Por: Óscar Betancourt (3cero de etapa configuradora- Colombia)

Ante la rápida expansión del virus COVID-19 el Gobierno ha tomado medidas preventivas para evitar su propagación. La Iglesia Católica, por su parte, también acogió tales medidas y emitió decretos en los cuales se manifestó expresamente, la suspensión temporal de las celebraciones de los sacramentos, especialmente la Eucaristía, con presencia de fieles. Esta situación afecta a muchos creyentes, que deseosos de participar presencialmente de la vida sacramental, no pueden hacerlo.Pese a las circunstancias, han surgido múltiples iniciativas por parte de algunos líderes de la Iglesia, quienes a través de los medios de comunicación acompañan a los fieles, convocan a espacios de oración, envían mensajes de esperanza y transmiten la celebración de la Eucaristía. Sin embargo, esto puede quedarse solamente en la pasividad que puede causar el mirar a través de una pantalla, particularmente con la celebración de la Eucaristía. En palabras de Rafael Luciani, “tal vez sea la hora de ayunar del Pan y aprender a comulgar con la Palabra”. Porque, “pareciera que olvidamos que la Eucaristía es la Cena del Señor y no la misa, y que el seguimiento de Jesús no puede quedar reducido al espacio del culto. Las misas se ven y se oyen, pero la Cena del Señor, es decir, la Eucaristía, se celebra y vive cuando nos congregamos en asamblea”1.

Considero que el momento que estamos viviendo debe llevarnos a un encuentro más profundo e íntimo con Dios, que permita encontrar a un Dios cercano, descentralizado del rito, un Dios que acompaña la vida y se hace presente en medio de las adversidades. También las circunstancias nos llevan a cuestionar la fe , afianzarla y vivirla desde lo fundamental, la plena confianza en Dios, que no está ausente, sino que ama y acoge a la familia que ora y sufre en el confinamiento. En palabras del Papa Francisco, es momento de vivir “una fe que no solo consiste en creer que Dios existe, sino en ir hacia el Señor y confiar en Él, que nos da serenidad en nuestras tormentas”.

En ese ir al Señor nos acompaña su Palabra, presente en las Sagradas Escrituras y que bien puede acompañar la vida en estas circunstancias en las que se necesita sentir que Dios no está ausente. Dios habla a través de su Palabra, trata de entablar un diálogo con el ser humano. Y será reconfortante para una familia angustiada por la incertidumbre, orar y reflexionar un pasaje de la Sagrada Escritura, a partir de ella entablar un diálogo que permita sanar las relaciones, repensar la manera de vivir en el hogar o encontrar la cura para las enfermedades que se estaban experimentado por la falta de comunicación y de tiempo para estar juntos y sentirse unidos.

Redescubrir la capacidad de orar como expresión de la adultez de la fe es otra oportunidad que se puede aprovechar, y así, a través de la oración confiada, que sale de lo más profundo del corazón, encontrar silencios reparadores y esperanzadores en los que se encuentre la fortaleza para perseverar.

Para Reflexionar.

Sugiero que se lea el salmo 80 (Pastor de Israel, Escucha), y a través de una lectura pausada, orante y de fe, le presentemos a Dios las angustias y la realidad en que vivimos. El Pueblo de Israel lo vivió, cuando exiliado en Babilonia, lejos del Templo, se reunía para orar a Dios por medio de plegarias y no de sacrificios.

Se puede ambientar la oración con este canto:

  • Cita: 1 LUCIANI, Rafael. Recuperado de: https://www.religiondigital.org/opinion/Rafael-Luciani-Pan-aprender-Palabra-Iglesia- religion-coronavirus-misas_0_2215878417.html

    Recomendados:

  • Para orar en familia en torno a la Palabra de Dios les recomiendo:
  • Reflexión diaria sobre las lecturas del día:

http://servicioskoinonia.org/informacion/index.php#biblico

  • Guía para la Lectio Divina cada domingo:

http://cmperu.com/lectio-divina/lectio-divina-ciclo-a/

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