INTRODUCCIÓN:

En el año 1981, la F.V. celebró los 400 años del nacimiento de San Vicente de Paúl. Con ocasión de estas efemérides el Superior de la época P. Richard Mc Cullen, c.m. recibió una hermosa carta del Papa Juan Pablo II. En ella, el Papa proclamó a nuestro fundador como “heraldo de la misericordia y de la ternura de Dios”.

Ahora bien, definamos lo que significa la palabra misericordia: La palabra misericordia proviene del latín “misere” que significa “miseria, necesidad”; cor, cordis que equivale a “corazón. La misericordia es la capacidad de sentir el dolor de los que sufren y acudir presurosos a atender estas miserias.

No hay duda, que en la historia del compromiso socio-caritativo, San Vicente de Paúl se levanta como un paradigma excepcional del amor misericordioso de Dios, mostrando al mundo de los pobres un amor afectivo y efectivo por ellos.

Pero para no quedarnos en meras teorías bellas y melifluas, me ha parecido bien que tomemos las conocidas OBRAS DE MISERICORDIA, en esta su solemnidad, y tratemos de adentrarnos en la vida de nuestro Santo, para ver cómo él las vivió y cómo con su vida nos ha dejado una estela, para que nosotros sus hijos sigamos sus huellas:

  1. Las obras de misericordia son acciones de amor mediante las cuales ayudamos a nuestro prójimo en sus necesidades corporales y espirituales (Is 58, 6-7, Hb 13, 3).

En toda la Sagrada Escritura encontramos en una y otra parte una gama inmensa de la vivencia de ellas, pero entre otros textos está la descripción del juicio final que el mismo Jesucristo nos da en el Evangelio según San Mateo en el capítulo 25.

Vamos a ver cada una de las Obras de Misericordia, comenzando por las Corporales. Vamos a buscar la referencia práctica en la vida y escritos de nuestro Fundador.

OBRAS DE MISERICORDIA CORPORALES

  1. DAR DE COMER AL HAMBRIENTO
  2. DAR DE BEBER AL SEDIENTO

Estas dos primeras son complementarias, y se refieren a la ayuda que podemos dar en alimento o en dinero a los pobres. Responden a la necesidad básica, primaria y fundamental de todo ser humano: Sin el alimento material el ser humano muere de hambre y de inanición.
Podemos dar de lo que nos sobra. Esto está bien. Pero podemos dar de lo que no nos sobra. Por supuesto, Nuestro Señor ve lo último con mejores ojos.
Recordemos a la viuda del Evangelio, muy pobre, por cierto, que dio para el templo las últimas dos moneditas que le quedaban. No es una parábola, es un hecho real que nos relata San Lucas. Cuando Jesús vio lo que daban unos y otros hizo notar esto: “Todos dan a Dios de lo que les sobra. Ella, en cambio, dio todo lo que tenía para vivir” (Lc. 21, 1-4).
Sobre dar de beber al sediento, la mejor historia de la Biblia es la de la Samaritana a quien el Señor le pide de beber. (Jn. 4, 1-45).
Y llegando a la vida de nuestro Santo Fundador, digamos que esta obra de misericordia fue el quicio, sobre sobre el que, como gracia del Señor, nuestro Vicente edificaría su vida y luego la de sus hijos e hijas, para gastarlas en el mundo de los pobres. Y es en la pequeña aldea de CHATILLON LES DOMBES, hoy ciudad de CHATILLON SUR LE CHALARONNE donde se da el milagro de compartir el pan, que sació el hambre de unos pocos días, pero que llevó a que el Señor Vicente llevara a perpetuar y organizar esta obra de misericordia en el tiempo y el espacio… obra de misericordia que ya lleva 400 años de compartir milagroso.
Podríamos decir que la AIC y luego las HIJAS DE LA CARIDAD nacieron de esta primera obra de misericordia.

  1. DAR POSADA AL NECESITADO:

En la antigüedad el dar posada a los viajeros era un asunto de vida o muerte, por lo complicado y arriesgado de las travesías. No es el caso hoy en día. Pero, aun así, podría tocarnos recibir a alguien en nuestra casa, no por pura hospitalidad de amistad o familia, sino por alguna verdadera necesidad.

Y no sabemos a quién ayudamos. Algunos han ayudado a Ángeles bajo formas humanas: A Abraham y Lot les sucedió esto. Esto lo recuerda posteriormente San Pablo: “No dejen de practicar la hospitalidad, pues algunos dieron alojamiento a Ángeles sin saberlo”. (Hb. 13, 2).
La realidad que vive nuestro mundo de comienzos de este siglo XXI, nos muestra la dura y sangrante realidad de los emigrantes que dejan su familia, su tierra y su patria por causa del hambre, la miseria, la persecución religiosa…

El 2017 es especialmente significativo para nuestra Familia Vicentina. Por eso nuestro anterior Superior General el P. Gregory Gay, c.m. ha elegido como texto para la ocasión: “Era forastero y me acogisteis…”, texto que nos acerca a uno de los pasajes del Evangelio más queridos por los vicentinos: Mateo 25, y que nos lanza a todos a trabajar con ahínco en el año venidero esta obra de misericordia.

En la vida de la naciente c.m., San Vicente ordena en agosto de 1654, dar hospedaje al Cardenal J.F. de Gondi ante las persecuciones por parte de Mazarino: Gratitud, obediencia al Papa y naturalmente hay que destacar el corazón misericordioso de él. SVP. XI, 97.

Este año jubilar para la F.V. es una invitación, a descubrir maneras concretas para llegar a los forasteros de entre nosotros. Además, nos conecta más profundamente con la Iglesia Universal, que bajo la dirección del papa Francisco, está celebrando el Año Jubilar de la Misericordia.
Miremos cómo nuestra F.V. ha dispuesto sus casas, para acoger a los refugiados en Siria y sobretodo en Europa, a tantos hombres y mujeres que buscan un refugio, un hogar, un techo donde poder hospedarse y vivir dignamente.

¿Pensemos qué podemos hacer nosotros, ante tantas personas que han dejado los campos por causa de la guerrilla, los paramilitares, la delincuencia común y los migrantes de otros países, que tienen a Colombia como ruta hacia nuevos horizontes?

  1. VESTIR AL DESNUDO:

Esta obra de misericordia se nos facilita con las recolecciones de ropa, que se hacen en Parroquias y otros centros. Recordar que, aunque demos ropa usada, no es dar lo que está ya como para botar o para convertir en trapos de limpieza. En esto, también podemos dar de lo que nos sobra o ya no nos sirve, pero también podemos dar de lo que aún es útil.
Hoy el consumismo nos ha invadido: Tenemos que estar al tanto de la última moda de Paris o de los Estados Unidos. El mundo nos va imponiendo unos modelos y una mentalidad, haciéndonos creer que si no estamos al tanto del común denominador de lo que usan los personajes de la farándula, la música y el cine estamos desfasados. Lo que importa es aparecer, mostrar y brillar. Lo que importa es lo externo, la apariencia, así dentro de nosotros seamos cocos…importa la “caracha” …pero ¡qué poca preocupación por el espíritu y las cosas de Dios!
La solemnidad de San Vicente, es buena ocasión para pensar en nuestros comportamientos ante la moda de hoy. Qué bueno que revisemos nuestros cuartos y armarios para ver que nos sobra, y qué puede servir a nuestros hermanos de casa y a las personas a quienes servimos.

  1. VISITAR AL ENFERMO:

No se trata de visitas sociales, por cumplir. Se trata de una verdadera atención a los enfermos y ancianos, tanto en el cuidado físico, como en su compañía. Y la atención más importante en casos de vejez y enfermedades graves es la atención espiritual.

El mejor ejemplo de la Sagrada Escritura es el de la Parábola del Buen Samaritano, que curó al herido y, al no poder continuar ocupándose directamente, confió los cuidados que necesitaba a otro a quien le ofreció pagarle. (Lc. 10, 30-37).

Volviendo a San Vicente y a Santa Luisa, no se contentaban con mandar a las voluntarias, a los misioneros y a las hermanas a atender a los enfermos. El mismo Vicente luego de la visita que hicieron los habitantes de Chatillon a la familia enferma, se encaminó al final de su jornada dominical para visitarla también y con sus propios ojos palpar la dura realidad.

Una de las herencias, que es de genuina tradición vicentina es la VISITA A DOMICILIO, que por el ajetreo de tanta cosa vamos perdiendo. Qué interesante que recobremos esta práctica, es allí en el contacto directo con el pobre donde descubrimos las verdaderas llagas y necesidades, a las que nosotros debemos “correr a atender como si se tratara de apagar el fuego” (SVP).

  1. SOCORRER A LOS PRESOS:

Esto implica visitar a los presos y darles ayuda material y muy especialmente, asistencia espiritual (para ayudarlos a enmendarse y ser personas útiles y de bien, cuando terminen el tiempo asignado por la justicia).

Significa también rescatar a los inocentes y secuestrados. En la antigüedad los cristianos pagaban para liberar esclavos o se cambiaban por prisioneros inocentes.

Esta obra de misericordia, con qué gran empeño la realizó San Vicente en las Galeras como capellán, destinando a sus misioneros y a las Hijas de la Caridad para atender sus muchas miserias humanas y espirituales.
Preguntémonos, ¡dónde está el legado que nos dejó sor Matilde Yáñez, y entre nosotros la obra heroica y sacrificada por el P. Noel Mojica, c.m., en su larga estancia con los presos políticos en Cuba! Y para salir de nuestros horizontes no hace mucho, el 4 de diciembre de 2014 murió en Madrid Sor Mari Luz Ibarz Bazán, Hija de la Caridad, más conocida como Sor Tripi entre los presos que pueblan las cárceles de España. Decían que sus palabras les ponían más eufóricos que cualquier droga. ¡Y cerca de nosotros los cohermanos vicentinos de Colón en Panamá quienes despliegan un trabajo heroico con los presos…que en su mayoría son colombianos!

  1. ENTERRAR A LOS MUERTOS:

El más famoso muerto enterrado y en una tumba que no era propia fue el mismo Jesucristo. José de Arimatea facilitó una tumba de su propiedad para el Señor. Pero no sólo eso, sino que tuvo que tener valor para presentarse a Pilato y pedir el cuerpo de Jesús. Y también participó Nicodemo, quien ayudó a sepultarlo. (Jn. 19, 38-42)

Esto de enterrar a los muertos parece un mandato superfluo, porque –de hecho- todos son enterrados. Pero, por ejemplo, en tiempo de guerra, puede ser un mandato muy exigente. En Venezuela hay la foto que dio vuelta al mundo, pues ganó un Premio Pulitzer, de un Sacerdote, bien identificado con sotana, en medio de un tiroteo en Puerto Cabello en los años ’60, sosteniendo un soldado casi muerto ya.

¿Por qué es importante dar digna sepultura al cuerpo humano? Porque el cuerpo humano ha sido alojamiento del Espíritu Santo. Somos “templos del Espíritu Santo”. (1 Cor 6, 19).

Nuestras visitas en los velorios y entierros no han de ser un mero acontecimiento social, de diplomacia, sino espacio de cercanía, calor humano, oración ferviente y un momento especial para hacer una catequesis, y en no pocos casos dar orientaciones claras acerca de la cremación, de las visitas a los cementerios y bella ocasión para pensar en la propia muerte y nuestro encuentro definitivo con el Señor.

OBRAS DE MISERICORDIA ESPIRITUALES

  1. ENSEÑAR AL QUE NO SABE:

Consiste en enseñar al ignorante sobre temas religiosos o sobre cualquier otra cosa de utilidad. Esta enseñanza puede ser a través de escritos o de palabra, por cualquier medio de comunicación o directamente.
“Quien instruye a muchos para que sean justos, brillarán como estrellas en el firmamento”. (Dan. 12, 3b).

Me atrevo a decir, que, así como se afirma que la c.m. la nació en el sacramento de la Penitencia, en la confesión del campesino de Gannes, allí mismo Dios le inspiró a San Vicente, en esta obra de misericordia, la evangelización de los pobres que por su ignorancia religiosa se condenaban. SVP. XI, 699.

¿Los Misioneros Vicentinos con las misiones populares y la formación qué es lo que hacemos? Formar en la ciencia y la virtud. ¿Y en las Hijas de la Caridad, no fueron las escuelitas en los barrios pobres y en los campos, los espacios para formar a las aldeanas en las letras con la alfabetización, y la formación cristiana con el catecismo? ¿Y qué otra cosa descubrimos en el reglamento primitivo de la AIC?

  1. DAR BUEN CONSEJO AL QUE LO NECESITA:

Aquí es bueno destacar que el consejo debe ser ofrecido, no forzado. Y, la mayoría de las veces es preferible esperar que el consejo sea requerido.
Asimismo, quien pretenda dar un buen consejo debe, primeramente, estar en sintonía con Dios. Sólo así su consejo podrá ser bueno. No se trata de dar opiniones personales, sino de veras aconsejar bien al necesitado de guía.
“Los guías espirituales brillarán como resplandor del firmamento”. (Dan. 12, 3a).

Sólo los hombres y mujeres según el corazón de Dios pueden orientar sabiamente a quien lo necesita, pues nadie da de lo que no tiene. Lapidaria es la expresión de Nuestro Señor: “El hombre bueno, del buen tesoro de su corazón saca lo que es bueno; y el hombre malo, del mal tesoro saca lo que es malo; porque de la abundancia del corazón habla su boca”. Lc. 6, 45.
S.V. y S. L. eran consultados por personalidades de la realeza, la política, la vida social y religiosa: Recuérdense figuras como Madame de Gondi, Margarita de Valois, el obispo Agustín Potiers, el P. Juan Jacobo Olier, la santa Madre Chantal… Y naturalmente los primeros misioneros y hermanas, que ante cualquier decisión grande acudían a los Fundadores para ser acertados en sus decisiones.

Cómo no evocar el don de consejo tan grande el B. Durando o la B. Rosalía Rendu !

  1. CORREGIR AL QUE ESTA EN ERROR:

No se trata de estar corrigiendo cualquier tipo de error. Esta obra se refiere sobre todo al pecado. Otra manera de formular esta obra de misericordia es así: Corregir al pecador.

Es de suma importancia, seguir los pasos de la corrección fraterna que Jesús nos dejó muy bien descritos: “Si tu hermano ha pecado, vete a hablar con él a solas para reprochárselo. Si te escucha, has ganado a tu hermano. Si no te escucha, toma contigo una o dos personas más, de modo que el caso se decida por la palabra de dos o tres testigos. Si se niega a escucharlos, informa a la asamblea”. (Mt. 19, 15-17)

Debemos corregir a nuestro prójimo con mansedumbre y suma consideración. Una corrección ruda puede tener el efecto contrario.
No podemos convertirnos en vigilantes de la gente; es decir en estar pendientes de todo lo que haga la gente. Sin embargo, corregir al errado en fe y moral es un consejo del Señor. Así termina el Apóstol Santiago su carta: “Sepan esto: el que endereza a un pecador de su mal camino, salvará su alma de la muerte y consigue el perdón de muchos pecados”. (St. 5, 20).
No es si no ojear las cartas y conferencias del Fundador, para encontrar elementos claros y caritativos para el ejercicio de la corrección de los errores entre nosotros, y con los pobres a quienes evangelizamos. Recuérdese la postura de San Vicente ante los graves errores teológicos de Jansenio o las recriminaciones al Cardenal Mazarino por su dureza ante las miserias de los pobres.

Resaltemos este texto de S. V. a las Hijas de la Caridad: “Os suplico, mis queridísimas hermanas, por amor de Dios, que cuando queráis avisar a alguna compañera de alguna falta, encomendéis a Dios lo que vais a decirle y, si la cosa lo merece, hagáis oración sobre este tema. Y él bendecirá el aviso que deis de esta manera y vuestra hermana sacará provecho”. SVP.IX,1 Conferencia dada [entre 1634 Y 1646].

  1. PERDONAR LAS INJURIAS:

“Perdona nuestras ofensas como nosotros perdonamos a los que nos ofenden”, es un punto del Padre Nuestro, que el Señor aclara un poco más en San Mateo, al final del Padre Nuestro: “Queda bien claro que, si ustedes perdonan las ofensas de los hombres, también el Padre Celestial los perdonará. En cambio, si no perdonan las ofensas de los hombres, tampoco el Padre los perdonará a ustedes”. (Mt. 6, 14-15).
Perdonar las ofensas significa que no buscamos vengarnos, ni tampoco conservamos resentimiento al respecto. Significa tratar a quienes nos ha ofendido de manera amable. No significa que tenemos que renovar una antigua amistad, sino llegar a un trato aceptable.
El mejor ejemplo de perdón en el Antiguo Testamento es el de José, que perdonó a sus hermanos el que hubieran tratado de matarlo y luego hayan decidido venderlo. “No se entristezcan ni les pese por haberme vendido, porque Dios me ha enviado delante de ustedes para salvarles la vida”. (Gen. 45, 5).
Y el mayor perdón del Nuevo Testamento: “Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen”. (Lc. 23, 34).
Los textos del Fundador son muchos y variados, sin embargo, coloco el siguiente que no aparece en sus obras, pero que conjuga muy bien con su talante, él lo pudo decir y así lo consignaron los guionistas de la película Monsieur Vincent y que ellos colocan al final de su vida:

  • Juana, pronto te darás cuenta de lo pesado que es llevar la caridad. No consiste todo en distribuir la sopa y el pan. Eso, los ricos pueden hacerlo. Tú eres la insignificante sierva de los pobres, la Hija de la Caridad, siempre sonriente y de buen humor. Ellos son tus amos, amos terriblemente susceptibles y exigentes, ya lo verás. Por tanto, ¡cuánto más repugnantes sean y más sucios estén, cuanto más injustos y groseros sean, tanto más deberás darles tu amor!
  1. CONSOLAR AL TRISTE:

El consuelo para el triste se asemeja al cuidado de un enfermo. Y es muy necesario, pues las palabras de consuelo en la aflicción pueden ser determinantes.

Aquí pueden entrar la atención de conversación con los ancianos, que tanto nos han dado y que en su vejez requieren que alguien les oiga, les converse, los distraiga.

Es enjundioso este texto de S.V. a los misioneros el 6 de agosto de 1656: “Es preciso que sepamos enternecer nuestros corazones y hacernos capaces de sentir los sufrimientos y las miserias del prójimo, pidiendo a Dios que nos dé el verdadero espíritu de misericordia, que es el espíritu propio de Dios…”.

Y a las señoras de las Cofradías de la Caridad les dice en una larga plática del 11 de julio de 1657: “Sus sentimientos (de Jesús) más íntimos han sido preocuparse de los pobres para curarlos, socorrerlos y recomendarlos; en ellos es en quienes ponía todo su afecto”.

  1. SUFRIR CON PACIENCIA LOS DEFECTOS DE LOS DEMAS:

La tolerancia y la paciencia ante los defectos ajenos es virtud y es una obra de misericordia.En cualquier institución que se viva, siempre habrá roses y dificultades. Somos seres humanos, no ángeles…pero llamados por el Fundador a “hacer de nuestras comunidades un cielo en la tierra”. He aquí porque él en una y otra parte nos invita al perdón, a la tolerancia, a la reconciliación, a tener entrañas para aceptar las limitaciones y defectos de los demás.

He aquí un texto dirigido a los misioneros:
“Se ha dicho muy bien que esta paciencia es en una congregación algo así como los nervios en el cuerpo del hombre. En efecto, donde no se soportan los individuos de una casa o de una comunidad, ¿verdad que sólo se aprecia un gran desorden? Nuestro Señor supo soportar a san Pedro, a pesar de haber cometido aquel pecado tan infame de renegar de su Maestro. Y a san Pablo, ¿no lo soportó también nuestro Señor? ¿Se encontrará en alguna parte a un hombre que sea perfecto y sin defecto alguno, al que no tengan que soportar los demás? ¿Se encontrará en alguna parte algún superior que carezca de defectos, y al que nunca tengan necesidad de soportar sus súbditos? ¡Ojalá hubiera alguno! Pero me atreveré a decir más: el hombre está hecho de tal manera que muchas veces no tiene más remedio que soportarse a sí mismo, ya que es cierto que esta virtud de saber soportar es necesaria a todos los hombres, incluso para ejercerla con uno mismo, a quien a veces cuesta tanto soportar…¿En qué hemos de soportar a nuestros hermanos? En todas las cosas”. SVP. Conferencia 108.

  1. ORAR POR VIVOS Y DIFUNTOS:

La oración por los demás, estén vivos y muertos, es una obra buena. San Pablo recomienda orar por todos, sin distinción, también por gobernantes y personas de responsabilidad, pues “Él quiere que todos se salven y lleguen al conocimiento de la verdad”. (1 Tim 2, 2-3).
Los difuntos que están en el Purgatorio dependen de nuestras oraciones. Es una buena obra rezar por éstos para que sean libres de sus pecados. (2 Mac. 12, 46).
Qué gracia tenemos los misioneros, quienes en nuestros Estatutos 27, nos mandan fraternamente ofrecer los sufragios propios por los familiares, los misioneros, los familiares de la F.V., los benefactores, tanto vivos como difuntos.
Qué hermosa esta práctica en la que todos somos misioneros, tanto los que estamos en la iglesia peregrina, como quienes ya han pasado a “la misión del cielo” según expresión del Fundador. Somos una sola F.V. en diversos estados de vida: En la tierra, el purgatorio y en el cielo…Nuestra comunión no se interrumpe ni por el tiempo y el espacio. ¡Somos F.V. hasta la eternidad!

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Por P. Marlio Nasayó Liévano, CM

Sacerdote de la Congregación de la Misión de la Provincia de Colombia, dedicado a la investigación y profundización en el carisma vicentino, sus varios artículos ayudan a actualizar la vida y la misión de los santos y beatos vicentinos.

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