Fuente: Introducción de: José María Román, CM
Biografías de: www.beatificacionmartiresvicencianos.org

La guerra civil española de 1936-1939 y su prólogo de la revolución de Asturias en Octubre de 1934 son acontecimientos históricos sumamente complejos en los que se entremezclan factores de todo tipo: sociales, políticos, militares, económicos y ¿cómo no? religiosos. Pero, cualquiera que sea el juicio histórico que se formule sobre aquella convulsa época, no cabe duda de que en ella se produjo, al socaire de la situación bélica y revolucionaria, una verdadera persecución religiosa.

La actuación de los gobiernos republicanos de izquierda asumió desde el primer momento tintes claramente antirreligiosos. La separación de Iglesia y Estado proclamada por la Constitución significó mucho más que una mera laicidad oficial; fue interpretada —y se aplicó— como una justificación de ataques a las instituciones eclesiásticas y traba a sus actividades: enseñanza, beneficencia, culto y hasta la simple existencia de órdenes y congregaciones religiosas.

Lo peor fue que, por debajo de las actuaciones oficiales más o menos respetuosos con la legalidad, se fue produciendo una actividad paralela de carácter revolucionario que desbordó todos los límites legales. Los incendios de iglesias primero y, luego, los asesinatos de sacerdotes, religiosos y religiosas y militantes católicos laicos se produjeron a un ritmo creciente que alcanzó su paroxismo en el primer semestre de la guerra civil. Fue entonces cuando la Iglesia española ofreció un impresionante tributo de sangre que no tiene otro paralelo sino el de las persecuciones del imperio Romano: una verdadera multitud de víctimas que merecieron desde los primeros momentos el título de mártires y que, en numerosos casos, ha ratificado oficialmente la Iglesia.

La Congregación de la Misión corrió la misma suerte que el resto de la Iglesia española. El planteamiento geográfico inicial de la guerra hizo que, al producirse el alzamiento o en las semanas que siguieron, la Mayoría de las casas de España cayeran en la zona que entonces se llamaba nacional. Esto, junto a la previsora medida del visitador de Madrid de trasladar el Seminario Interno y el Teologado a zonas más seguras, y a la circunstancia de encontrarse en Palma de Mallorca el estudiantado de Barcelona para celebrar el segundo centenario de aquella casa, redujo considerablemente el número de posibles víctimas. Pero el resto: doce casas de la Provincia de Madrid y cinco de la provincia de Barcelona (todas menos Palma de Mallorca), estaba situado en zona roja. Ellas supeditarían la ofrenda martirial de la Congregación: los 37 sacerdotes y los 19 Hermanos inmolados por odio a la fe, de los que 23 pertenecían a la Casa Central de Madrid.

En las páginas siguientes encontrará el lector la relación detallada de esos mártires. Pero, ¿cómo no resaltar ya desde ahora, entre otros, los nombres de las víctimas más jóvenes, los hermanos coadjutores seminaristas Vicente Cecilia y Manuel Trachiner, de la casa de Horta­leza, asesinados por llevar en la pobre maleta con que intentaban regre­sar a su familia, una sotana que delataba su condición religiosa? ¿Y cómo olvidar al benemérito y erudito P. Benito Paradela, archivero y bibliotecario de la Casa Central de Madrid, que, con paciencia y previ­sión, fue poniendo a buen recaudo, al acercarse la revolución, los lega­jos del archivo y las mejores obras de la biblioteca, pero que no acertó a salvar su propia vida?

No menos generoso, aunque inferior en números relativos y abso­lutos, fue el tributo de las Hijas de la Caridad: 30 de ellas sufrieron heroicamente la muerte por fidelidad a su fe y a su vocación. 28 eran de la provincia española y 2 de la Hispano-francesa.

Conviene también señalar el testimonio admirable que dieron innumerables miembros de las asociaciones laicas de la Familia Vicen­ciana que murieron porque eran conocidos como católicos comprome­tidos. Así la Asociación de Hijos e Hijas de María Inmaculada tuvo 11 mártires, de los que 4 eran sacerdotes consiliarios y 7 laicos, la Aso­ciación de la Medalla Milagrosa de España tuvo 69 mártires, y la Socie­dad de San Vicente de Paúl 586, cuyos nombres figuran en los muros de la Iglesia de San Roberto Belarmino en Madrid.

Nacimiento: Barcelona 17/11/1894
Padres: Miguel y Dolores
Bautismo: Barcelona, Parroquia San Juan Bautista 25/11/1894
Votos: Palma de Mallorca 24/09/1913
Sacerdote: Lérida 15/03/1919
Martirio: Barcelona 30/11/1936

MINISTERIOS Y APOSTOLADO: Fue alumno interno de las Hijas de la Caridad de la calle Hostafranch, con otros tres hermanos, por situación de orfandad. Desde la infancia conoció de cerca el carisma vicenciano hacia el que sintió la vocación en su juventud.
Ordenado sacerdote como misionero de la Congregación de la Misión, en 1919 fue destinado al Colegio apostólico y estudiantado de Bellpuig (Lérida) donde permaneció tres años dedicado a enseñar, tanto a estudiantes de la Congregación como a los jóvenes del pueblo en la escuela nocturna. En 1922, tras breve estancia en la Casa Provincial, fue enviado a Palma de Mallorca (Baleares) donde se entregó con celo apostólico y constancia a las misiones populares, la predicación en la ciudad, el fomento del asociacionismo cristiano juvenil y a dirigir Ejercicios Espirituales. En 1933 fue destinado a Barcelona para predicar misiones parroquiales y atender la pastoral rural en varios pueblos de la provincia catalana. Gozaba del don de llevar las almas a Cristo y dotado de grandes cualidades humanas y excelente formación, sabía educar a los chicos del barrio. Con ellos organizó la asociación de Hijos de María de La Milagrosa como Juventud de San Vicente de Paúl y para ellos fundó la revista Ofrena. En ella publicó algunasobras de literatura y composiciones musicales; toda su obra destaca por su devoción a la Eucaristía, a la Santísima Virgen y su gran celo misionero.

MARTIRIO: Todos los misioneros de su comunidad fueron expulsados de su casa el 19-07-1936. Al día siguiente, los milicianos de la FAI incendiaron la casa y el templo juntamente con la iglesia de La Milagrosa y otras de la capital. Él se refugió en casa de unos familiares. Al sentirse buscado y perseguido, cambió de domicilio varias veces, pero al fin uno de los grupos de la FAI encargados del control de la calle, lo localizaron en la casa de una bienhechora que lo había acogido. Fue prendido al atardecer y seguidamente fusilado por la noche el 30-11-1936. Al día siguiente fue enterrado en una fosa común. No se han encontrado sus restos.

 

Nacimiento: Reus (T) 01/02/1892
Padres: Manuel y Agustina
Bautismo: Reus, Parr. S. Francisco de Asís 07/02/1892
Votos: Espluga de Francolí (Tarragona) 11/10/1911
Sacerdote: Barcelona 02/06/1917
Martirio: Barcelona 12/09/1936

MINISTERIOS Y APOSTOLADO: Hijo único, y ya huérfano de padre, ingresó en el seminario conciliar de Barcelona a los 10 años. A los 18 sintió vocación a la Congregación de la Misión, e inició el noviciado en Palma de Mallorca sin la menor oposición de su madre, una mujer desprendida y abnegada que supo alentar y gozar de la actividad misionera de su hijo.
Ejerció sus ministerios sacerdotales apostólicos en Palma de Mallorca, Espluga de Francolí y, desde 1923 hasta su muerte, en la Casa provincial de Barcelona. Sobresalió extraordinariamente en la dirección de las almas. La claridad y profundidad de sus conocimientos, su don de consejo, discernimiento de espíritus, piedad, paciencia sin límites y pureza de intención, le trocaron en un director modelo. Era muy apreciado entre la feligresía de la zona y bien lo demostraron ofreciéndole su casa en la persecución y movilizándose en su ayuda tan pronto como percibieron que había sido detenido.

MARTIRIO: El domingo 19 de julio ya no pudo celebrase la misa solemne prevista a la 10 en honor a S. Vicente. Aquel mismo día ardieron varios templos. El de los Paúles lo quemaron al día siguiente. El P. Binimelis, como el resto de la comunidad se refugió en casas vecinas teniendo que cambiar de domicilio continuamente. De estos domicilios el Padre salía a ejercer los ministerios y administrar los sacramentos, con prudencia, pero con el mismo celo misionero de siempre.

Lo prendieron en casa de la familia Borrás el sábado 12 de septiembre a las 11 de la noche, tras un registro de toda la casa e interrogatorio de varias horas. Inmediatamente lo mataron se cree en la avenida de Roma. Su cadáver llegó al depósito del hospital Clínico sobre las 5 de la madrugada, recién asesinado, siendo reconocido por una enfermera, feligresa suya, que se encargó de llamar a los conocidos. Llevaba en la mano una estampa de la Virgen Milagrosa.

En uno de los servicios religiosos clandestinos que tanto bien hicieron en momentos de carencia de culto en Barcelona. El Padre comunicó sus propios sentimientos a una feligresa respecto a un martirio que veía seguro: le dijo que moría por amor a Cristo y que perdonaba a sus enemigos.

Nacimiento: Sta. Mª Horta (B) 04/07/1869
Padres: Francisco de Asís y M.ª de los Ángeles
Bautismo: Sta. M.ª Horta, Parr. Sta. María 05/07/1869
Votos: Madrid 05/07/1887
Sacerdote: Madrid 01/01/1893
Martirio: Barcelona 28/05/1937

MINISTERIOS Y APOSTOLADO: El menor de una familia de 10 hijos. Cuatro hermanas suyas y tres sobrinos fueron religiosos. Recibió las órdenes sagradas en Madrid. En 1902, al constituirse la provincia canónica de Barcelona quedó incardinado a ella.

Fue profesor y formador en distintos seminarios diocesanos de Méjico confiados a la Congregación de la Misión desde 1899 hasta que en 1918 lo destinaron a Cuba. Resistió en Méjico los años durísimos de la persecución de Calles. En 1921 regresó a España. Siempre fue un religioso ejemplar entregado al apostolado propio de su vocación y al servicio de los pobres, con un verdadero amor a Jesucristo.

MARTIRIO: En julio de 1936, el P. Berenguer era el rector del templo en la casa provincial de Barcelona. Juzgaba con un cierto optimismo la situación, acaso por haber sobrevivido en la persecución mejicana. Esta actitud optimista fue decayendo a medida que arreciaban los ataques a la religión. No quiso dejar la casa hasta que quedaran a salvo la Eucaristía y los objetos del culto, viéndose obligado a salir por el terrado en la madrugada del día 20, junto con el superior, por estar invadida la iglesia y la residencia.

Lo recibió en su casa su sobrino Ángel Berenguer Plans y permaneció oculto hasta que el 17 de septiembre unos milicianos armados asaltaron el edificio y lo llevaron prisionero. Él no ocultó su condición sacerdotal y como tal figura en los documentos oficiales.

En la cárcel se fue debilitando de día en día; perdía la vida sin que hubiera para él los mínimos cuidados, ni tratamiento alguno. Contrajo una pulmonía complicada con meningitis y septicemia que es una enfermedad mortal propia de la falta de asepsia. Por fin lo llevaron a la enfermería de la cárcel, gracias a lo cual un sacerdote de la diócesis de Toledo le administró todos los santos sacramentos. Con pleno conocimiento ofreció su vida por la salvación de España. Había hecho a sus familiares el siguiente testamento espiritual: “Si Dios me tiene destinado para alguna cosa, hará que viva, y si no iré al Cielo”. El 27 de mayo de 1937 lo trasladaron al hospital clínico. Ya estaba gravísimo.

Murió en la zona de detenidos del hospital Clínico, bajo vigilancia por estar preso, el viernes 28 de mayo de 1937 a causa de los malos tratos recibidos durante 8 meses de cautiverio. Ángel, el sobrino que lo recibió en su casa, atribuye a su intercesión haber salido ileso de entre los escombros, al explotar una bomba en el edificio de su casa causando 36 muertes, el 7 de diciembre de 1937.

Nacimiento: S Martin Centelles (B) 21/07/1879
Padres: Pedro y Rosa
Bautismo: S. Martín de Centellas, Parr. S. Martín 21/07/1879
Votos:Madrid 19/12/1901
Sacerdote: Bellpuig (Lérida) 01/09/1907
Martirio: Figueras (Ge) 13/10/1936

MINISTERIOS Y APOSTOLADO: Cursó las humanidades en el seminario diocesano de Vich y allí descubrió su vocación a la Congregación de la Misión. Hizo en Madrid el noviciado y parte de la carrera sacerdotal, hasta la constitución de la provincia de Barcelona en la que quedo incardinado. Tuvo varios destinos: Barcelona, Bellpuig (Lérida), Palma de Mallorca, Rialp (Lérida). En el P. Juan Puig destacó por una fe ardiente que irradió sobre sus feligreses. Su esperanza y deseos de vida eterna eran palpables. En todas las circunstancias de su vida, prósperas o adversas, le venía a flor de labios un ¡Alabado sea Dios! De carácter franco, jovial, muy amante del trabajo y de hacer trabajar, fue un profesor muy querido y un celoso misionero. Sus clases de griego, castellano, catalán, geografía e historia natural podían servir de modelo. Aunque de temperamento muy distinto al del P. Querlat, ambos se complementaban muy bien y formaron lo que en el método vicenciano llaman bina, equipo misional integrado por dos sacerdotes que tienen las funciones distribuidas.
En abril de 1932 el P. Puig recibió su último y definitivo destino: la residencia de Figueras (Gerona). Predicó en toda la comarca del Ampurdán. En Figueras confesaba a mucha gente, especialmente los jueves en que había mercado. Incluso encerrado en el castillo de Figueras continuará haciendo apostolado. Le metieron en la celda un delincuente común, y los familiares que lo visitaban notaron sensiblemente el cambio de su mente, que hasta llegó a pedirles perdón por su mal ejemplo y las enseñanzas anticatólicas que les había inculcado.

MARTIRIO: El 19 de julio de 1936 toda su comunidad excepto él habían ido a Palma de Mallorca a celebrar el centenario de la casa. Se refugió en el Asilo Vilallonga que regían las Hijas de la Caridad como un acogido más para pasar desapercibido. Allí lo prendieron mediante el engaño de un miliciano que lo conocía, el 5 de agosto y lo condujeron al castillo de San Fernando convertido en penal. En la prisión todos sabían que morirían por la fe. Constantemente había bajas de sacerdotes o católicos que habían sacado para el martirio.
Al P. Puig lo mataron violenta y cruelmente el 13 de octubre de 1936, dentro de la cárcel, junto con otros 8 sacerdotes y 4 seglares destacados por su relación con la iglesia local. En los días anteriores a la masacre fueron trasladando a todos los demás presos a la cárcel de la ciudad, quedando ellos solos en el castillo con una segura sentencia de muerte. Los encerraron juntos en una celda oscura del sótano y, hacia el atardecer del día 13, fueron allí un grupo de milicianos marxistas, abrieron las puertas de la celda y comenzaron a disparar tiros contra ellos bárbaramente, divirtiéndose con el espectáculo, hasta que no quedó ninguno vivo.

Por P. Andrés Felipe Rojas, CM

Sacerdote Misionero de la Congregación de la Misión, Provincia de Colombia. Fundador y Director de Corazón de Paúl. Escritor de artículos de teología para varias paginas web, entre ellas Religión Digital. Autor de varias novenas y guiones litúrgicos. Actualmente párroco del Santo Cristo de Guaranda (Sucre)

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