Día 11 de Septiembre
SAN JUAN GABRIEL PERBOYRE,
Sacerdote y mártir.

Memoria

Nació en Montgesty (Francia) el 5 de enero de 1802. Se ordenó sacerdote el 23 de septiembre de 1826. Se le encomendó la dirección de Seminario Interno de la Congregación de la Misión, pero él ansiaba ir a las misiones extranjeras. Desembarcó en Macao (China) el 29 de agosto de 1835. Ejerció el ministerio entre los cristianos, pese a los peligros de la persecución. Delatado por uno de sus adeptos, padeció el martirio en Uchanfú (China) el 11 de septiembre de 1840, tras prolongadas torturas. Fue Beatificado el 10 de noviembre de 1889 y canonizado el 2 de junio de 1996.

OFICIO DE LECTURA
Del común de un Mártir o de un Pastor.

SEGUNDA LECTURA
De las “Conferencias Espirituales” de San Juan Gabriel Perboyre
(Cfr. Vie du Jean-Gabriel Perboyre. París 1891, pp. 330, 290-291)

Imitar a Cristo

No hay más que una cosa necesaria, Jesucristo. Meditemos sin cesar este tema, que es inagotable. Nuestro Señor nos dijo: “Yo soy el Camino”, pero ¿qué camino? El camino de la humildad, del amor, de la obediencia, de la penitencia, de la mortificación, de la perfección, de la felicidad, de la gloria. Si queremos ser perfectos, si queremos llegar a la felicidad y gloria celeste, es preciso de todo punto que vayamos por este camino. Pero para no perdernos, necesitamos una antorcha que nos ilumine. Pues bien, él nos servirá de antorcha, puesto que él es la verdad y declara que quien le sigue no anda en tinieblas, sino que tendrá luz de vida.

Necesitamos, además, fuerza para sostenernos en este camino y perseverar en él. Jesús será nuestra fuerza. Él quiso convertirse en alimento dándosenos en la Eucaristía, y de ahí que nos diga: “Yo soy el Camino”. En el crucifijo, el Evangelio y la Eucaristía hallamos cuanto podemos desear, no hay otro Camino, otra Verdad ni otra Vida. A él sólo nos debemos, pues, adherir, a él solo estudiar, a él recurrir una y otra vez.

“No hay más que una cosa necesaria”, nos dice Nuestro Señor en el Evangelio; ¿pero cuál es esta sola y necesaria cosa? Imitarle. No podemos alcanzar la salvación más que conformándonos a Jesucristo. Cuando hayamos muerto no se nos preguntará si hemos sido sabios, si hemos desempeñado cargos distinguidos, si hemos producido una buena impresión en el mundo; se nos preguntará si nos hemos preocupado de comprender a Jesucristo e imitarle. Si Dios no halla en nosotros rasgos que nos asemejen al divino modelo por él propuesto, nos rechazará; pero si nos hacemos semejantes a él, nos admitirá a la gloria: Jesucristo es modelo de los predestinados; los santos del cielo son sólo un reflejo de Jesucristo resucitado y glorioso, como fueron en la tierra un reflejo de Jesucristo que sufría, era humillado y obraba.

Tengamos los ojos siempre fijos en Jesucristo. No nos contentemos con captar uno o dos rasgos de nuestro modelo, sino penetremos en sus sentimientos, apropiémonos todas sus virtudes. Comencemos de nuevo cada día y continuemos sin cansarnos jamás.

RESPONSORIO 2 Cor. 4, 8. 10; 1 Cor. 1,1

V/ Nos aprietan por todos lados; en toda ocasión y por todas partes llevamos en el cuerpo la muerte de Jesús. Para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestro cuerpo.

R/ Nos aprietan por todos lados; en toda ocasión y por todas partes llevamos en el cuerpo la muerte de Jesús. Para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestro cuerpo.

V/ Sigan mi ejemplo, como yo sigo el de Cristo.

R/ Para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestro cuerpo.

V/ Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo

R/ Nos aprietan por todos lados; en toda ocasión y por todas partes llevamos en el cuerpo la muerte de Jesús.

O bien:

De las “Conferencias Espirituales” de San Vicente de Paúl
(Conferencia de San Vicente, XI, 536, 281-282)

Pronta disposición para el sacrificio

¿Saben qué es lo que pienso cuando oigo hablar de esas necesidades tan lejanas de las misiones extranjeras? Todos hemos oído hablar y sentimos cierto deseo de ir allá; juzgamos felices a todos los demás misioneros que han muerto como hombres apostólicos por la fundación de una nueva Iglesia. Y efectivamente, son felices porque han salvado sus almas al entregarlas por la fe y por la caridad cristiana. Todo esto es muy hermoso, muy santo: todos alaban su celo y su entusiasmo; y ahí se queda todo.

Miren, padres y hermanos míos, hemos de tener en nuestro interior esta disposición, y hasta este deseo, de sufrir por Dios y por el prójimo, de consumirnos por ellos. ¡Oh, qué dichosos son aquellos a los que Dios les da estas disposiciones y deseos! Sí, padres, es menester que nos pongamos totalmente al servicio de Dios y al servicio de la gente; hemos de entregarnos a Dios para esto, consumirnos por esto, dar nuestras vidas por esto, despojarnos, por así decirlo, para revestirnos de nuevo; al menos, querer estar en esta disposición si aún no estamos en ella; estar dispuestos y preparados para ir y marchar a donde Dios quiera, bien sea a las Indias o a otra parte; en una palabra, exponernos voluntariamente en el servicio del prójimo, para dilatar el imperio de Jesucristo en las almas. Yo mismo, aunque ya soy viejo y de edad, no dejo de tener dentro de mí esta disposición y estoy dispuesto incluso a marchar a las Indias para ganar allí almas para Dios, aunque tenga que morir por el camino o en el barco. Pues ¿qué creen que Dios pide de nosotros? ¿El cuerpo? ¡Ni mucho menos! ¿Qué es lo que pide entonces? Dios pide nuestra buena voluntad, una buena y verdadera disposición para abrazar todas las ocasiones de servirle, aunque sea con peligro de nuestra vida, de tener y avivar en nosotros ese deseo del martirio, que a veces le agrada a Dios lo mismo que si lo hubiéramos sufrido realmente.

¡Oh, qué bien han aprendido esta lección del sufrimiento nuestros hermanos de Varsovia, los padres Desdames y Duperroy! ¡Allí están, en medio de la guerra, de la peste, del hambre, y a pesar de todo tan firmes e inquebrantables! En las cartas que he recibido de ambos (pues me han escrito uno y otro), sólo veo una gran firmeza y una fuerza admirable en estos dos siervos de Dios. Fíjense un poco en esta pobre y miserable Compañía y en la gracia que Dios le ha concedido de que posea tales personas y tales miembros, tan fieles y tan constantes en sufrir por su amor y por amor a los demás. ¡Que su bondad y su misericordia infinita conserve a estos fieles siervos suyos en la Compañía!

RESPONSORIO 2 Tm. 4, 7-8: Flp. 3, 8.10

V/ He combatido bien mi combate, he corrido hasta la meta, he mantenido la fe. Ahora me aguarda la corona merecida.

R/ He combatido bien mi combate, he corrido hasta la meta, he mantenido la fe. Ahora me aguarda la corona merecida.

V/ Todo lo estimo pérdida para conocer a Cristo, y la comunión con sus padecimientos, muriendo su misma muerte.

R/ Ahora me aguarda la corona merecida.

V/ Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo

R/ Todo lo estimo pérdida para conocer a Cristo, y la comunión con sus padecimientos, muriendo su misma muerte. Ahora me aguarda la corona merecida.

LAUDES

INVITATORIO
(Si Laudes no es la primera oración del día
se sigue el esquema del Invitatorio explicado en el Oficio de Lectura)

V. Señor abre mis labios
R. Y mi boca proclamará tu alabanza

Ant. Venid, adoremos al Señor, rey de los mártires.

Salmo 94 INVITACIÓN A LA ALABANZA DIVINA

Venid, aclamemos al Señor,
demos vítores a la Roca que nos salva;
entremos a su presencia dándole gracias,
aclamándolo con cantos.

Porque el Señor es un Dios grande,
soberano de todos los dioses:
tiene en su mano las simas de la tierra,
son suyas las cumbres de los montes;
suyo es el mar, porque él lo hizo,
la tierra firme que modelaron sus manos.

Venid, postrémonos por tierra,
bendiciendo al Señor, creador nuestro.
Porque él es nuestro Dios,
y nosotros su pueblo,
el rebaño que él guía.

Ojalá escuchéis hoy su voz:
«No endurezcáis el corazón como en Meribá,
como el día de Masá en el desierto;
cuando vuestros padres me pusieron a prueba
y dudaron de mí, aunque habían visto mis obras.

Durante cuarenta años
aquella generación me repugnó, y dije:
Es un pueblo de corazón extraviado,
que no reconoce mi camino;
por eso he jurado en mi cólera
que no entrarán en mi descanso»

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Venid, adoremos al Señor, rey de los mártires.

HIMNO: A SAN JUAN GABRIEL PERBOYRE

Fiel testigo de la Iglesia, que la gracia y Salvación, que al oriente
misterioso prodigaste con amor; Eres imagen de Cristo, tu modelo
y galardón. Hoy tu gloria proclamamos, e imploramos tu favor.

Angél puro de inocencia, de candor y sencillez: fue tu gozo y
fortaleza el sentido de la fe. Haz que ardamos en tu celo
fervoroso Juan Gabriel que afrontemos todo riesgo por Jesús y como él.

En remotas lejanías, de tinieblas y dolor, noble apóstol fue tu
guía, el ejemplo del Pastor: al partirles pan y abrigo a los pobres
del Señor, ver a Cristo en el Hermano y entregarle el corazón.

Copia trágica y divina del suplicio de Jesús, haz que gastemos
la vida para la eterna salud. Dulce Mártir generoso,
torturado en bella cruz; Ruega a Cristo por nosotros desde tu gloria de Luz.

SALMODIA

Verlos salmos correspondientes del día: SALMOS

LECTURA BREVE 2 Cor. 1, 3-5

¡Bendito sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, Padre de misericordia y Dios del Consuelo! Él nos alienta en nuestras luchas hasta el punto de poder nosotros alentar a los demás en cualquier lucha, repartiendo con ellos el ánimo que nosotros recibimos de Dios. Si los sufrimientos de Cristo rebosan sobre nosotros, gracias a Cristo rebosa en proporción nuestro ánimo.

RESPONSORIO BREVE

V. El Señor es mi fuerza y mi poder.
R. El Señor es mi fuerza y mi poder.

V. Él es mi salvación.
R. Y mi poder.

V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. El Señor es mi fuerza y mi poder.

Benedictus, ant.: Con gran amor ha dado la vida por el Evangelio de salvación; ha abrazado con energía la cruz de Cristo, por eso ha entrado en la gloria de su Señor.

Cántico de Zacarías. EL MESÍAS Y SU PRECURSOR Lc 1, 68-79

Bendito sea el Señor, Dios de Israel,
porque ha visitado y redimido a su pueblo.
suscitándonos una fuerza de salvación
en la casa de David, su siervo,
según lo había predicho desde antiguo
por boca de sus santos profetas:

Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos
y de la mano de todos los que nos odian;
ha realizado así la misericordia que tuvo con nuestros padres,
recordando su santa alianza
y el juramento que juró a nuestro padre Abraham.

Para concedernos que, libres de temor,
arrancados de la mano de los enemigos,
le sirvamos con santidad y justicia,
en su presencia, todos nuestros días.

Y a ti, niño, te llamarán Profeta del Altísimo,
porque irás delante del Señor
a preparar sus caminos,
anunciando a su pueblo la salvación,
el perdón de sus pecados.

Por la entrañable misericordia de nuestro Dios,
nos visitará el sol que nace de lo alto,
para iluminar a los que viven en tiniebla
y en sombra de muerte,
para guiar nuestros pasos
por el camino de la paz.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Benedictus, ant.: Con gran amor ha dado la vida por el Evangelio de salvación; ha abrazado con energía la cruz de Cristo, por eso ha entrado en la gloria de su Señor.

PRECES

San Juan Gabriel Perboyre reclama la exigencia de nuestra participación en el misterio de la cruz del Señor para proclamar su gloriosa resurrección. Aclamémosle con fe:

Tu cruz es nuestra esperanza, Señor.

Bendito seas Jesús, Salvador del mundo, que no has dudado en sufrir la pasión y la cruz por nosotros,
– y nos has redimido con tu sangre preciosa.

Ilumina con tu presencia el inicio de nuestra jornada,
-y haz que todo el día transcurra dedicado a trabajar por el Reino.

Enséñanos a vivir intensamente la experiencia de tu Pasión,
-para participar, también, en tu gloriosa resurrección.

Por tu cruz y resurrección,
-llena nuestros corazones de la consolación del Espíritu Santo.

Enséñanos a hacer el bien en tu nombre,
-para que la luz de la Iglesia resplandezca siempre sobre la familia humana.

Manda operarios a tu mies,
-para que sea glorificado tu nombre entre todas las gentes.

Enciende en nuestros corazones una sed ardiente de ti,
– y que tu Espíritu nos una a todos en comunión de fe y de amor.

Se pueden añadir algunas intenciones libres

Dirijamos ahora nuestra oración al Padre que está en los cielos, diciendo:

Padre nuestro…

ORACIÓN

Señor Dios nuestro, que quisiste esclarecer a tu mártir San Juan Gabriel Perboyre con los trabajos apostólicos y la participación en la cruz de tu Hijo; haz que, siguiendo sus huellas, nos hagamos partícipes de la pasión de Cristo para que con gozo llevemos a todos la salvación. Por Jesucristo Nuestro Señor.

VÍSPERAS

INVOCACIÓN INICIAL

V. Dios mío, ven en mi auxilio
R. Señor, date prisa en socorrerme. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.

Himno: OH DIOS, QUE ERES EL PREMIO

Oh Dios, que eres el premio, la corona
y la suerte de todos tus soldados,
líbranos de los lazos de las culpas
por este mártir a quien hoy cantamos.

El conoció la hiel que está escondida
en la miel de los goces de este suelo,
y, por no haber cedido a sus encantos,
está gozando los del cielo eterno.

Él afrontó con ánimo seguro
lo que sufrió con varonil coraje,
y consiguió los celestiales dones
al derramar por ti su noble sangre.

Oh piadosísimo Señor de todo,
te suplicamos con humilde ruego
que, en el día del triunfo de este mártir,
perdones los pecados de tus siervos.

Gloria eterna al divino Jesucristo,
que nació de una Virgen impecable,
y gloria eterna al Santo Paracleto,
y gloria eterna al sempiterno Padre. Amén.

SALMODIA

Verlos salmos correspondientes del día: SALMOS

LECTURA BREVE 1 Pe. 3, 13-14

Queridos hermanos, estad alegres cuando compartan los padecimientos de Cristo, para que, cuando se manifieste su gloria, rebosen de gozo. Si los ultrajan por el nombre de Cristo, dichosos ustedes, porque el Espíritu de la gloria, el Espíritu de Dios, reposa sobre ustedes.

RESPONSORIO BREVE

V. Oh Dios, nos pusiste a prueba, pero nos has dado respiro.
R. Oh Dios, nos pusiste a prueba, pero nos has dado respiro.

V. Nos refinaste como refinan la plata.
R. Pero nos has dado respiro.

V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. Oh Dios, nos pusiste a prueba, pero nos has dado respiro.

Magníficat, ant.: Completo en mi carne lo que le falta a los padecimientos de Cristo a favor de su cuerpo que es la Iglesia; mi gloria se encuentra en su cruz.

Cántico de María. ALEGRÍA DEL ALMA EN EL SEÑOR Lc 1, 46-55

Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.

Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.

El hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.

Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de su misericordia
-como lo había prometido a nuestros padres-
en favor de Abraham y su descendencia por siempre.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Magníficat, ant.: Completo en mi carne lo que le falta a los padecimientos de Cristo a favor de su cuerpo que es la Iglesia; mi gloria se encuentra en su cruz.

PRECES

Elevemos nuestra plegaria común a Dios Padre, para que la luz de la cruz y de la resurrección de Cristo ilumine a los hombres sumergidos en la tiniebla del error. Imitemos a San Juan Gabriel Perboyre, que ha unido sus sufrimientos a los de Cristo para la edificación de la Iglesia y digamos:

Manifiesta, Señor, tu salvación.

Porque nos amaste hasta el extremo, Salvador nuestro, principio y origen de todo martirio.

Porque no cesas de llamar a los pecadores arrepentidos para los premios de tu reino.

Porque has dado a la Iglesia, como sacrificio, la sangre de la alianza nueva y eterna, derramada para el perdón de los pecados.

Porque, con tu gracia, nos has dado perseverancia en la fe durante el día que ahora termina.

Se pueden añadir algunas intenciones libres

Porque has asociado a tu muerte a nuestros hermanos difuntos.

Dirijamos ahora nuestra oración al Padre que está en los cielos, diciendo:

Padre nuestro…

ORACIÓN:

Señor Dios nuestro, que quisiste esclarecer a tu mártir San Juan Gabriel Perboyre con los trabajos apostólicos y la participación en la cruz de tu Hijo; haz que, siguiendo sus huellas, nos hagamos partícipes de la pasión de Cristo para que con gozo llevemos a todos la salvación. Por Jesucristo Nuestro Señor.

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Por P. Andrés Felipe Rojas, CM

Sacerdote Misionero de la Congregación de la Misión, Provincia de Colombia. Fundador y Director de Corazón de Paúl. Escritor de artículos de teología para varias paginas web, entre ellas Religión Digital. Autor de varias novenas y guiones litúrgicos. Actualmente párroco del Santo Cristo de Guaranda (Sucre)

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