hermanos, el santo Evangelio según san Juan (11,1-45)

EN aquel tiempo, había caído enfermo un cierto Lázaro, de Betania, la aldea de María y de Marta, su hermana.

María era la que ungió al Señor con perfume y le enjugó los pies con su cabellera; el enfermo era su hermano Lázaro.
Las hermanas le mandaron recado a Jesús diciendo:
«Señor, el que tú amas está enfermo». Jesús, al oírlo, dijo:
«Esta enfermedad no es para la muerte, sino que servirá para la gloria de Dios, para que el Hijo de Dios sea glorificado por ella».
Jesús amaba a Marta, a su hermana y a Lázaro. Cuando se enteró de que estaba enfermo se quedó todavía dos días donde estaba.
Solo entonces dijo a sus discípulos:
«Vamos otra vez a Judea». Los discípulos le replicaron:
«Maestro, hace poco intentaban apedrearte los judíos, ¿y vas a volver de nuevo allí?».
Jesús contestó:
«¿No tiene el día doce horas? Si uno camina de día no tropieza, porque ve la luz de este mundo; pero si camina de noche tropieza, porque la luz no está en él».
Dicho esto, añadió:
«Lázaro, nuestro amigo, está dormido; voy a despertarlo». Entonces le dijeron sus discípulos:
«Señor, si duerme, se salvará».
Jesús se refería a su muerte; en cambio, ellos creyeron que hablaba del sueño natural.
Entonces Jesús les replicó claramente:
«Lázaro ha muerto, y me alegro por ustedes de que no hayamos estado allí, para que crean. Y ahora vamos a su encuentro».
Entonces Tomás, apodado el Mellizo, dijo a los demás discípulos:
«Vamos también nosotros y muramos con él».
Cuando Jesús llegó, Lázaro llevaba ya cuatro días enterrado.
Betania distaba poco de Jerusalén: unos quince estadios; y muchos judíos habían ido a ver a Marta y a María para darles el pésame por su hermano.
Cuando Marta se enteró de que llegaba Jesús, salió a su encuentro, mientras María se quedó en casa. Y dijo Marta a Jesús:
«Señor, si hubieras estado aquí no habría muerto mi hermano. Pero aún ahora sé que todo lo que pidas a Dios, Dios te lo concederá».
Jesús le dijo:
«Tu hermano resucitará». Marta respondió:
«Sé que resucitará en la resurrección en el último día». Jesús le dijo:

«Yo soy la resurrección y la vida: el que cree en mí, aunque haya muerto, vivirá; y el que está vivo y cree en mí, no morirá para siempre. ¿Crees esto?».
Ella le contestó:
«Sí, Señor: yo creo que tú eres el Cristo, el Hijo de Dios, el que tenía que venir al mundo».
Y dicho esto, fue a llamar a su hermana María, diciéndole en voz baja:
«El Maestro está ahí y te llama».
Apenas lo oyó se levantó y salió adonde estaba él, porque Jesús no había entrado todavía en la aldea, sino que estaba aún donde Marta lo había encontrado. Los judíos que estaban con ella en casa consolándola, al ver que María se levantaba y salía deprisa, la siguieron, pensando que iba al sepulcro a llorar allí. Cuando llegó María adonde
estaba Jesús, al verlo se echó a sus pies diciéndole:
«Señor, si hubieras estado aquí no habría muerto mi hermano».
Jesús, viéndola llorar a ella y viendo llorar a los judíos que la acompañaban, se conmovió en su espíritu, se estremeció y preguntó:
«¿Dónde lo han enterrado?». Le contestaron:
«Señor, ven a verlo».
Jesús se echó a llorar. Los judíos comentaban:
«¡Cómo lo quería!». Pero algunos dijeron:
«Y uno que le ha abierto los ojos a un ciego, ¿no podía haber impedido que este muriera?».
Jesús, conmovido de nuevo en su interior, llegó a la tumba. Era una cavidad cubierta con una losa. Dijo Jesús:
«Quiten la losa».
Marta, la hermana del muerto, le dijo:
«Señor, ya huele mal porque lleva cuatro días». Jesús le replicó:
«¿No te he dicho que si crees verás la gloria de Dios?». Entonces quitaron la losa.
Jesús, levantando los ojos a lo alto, dijo:
«Padre, te doy gracias porque me has escuchado; yo sé que tú me escuchas siempre; pero lo digo por la gente que me rodea, para que crean que tú me has enviado».
Y dicho esto, gritó con voz potente:
«Lázaro, sal afuera».
El muerto salió, los pies y las manos atados con vendas, y la cara envuelta en un sudario. Jesús les dijo:

«Desátenlo y déjenlo andar».
Y muchos judíos que habían venido a casa de María, al ver lo que había hecho Jesús, creyeron en él.

Palabra del Señor, Gloria a ti, Señor Jesús

Reflexión

Si el Párroco, Pastor de la comunidad, ha enviado la homilía para este día, se lee o escucha, según el caso; con ella se expresa también la comunión con la Iglesia parroquial, de la cual se es parte viva.
En su defecto se lee la reflexión que se ofrece a continuación:

La esperanza en el cumplimiento de la promesa Divina es inminente, la Pascua se acerca, con el tema central de la Resurrección, fundamento de nuestra fe.

Hoy se destaca la misericordia de Dios que, en el pasaje de la resurrección de Lázaro, anticipa la de nuestro Señor Jesucristo. Todo se da en el contexto de la comunidad que contempla este acontecimiento salvífico que transforma el seno de la humanidad, lo que parecía imposible, Dios lo hace posible a la vista de todos, es Señor de la Vida en un ambiente de Muerte.

La Palabra de hoy es enseñanza de vida en la Resurrección. El Señor no está ausente de la comunidad que sufre en lo cotidiano, que se angustia ante el fenómeno de la declaración de emergencia sanitaria por el virus nos rodea, sino que, por el contrario, se hace presente, se conmueve, ruega al Padre y Éste se manifiesta en favor de los que lloran y de los que sufren, es el cumplimiento de la promesa de bendición, también para el hombre de hoy.

¿Cuál es el sentido de mi existencia hoy? ¿Creo en la promesa de acompañamiento de Dios? ¿Creo y deseo ser resucitado por el Señor? ¿Espero y confío siempre en la presencia y ayuda del Señor que es Camino, Verdad y Vida?

Acabada la homilía se hace un momento de silencio para que cada uno haga eco interior de la Palabra proclamada y reflexionada.

Credo

Después, se hace la profesión de fe:
Creo en Dios, Padre Todopoderoso, Creador del cielo y de la tierra.
Creo en Jesucristo, su único Hijo,
Nuestro Señor, que fue concebido por obra y gracia del Espíritu Santo, nació de Santa María Virgen;
Padeció bajo el poder de Poncio Pilato,

fue crucificado, muerto y sepultado, descendió a los infiernos,
al tercer día resucitó de entre los muertos,
subió a los cielos y está sentado a la derecha de Dios, Padre todopoderoso.
Desde allí ha de venir a juzgar a los vivos y a los muertos.

Creo en el Espíritu Santo,
la santa Iglesia católica, la comunión de los santos, el perdón de los pecados,
la resurrección de la carne y la vida eterna.

Amén.

Oración de Fieles

Oremos al Dios vivo y verdadero que resucitó a Jesucristo de entre los muertos, y aclamémosle con fe diciendo:

R. Dios de la vida y la resurrección, escucha nuestra oración.

• Por el Papa, los obispos, sacerdotes, diáconos, fieles laicos para que, en el ejercicio de su misión, realicen todas sus acciones para la mayor gloria de Dios. Roguemos al Señor.

• Por los gobernantes de las naciones para que procuren el bienestar de quienes, a causa de la epidemia que vivimos, están necesitados, enfermos, desahuciados, moribundos y así ofrezcan un cuidado digno a cada uno de ellos. Roguemos al Señor.

• Por nuestros familiares y amigos que sufren la ausencia de sus seres queridos para que el Señor infunda esperanza en medio del dolor y consolación frente a sus penas. Roguemos al Señor.

• Por los pobres y marginados para que, superadas las dificultades de cada día con la solidaridad de los hermanos, sean fortalecidos en el amor. Roguemos al Señor.

• Por nosotros aquí reunidos para que, abandonando las tinieblas de nuestro egoísmo, sigamos la Luz de Jesús. Roguemos al Señor.

Se pueden hacer otras intenciones familiares

Oración conclusiva

Dios Padre, misericordioso atiende benigno, estas súplicas que te presentamos con fe. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.

PADRE NUESTRO

El que dirige la celebración dice:

Unámonos a la Iglesia suplicante, a través de las palabras que Cristo nos enseñó.

Todos:

Padre nuestro,
que estás en el cielo,
santificado sea tu Nombre;
venga a nosotros tu reino;
hágase tu voluntad
en la tierra como en el cielo.

Danos hoy nuestro pan de cada día;
perdona nuestras ofensas,
como también nosotros perdonamos
a los que nos ofenden;
no nos dejes caer en la tentación,
y líbranos del mal.

Amén

COMUNIÓN ESPIRITUAL

A continuación, se manifiesta el deseo de recibir a Jesús en la Eucaristía de modo espiritual

Todos:

Creo, Jesús mío, que estás real y verdaderamente en el cielo y en el Santísimo Sacramento del Altar.

Te amo sobre todas las cosas y deseo vivamente recibirte dentro de mi alma, pero no pudiendo hacerlo ahora sacramentalmente, ven al menos espiritualmente a mi corazón.

Y como si ya te hubiese recibido, te abrazo y me uno del todo a Ti.
Señor, no permitas que jamás me aparte de Ti. Amén

ACCIÓN DE GRACIAS

Después se recita o se entona un cántico de acción de gracias

Cántico de la Santísima Virgen María Lc 1, 46-55 Alegría del alma en el Señor

Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.

Desde ahora me felicitarán todas las generaciones, porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí: su nombre es santo y su misericordia llega a sus fieles de generación en generación.

Él hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón, derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los despide vacíos.

Auxilia a Israel, su siervo, acordándose de su misericordia
—como lo había prometido a nuestros padres—
en favor de Abraham y su descendencia por siempre.

INVOCACIÓN A LA VIRGEN MARÍA

Todos:

Bajo tu amparo nos acogemos, santa Madre de Dios;
no deseches las súplicas que te dirigimos en nuestras necesidades,
antes bien líbranos siempre de todo peligro,
¡oh Virgen gloriosa y bendita! Amén.

Rezar 3 Ave Marías

RITO DE CONCLUSIÓN

El que dirige la celebración, invoca la bendición de Dios y se santigua, diciendo:

El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal
y nos lleve a la vida eterna

Todos responden:
Amén.

Se puede concluir entonando un canto a la Virgen María

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Por P. Andrés Felipe Rojas, CM

Sacerdote Misionero de la Congregación de la Misión, Provincia de Colombia. Fundador y Director de Corazón de Paúl. Escritor de artículos de teología para varias paginas web, entre ellas Religión Digital. Autor de varias novenas y guiones litúrgicos. Actualmente párroco del Santo Cristo de Guaranda (Sucre)

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