Día 02 de Septiembre
BEATO LUÍS JOSÉ FRANÇOIS,
y Compañeros Mártires

Memoria

La Revolución francesa tuvo muchas causas de muy diverso género, pero desde sus principios tomó un carácter anticlerical con determinaciones persecutorias que desembocarían en la constitución civil del clero (12 – julio – 1790), que convertía a la Iglesia en una dependencia del Estado y prohibía a los sacerdotes que no aceptaran el juramento civil ejercer su ministerio y serían condenados al destierro. En la víspera del asalto a la Bastilla, fue atacada la casa de san Lázaro, Casa Madre de los Hijos de San Vicente, donde todo pereció, aunque sus habitantes pudieron salvarse. La mayoría rehusaron el juramento de la Constitución civil del clero y polemizaron contra ella. Un buen número de ellos sellaron con su sangre su fidelidad a la Iglesia. Se sabe con certeza el nombre de unos 40 que fueron guillotinados o deportados a Guyana o ahogados en los tristemente célebres “baños de Nates”. Sólo cinco de aquella pléyade de heroicos misioneros han sido beatificados. A la cabeza de este grupo va el que era superior del Seminario de san Fermin de Paris:

  • Luis José François, Había nacido el 3 de febrero de 1751 en Busigny (Francia), de familia profundamente cristiana. Educado por Jesuitas, se sintió llamado a la vida religiosa. No tenía más de 15 años, cuando ingresó entre los Hijos de San Vicente de Paúl, en la casa Madre de san Lázaro de Paris. Tuvo que esperar a los 18 años para emitir sus votos. Fue tal su alegría, que dos de sus hermanos animados por él le siguieron ingresando en la misma Congregación y una de sus hermanas en las Hijas de la Caridad.

Ordenado sacerdote en 1773, fue dedicado a enseñar teología a la vez que fue nombrado director del seminario de Troyes. En 1788 era nombrado Secretario general de la Congregación, cargo que compartió con la predicación, ya que estaba dotado para ello.

En 1788 fue nombrado superior del colegio seminario de san Fermin de Paris, el colegio “des Bons Enfants”, casa tan querida por toda la Congregación de la Misión, como cuna de la misma y misión por largos años de su Padre y Fundador, San Vicente de Paúl. Aunque los momentos eran difíciles, procuró que el seminario siguiera su curso. Escribió contra la Constitución civil del clero (que era cismática, hereje y sacrílega), varios folletos, entre ellos el titulado “Apología”, que tuvo varias ediciones y que ayudaron a muchos sacerdotes a permanecer fieles a las enseñanzas de la Iglesia. Fue, según uno de sus biógrafos: “Uno de los más ardientes y mejores defensores de la Religión católica, apostólica y romana, contra el juramento civil y contra los escritos de los partidarios del juramento”.

Cuando la persecución arreciaba, abrió las puertas del Seminario de san Fermin de Paris a más de 90 sacerdotes y religiosos, que por negarse a pronunciar el juramento civil, se vieron expulsados de sus parroquias y de sus comunidades. De ellos 77 fueron martirizados; el resto logró huir.

El Beato Luís José François, cuando fue invadida la casa por los asaltantes, fue detenido y arrojado por una ventana, rematado a golpes en el suelo y su cadáver, como los demás, cruelmente profanados: era el 3 de septiembre de 1792.

  • Juan Enrique Gruyer, Nació el 13 de junio de 1734 en Dole (Francia), de padres cristianos, que le educaron en el amor y temor de Dios siguiendo la llamada de Dios, se ordenó de sacerdote en St. Cloud y se estableció en su villa natal, viviendo con su familia y ayudando al clero parroquial. Deseando más perfección, cuando tenia 37 años, determinó dejar su familia y su diócesis ingresando entre los Hijos de San Vicente de Paùl. Al cabo de un año de seminario interno o noviciado, fue destinado a Angers, donde la Congregación tenía una comunidad dedicada al ministerio de las misiones populares. Allí emitió sus votos, el 24 de enero de 1773. Nombrado vicario de Ntra. Sra. de Versailles pasó en 1784 a la parroquia de san Luís, donde le sorprendió la Revolución. Nombrado un párroco constitucional que no consiguió que ninguno de los misioneros que regían aquella parroquia, prestasen el juramento civil, dando un hermoso ejemplo de fidelidad a la Iglesia romana y por ello fueron expulsados de la parroquia.
    El Beato Juan Enrique Gruyer, volvió a su país natal, permaneciendo allí escondido durante un año. Añorando su Congregación y con el deseo de vivir la vida de comunidad, volvió a Paris. El permiso para llegar a Paris estaba fechado en 18 de junio de 1792. Tal documento lo describe “alto de talla, cabello blanco, de frente mediana, ojos azules, nariz prolongada, barba pequeña y rostro redondeado”. El seminario de san Fermin le abrió sus puertas y el superior, Beato Luís José François, le acogió fraternalmente. Su muerte el 3 de septiembre de 1792 se une a la del Beato Luís José, con el cual compartió sufrimientos y martirio.
  • Nicolás Colin, Nació en Grennat, Haute-Marne (Francia), el 12 de diciembre de 1730. A los 17 años ingresó en la Congregación de la Misión en la Casa Madre de san Lázaro de Paris, donde profesó en 1749. Durante 22 años ejerció su ministerio misionero, con fama de buen predicador. El cardenal de la Luziere, que le apreciaba mucho, le invitó a su diócesis de Langres, asignándole la parroquia de Geneuries y aceptó la invitación, con permiso de los superiores. La Revolución le expulsó de su parroquia por negarse a prestar el juramento civil. Huyó a Paris y se refugió en el seminario de san Fermín, donde también a él le acogió fraternalmente su superior el Beato Luís José, y donde encontró la muerte de los Mártires en la cruel matanza del 3 de septiembre de 1992.
    Juan Carlos Caron, Era natural de Auchel-Pas-de-Calais (Francia), donde había nacido el 31 de diciembre de 1730. A sus 20 años ingresó en la Congregación de la Misión en la Casa Madre de san Lázaro en Paris, el 9 de abril de 1750, donde emitió sus votos en 1752. Durante 29 años se dedicó al ministerio de las misiones, pasando a ser párroco de Colegien, Diócesis de Arrás y allí se encontraba cuando comenzó la Revolución. Como tantos otros, se negó a prestar el juramento civil, por lo cual fue expulsado de su parroquia, refugiándose en Paris, en el seminario de san Fermin, donde fue acogido fraternalmente por el Beato Luís José, su superior. Su muerte se une a la de los demás Mártires de la cruel matanza del 2 al 3 de septiembre de 1792.
    Pedro Renato Rogue, Nació en Vannes el 11 de junio de 1758. Se ordenó sacerdote el 12 de septiembre de 1782 y se dedicó tanto a la formación del clero como al ministerio parroquial, pese a las amenazas de la Revolución. Fue decapitado el 3 de marzo de 1796 y beatificado el 10 de mayo de 1934.

La Iglesia nos los recuerda juntos para indicarnos que su fidelidad es única y la misma, dando testimonio apasionado hasta la muerte. Los Mártires del septiembre francés, vienen a decirnos y a repetirnos la historia del testimonio concentrado en una confesión sangrienta: no hay testimonio más verídico, que la historia martirial.

OFICIO DE LECTURA
Común de Mártires.

SEGUNDA LECTURA

De las “Conferencias Espirituales” de San Vicente de Paúl
(Conferencias a los misioneros, XI, 429-441)

Busquen ante todo el Reino de Dios

Así pues, se dice que hay que buscar el Reino de Dios. Eso de buscarlo no es más que una palabra, pero me parece que dice muchas cosas; quiere decir que hemos de obrar de tal forma que aspiremos siempre a lo que nos recomienda, que trabajemos incesantemente por el Reino de Dios, sin quedarnos en una situación cómoda, y parados sin prestar atención a su interior para arreglarlo bien, pero no a su exterior para dedicarnos a él. Busquen, busquen, esto dice, preocupación, esto dice acción. Busquen a Dios en ustedes, ya que San Agustín confiesa que, mientras lo andaba buscando fuera de él, no pudo encontrarlo; búsquenlo en su alma, como en su morada predilecta; es en el fondo donde sus servidores, que procuran practicar todas las virtudes, las establecen. Se necesita la vida interior, hay que procurarla; si falta, falta todo.

Procuremos, hermanos míos, hacernos interiores, hacer que Jesucristo reine en nosotros; busquemos, salgamos de ese estado de tibieza y de disipación, de esa situación secular y profana, que hace que nos ocupemos de los objetos que nos muestran los sentidos, sin pensar en el creador que los ha hecho, sin hacer oración para desprenderse de los bienes de la tierra.

Busquemos la gloria de Dios, busquemos el reino de Jesucristo. Miren, se presenta la ocasión de que los enfermos le den a Dios parte de sus enfermedades; tienen que hacerlo. Hermanos míos, es propio del reino de Dios preferir el alma al cuerpo, el honor de Dios al del mundo. Bebamos el cáliz, abracemos la confusión, con la confianza de que todo vendrá en provecho nuestro. En fin, hay que decidirse, como el apóstol, a escoger los tormentos, y la misma muerte, antes que separarse de la caridad de Dios. Quizás se presente la ocasión de seguir a Jesucristo y sufrir la prisión, la tortura, el fuego, el martirio; ¡benditas ocasiones, que nos ofrecen el medio de hacer que reine, soberanamente el Hijo de Dios! Entreguémonos a él, hermanos míos, se los pido por su santo nombre, para que nos conceda la gracia de preferir las penas y la muerte al peligro tremendo de perder su amor; tal debe ser nuestra decisión desde ahora. Sí, Dios mío, sí padres, si se presenta la ocasión de perder el honor, los placeres y la vida para que Jesucristo sea conocido y servido, viviendo y reinando por doquier, hemos de estar dispuestos por su misericordia.

Hagámosle, púes, de antemano este ofrecimiento, aunque la naturaleza sienta alguna repugnancia; tengamos la confianza de que Dios nos dará fortaleza cuando la necesitemos. «Los envío como corderos en medio de lobos», decía nuestro Señor a sus apóstoles, Él no quería que pensasen en la respuesta que habrían de dar a los príncipes y a los tiranos: «porque entonces, les decía, se les dirá lo que tienen que decir». No duden, hermanos míos, de que así ocurrirá con ustedes en ocasiones semejantes, cuando tengan que hablar y sufrir como perfectos cristianos. Dejémosle obrar a él y no pensemos más que en su amorosa y santa voluntad.

RESPONSORIO BREVE S. Cipriano, carta 58

R/ Dios nos contempla, Cristo y sus ángeles nos miran, mientras luchamos por la fe *¡Que dignidad tan grande, que felicidad tan plena es luchar bajo la mirada de Dios y ser coronados por Cristo!

V/ Revistámonos de fuerza y preparémonos para la lucha con un Espíritu indoblegable, con una fe sincera, con una total entrega. *¡Qué dignidad¡

ORACIÓN

Señor Dios nuestro, que uniste a los bienaventurados mártires Luís José François, Juan Enrique Gruyer, Nicolás Colin, Juan Carlos Carón y Pedro Renato Rogue, por el amor a tu Iglesia y los fortaleciste con invicta constancia en la proclamación de tu libertad; concédenos que los que nos alegramos en la celebración de su martirio aprendamos a amar a la Iglesia como a una madre y anunciemos siempre con evangélica firmeza la palabra de la verdad y la justicia. Por Nuestro Señor.

LAUDES
Común de Mártires.

INVOCACIÓN INICIAL

V. Señor abre mis labios
R. Y mi boca proclamará tu alabanza

INVITATORIO

Ant. Venid, adoremos al Señor, rey de los mártires.

Salmo 94 INVITACIÓN A LA ALABANZA DIVINA

Venid, aclamemos al Señor,
demos vítores a la Roca que nos salva;
entremos a su presencia dándole gracias,
aclamándolo con cantos.

Porque el Señor es un Dios grande,
soberano de todos los dioses:
tiene en su mano las simas de la tierra,
son suyas las cumbres de los montes;
suyo es el mar, porque él lo hizo,
la tierra firme que modelaron sus manos.

Venid, postrémonos por tierra,
bendiciendo al Señor, creador nuestro.
Porque él es nuestro Dios,
y nosotros su pueblo,
el rebaño que él guía.

Ojalá escuchéis hoy su voz:
«No endurezcáis el corazón como en Meribá,
como el día de Masá en el desierto;
cuando vuestros padres me pusieron a prueba
y dudaron de mí, aunque habían visto mis obras.

Durante cuarenta años
aquella generación me repugnó, y dije:
Es un pueblo de corazón extraviado,
que no reconoce mi camino;
por eso he jurado en mi cólera
que no entrarán en mi descanso»

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Venid, adoremos al Señor, rey de los mártires.

Himno: TESTIGOS DE LA SANGRE.

Testigos de la sangre
con sangre rubricada,
frutos de amor cortados
al golpe de la espada.

Testigos del amor
en sumisión callada,
canto y cielo en los labios
al golpe de la espada.

Testigos del dolor
de vida enamorada;
diario placer de muerte
al golpe de la espada.

Testigos del cansancio
de una vida inmolada
a golpe de Evangelio
y al golpe de la espada.

Demos gracias al Padre
por la sangre sagrada;
pidamos ser sus mártires,
y a cada madrugada
poder morir la vida
al golpe de la espada. Amén.

SALMOS CORRESPONDIENTES AL DÍA. 
Ver salmos aquí

LECTURA BREVE 2Co 1, 3-5

Bendito sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, Padre de misericordia y Dios de todo consuelo; él nos consuela en todas nuestras luchas, para poder nosotros consolar a los que están en toda tribulación, mediante el consuelo con que nosotros somos consolados por Dios. Porque si es cierto que los sufrimientos de Cristo rebosan sobre nosotros, también por Cristo rebosa nuestro consuelo.

RESPONSORIO BREVE

V. Los justos viven eternamente.
R. Los justos viven eternamente.

V. Reciben de Dios su recompensa.
R. Viven eternamente.

V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. Los justos viven eternamente.

CÁNTICO EVANGÉLICO

Ant. Dichosos los perseguidos por causa de la justicia, pues de ellos es el Reino de los Cielos.

Cántico de Zacarías. EL MESÍAS Y SU PRECURSOR Lc 1, 68-79

Bendito sea el Señor, Dios de Israel,
porque ha visitado y redimido a su pueblo.
suscitándonos una fuerza de salvación
en la casa de David, su siervo,
según lo había predicho desde antiguo
por boca de sus santos profetas:

Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos
y de la mano de todos los que nos odian;
ha realizado así la misericordia que tuvo con nuestros padres,
recordando su santa alianza
y el juramento que juró a nuestro padre Abraham.

Para concedernos que, libres de temor,
arrancados de la mano de los enemigos,
le sirvamos con santidad y justicia,
en su presencia, todos nuestros días.

Y a ti, niño, te llamarán Profeta del Altísimo,
porque irás delante del Señor
a preparar sus caminos,
anunciando a su pueblo la salvación,
el perdón de sus pecados.

Por la entrañable misericordia de nuestro Dios,
nos visitará el sol que nace de lo alto,
para iluminar a los que viven en tiniebla
y en sombra de muerte,
para guiar nuestros pasos
por el camino de la paz.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Dichosos los perseguidos por causa de la justicia, pues de ellos es el Reino de los Cielos.

PRECES

Celebremos, amados hermanos, a Jesús, el testigo fiel, y al recordar hoy a los beatos mártires Luis José François y compañeros, a causa de la palabra de Dios, aclamémosle diciendo:

Nos has comprado, Señor, con tu sangre.

Por la intercesión de los beatos mártires que entregaron libremente su vida como testimonio de la fe,
concédenos, Señor, la verdadera libertad de espíritu.

Por la intercesión de los beatos mártires que proclamaron la fe hasta derramar su sangre,
concédenos, Señor, la integridad y constancia de la fe.

Por la intercesión de los beatos mártires que soportando la cruz siguieron tus pasos,
concédenos, Señor, soportar con generosidad las contrariedades de la vida.

Por la intercesión de los beatos mártires que blanquearon su manto en la sangre del Cordero,
concédenos, Señor, vencer las obras del mundo y de la carne.

Se pueden añadir algunas intenciones libres

Dirijamos ahora nuestra oración al Padre que está en los cielos, diciendo:

Padre nuestro…

ORACIÓN

Señor Dios nuestro, que uniste a los bienaventurados mártires Luís José François, Juan Enrique Gruyer, Nicolás Colin, Juan Carlos Carón y Pedro Renato Rogue, por el amor a tu Iglesia y los fortaleciste con invicta constancia en la proclamación de tu libertad; concédenos que los que nos alegramos en la celebración de su martirio aprendamos a amar a la Iglesia como a una madre y anunciemos siempre con evangélica firmeza la palabra de la verdad y la justicia. Por Nuestro Señor.

CONCLUSIÓN

V. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R. Amén.

VÍSPERAS
Común de Mártires.

INVOCACIÓN INICIAL

V. Dios mío, ven en mi auxilio
R. Señor, date prisa en socorrerme.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.

Himno: ESPÍRITUS SUBLIMES.

Espíritus sublimes,
¡oh mártires gloriosos!,
felices moradores
de la inmortal Sión,
rogad por los que luchan
en las batallas recias,
que alcancen la victoria
y eterno galardón.

¡Oh mártires gloriosos
de rojas vestiduras,
que brillan con eternos
fulgores ante Dios!
Con vuestro riego crezca
de Cristo la semilla,
y el campo de las mieses
se cubra ya en sazón. Amén.

SALMOS CORRESPONDIENTES DEL DÍA
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LECTURA BREVE 1Pe 4, 13-14

Queridos hermanos: Estad alegres cuando compartís los padecimientos de Cristo, para que, cuándo se manifieste su gloria, reboséis de gozo. Si os ultrajan por el nombre de Cristo, dichosos vosotros: porque el Espíritu de la gloria, el Espíritu de Dios, reposa sobre vosotros.

RESPONSORIO BREVE

V. Alegraos, justos, y gozad con el Señor.
R. Alegraos, justos, y gozad con el Señor.

V. Aclamadlo, los rectos de corazón.
R. Y gozad con el Señor.

V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. Alegraos, justos, y gozad con el Señor.

CÁNTICO EVANGÉLICO

Ant. Se alegran en el cielo los santos que siguieron las huellas de Cristo; y, porque lo amaron hasta derramar su sangre, reinan con el Señor eternamente. 

Cántico de María. ALEGRÍA DEL ALMA EN EL SEÑOR Lc 1, 46-55

Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.

Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.

El hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.

Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de su misericordia
—como lo había prometido a nuestros padres—
en favor de Abraham y su descendencia por siempre.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Se alegran en el cielo los santos que siguieron las huellas de Cristo; y, porque lo amaron hasta derramar su sangre, reinan con el Señor eternamente. 

PRECES

En esta hora en la que el Señor, cenando con sus discípulos, presentó al Padre su propia vida que luego entregó en la cruz, aclamemos al Rey de los mártires, diciendo:

Te glorificamos, Señor.

Te damos gracias, Señor, principio, ejemplo y rey de los mártires, porque nos amaste hasta el extremo.

Te damos gracias, Señor, porque no cesas de llamar a los pecadores arrepentidos y les das parte en los premios de tu reino.

Te damos gracias, Señor, porque hoy hemos ofrecido, como sacrificio para el perdón de los pecados, la sangre de la alianza nueva y eterna.

Te damos gracias, Señor, porque con tu gracia nos has dado perseverar en la fe durante el día que ahora termina.

Se pueden añadir algunas intenciones libres

Te damos gracias, Señor, porque has asociado a nuestros hermanos difuntos a tu muerte.

Dirijamos ahora nuestra oración al Padre que está en los cielos, diciendo:

Padre nuestro…

ORACIÓN

Señor Dios nuestro, que uniste a los bienaventurados mártires Luís José François, Juan Enrique Gruyer, Nicolás Colin, Juan Carlos Carón y Pedro Renato Rogue, por el amor a tu Iglesia y los fortaleciste con invicta constancia en la proclamación de tu libertad; concédenos que los que nos alegramos en la celebración de su martirio aprendamos a amar a la Iglesia como a una madre y anunciemos siempre con evangélica firmeza la palabra de la verdad y la justicia. Por Nuestro Señor.

CONCLUSIÓN

V. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R. Amén.

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Por P. Andrés Felipe Rojas, CM

Sacerdote Misionero de la Congregación de la Misión, Provincia de Colombia. Fundador y Director de Corazón de Paúl. Escritor de artículos de teología para varias paginas web, entre ellas Religión Digital. Autor de varias novenas y guiones litúrgicos. Actualmente párroco del Santo Cristo de Guaranda (Sucre)

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