El Concilio Vaticano II fue un acontecimiento eclesial que marcó definitivamente la vida interior y exterior de la Iglesia Universal. Este acontecimiento eclesial introdujo cambios en todas las áreas de la pastoral de la Iglesia, sobre todo en la nueva forma de concebir el concepto de Iglesia. En este sentido el impacto que produjo en la Iglesia Latinoamericana no es ajena a ésta realidad, ya que la Iglesia Latinoamericana era concebida como una institución lejana a la realidad de los pobres. Después del Concilio la Iglesia Latinoamericana empezó a reflexionar sobre los problemas sociales que atravesaba el pueblo latinoamericano y comenzó a comprender la verdadera misión que le pertenecía; es por ello que inicio a comprometerse y a solidarizarse con los pobres, trabajando para recuperar los derechos fundamentales de los pobres.

Es decir emprende una verdadera identificación con los más vulnerables y al mismo tiempo comprometiéndose por su liberación de las estructuras de pecado en que se encuentran sometidos los pobres. En esta línea de cambios la Iglesia de América Latina clarificó su verdadera misión y al mismo tiempo se fortaleció con la fuerza del Espíritu del Concilio, y puso las bases para un diálogo permanente con los sectores más pobres de la sociedad Latinoamericana. Después del concilio Vaticano II la Iglesia de América Latina comenzó a comprender su verdadera misión, empezó con un examen interior para terminar con una autentica evangelización. Sobre todo a partir de Medellín, toma clara conciencia de su misión, abierta lealmente al diálogo, la Iglesia comenzó a percibir los signos de los tiempos y esta generosamente dispuesta a evangelizar para liberar al pobre de las estructuras de pecado.

Del mismo modo, contribuye con la construcción de una nueva sociedad, más justa y fraterna, una exigencia profética de nuestros pueblos. De tal modo, tradición y progreso, que antes parecían antagónicos en la Iglesia América Latina, restándose fuerzas mutuamente, hoy se conjugan buscando una nueva síntesis que incorpora las posibilidades del porvenir con las energías provenientes de nuestras raíces comunes. Así, en este vasto movimiento renovador que inaugura una nueva época, en medio de los recientes desafíos, la Iglesia acepta la secular tradición episcopal del continente y se prepara para llevar, con esperanza y fortaleza, el mensaje de salvación del Evangelio a todos los hombres, preferencialmente a los más pobres y olvidados de nuestra realidad. Por ello el gran impulso del Concilio a la Iglesia Latinoamericana ha sido el identificarse con los más pobres y desde está realidad trabajar con ellos por su liberación de las estructuras de pecado para que los pobres puedan recuperar su dignidad como persona humana e Hijo de Dios. Es decir para que alcancen la plena realización humana y espiritual. En este mismo sentido y movidos por este impulsó la interpretación que ha hecho la Iglesia de América Latina sobre la realidad latinoamericana ha sido interpretada como una injusticia social en la que viven millones de pobres en condiciones de extrema pobreza. Esta injusticia social ha sido percibida como una estructura de pecado y contraria a los valores evangélicos; es por ello que la Iglesia latinoamericana ha denunciado las injusticias y atropellos sociales que deshumanizan los principios inalienables de los pobres.

Este impulso que viene del Concilio la convierte a la Iglesia Latinoamericana en una Iglesia profética que se siente llamada y al mismo tiempo enviada por el Señor para anunciar y denunciar las injusticias sociales que se cometen contra los pobres.

Las iglesias particulares de América Latina, guiadas por el espíritu del Concilio han continuado cultivando los frutos del Concilio, por eso la pastoral latinoamericana se ha enfocado especialmente en una nueva evangelización que privilegia al pobre. En síntesis se puede decir que el impacto del Concilio a la pastoral latinoamericana ha sido un impacto profundo, ha cambiado la pastoral tradicional y ha dado paso a una nueva forma de pastoral, donde el Pueblo de Dios es el principal protagonista, es una pastoral más dinámica y abierta a todos los sectores de la sociedad latinoamericana. Es una pastoral profética que condenada la deshumanización de los más vulnerables y los excluidos del Pueblo de Dios.

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